jueves, 28 de julio de 2011

Volver a casa



La felicidad de volver a casa.

Cuando se pasan semanas fuera de casa, volver a ella es unan felicidad muy especial. Ciertamente, existen personas que no aciertan a transformar su hogar en un lugar feliz, por una razón u otra su casa no es un sitio feliz. Las relaciones con las personas con las que convive no son felices, sino tirantes, molestas, dolorosas, a veces violentas.
Si se analiza esta situación, se encuentra que el motivo principal de la mala relación es siempre una intolerancia que impide aceptar al otro como es. Entonces se toma la falsa alternativa de estar siempre criticándolo, hiriéndolo, quizá hasta con una intención aparentemente correcta, la de querer ayudarlo. Así se crea una tensión desagradable que convierte en triste y amarga el estar en la propia casa de uno.
Realmente, lo que sucede es que se ha dado más importancia a otros elementos, dejando relegada la felicidad en un lugar secundario. Se entiende que existen cosas más importantes que ser felices, y se relega la felicidad a una posición irrelevante. Ni hay, ni puede haber, nada tan importante como el hecho de que el propio hogar sea un lugar de felicidad.
Debe ser intensamente feliz que el esposo se encuentre con su esposa y ella con él, los padres con los hijos, los nietos con los abuelos, los hermanos con los hermanos. Este universo familiar exige por su propia razón de existir ser un mundo feliz, al que siempre se vuelve con agrado, con felicidad. Cuando es así, no existe nada más feliz que volver a casa.