jueves, 13 de mayo de 2010

POR EL CAMINO DE LA VIDA


Por el camino de la vida


Es absolutamente claro, sin que nadie nunca lo haya negado, que en este mundo vivimos hasta que morimos. El niño, cuando es suficientemente atendido, está feliz, cuando llora es un alerta para que atiendan alguna necesidad. Cuando comienza a moverse por un espacio más amplio, descubre nuevos mundos maravillosos, los mismos que a usted no le dicen nada, y, maravillado, salta de alegría.

Normalmente las viviendas están llenas de obstáculos para los pequeños, “no toques”, “¡cuidado!”, “no hagas eso”, son frases que oyen todo el día. El niño descubre entonces que todo está lleno de peligros y se pone triste. Y esa tristeza muchas veces se acaba minutos después de la muerte.

Pero no tiene que ser así. Ya sé que el proceso de socialización del niño es complejo y doloroso muchas veces de modo inevitable. La vieja sabiduría dice que hay un tiempo para llorar y otro tiempo para reír. ¡Ay de aquel que crece con solo el tiempo de llorar!

Madres, comprendan que el tiempo de estarse tranquilos sus hijos, para ellos es tiempo de llorar. Que no sea muy largo. Un día pregunté a una madre cuánto tiempo pasaba al día jugando con su hijo, me miró extrañada y me dijo que ninguno. Otro día, 23 años después, esa misma madre me preguntaba por qué su hijo, vivía ya en otro país, no se comunicaba nunca con ella. Entonces comprendí más profundamente que lo que se nos queda de los otros dentro es lo que juegan con nosotros.

Ahora tenemos el problema planteado: ¿cómo podrá ir por la vida una persona adulta si nadie jugó un día con ella? La diferencia entre la niñez y la edad adulta es que en la niñez tenemos necesidad de que jueguen con nosotros. En la edad adulta somos nosotros los que debemos jugar, reír, y no ir siempre como un general en el desfile militar. Los adultos llevamos en nuestro interior un niño que necesita jugar con otros niños, ya sea de adultos o de edad infantil.

Ir felices o tristes por el camino de la vida es una posibilidad que tenemos. Algunas personas, quizá por ventura, encuentran dentro de sí esas posibilidades y las cultivan, y pasan por la vida cantando y riendo; otras, por el contrario, no han tenido tanta suerte y pasan su vida renegados, sufriendo ellos y haciendo sufrir a todos. En las fantasías de los antiguos, en el marco de la gran familia rural, se daba por entendido que nadie podía comportarse en la casa familiar de modo inadecuado. Era un lugar sagrado, quizá solemne, pero nunca triste.

En estos días los niños juegan con máquinas de jugar y pasan horas sin ternura humana a su lado bañándolos de luz. ¿Cómo podrán luego seguir por la vida cantando y riendo? La enorme cifra de psicofármacos consumida por los habitantes del mundo desarrollado nos da idea, indica claramente que muchos van por esta vida llorando y pataleando. Pero, de verdad, se pueden ir cantando y riendo. Juegue hoy con alguien.