lunes, 31 de diciembre de 2012

EL TIEMPO






Sigue pasando, sigue yendo y viniendo, el tiempo no para nunca, bendito sea el tiempo en que florecen las flores, el tiempo en que maduran las frutas, el tiempo en el que crecemos. Bendito sea el tiempo en que hacemos amigos, en que encontramos un amor, bendito el tiempo en que somos felices.
¿De dónde viene el tiempo y a dónde va? Viene de muy lejos, y va muy lejos, va fuera de sí, va a la eternidad de donde vino. ¿Qué es el tempo? Es donde suceden todas las cosas, donde nacen y mueren. Pero hay un tiempo muy especial, el tiempo del hombre.
En el ser humano el tiempo es conciencia, pensamiento, emoción, acción, vida y muerte. Vivir para el ser humano es tener conciencia de este ahora que percibe, que llena o vacía su existencia, que lo eleva o lo humilla. El tiempo que le da la vida o se la quita. El tiempo en que estudian los niños y viene alguien y los mata. El tiempo en que alguien da la vida para que no los maten. El tiempo de las mejores cosas y de las peores. Pero a pesar de todo el tiempo es salvación. En el tiempo nacemos y en el tiempo morimos.
 En el borde exterior del tiempo para el hombre se abre otra dimensión, la vida eterna junto a Dios, donde el tiempo se redime.  El que mataba a los niños, la que moría para que nos los mataran, salieron del tiempo en una extraña circunstancia. Ahora en la eternidad, él y ella, añaden otra felicidad a la gloria de ver a Dios considerando por qué ominosa manera llegaron juntos al abrazo del amor infinito, al reino eterno de la paz y la gloria.
¡Oh tiempo, qué hondos misterios encierras en tu misterioso acontecer! ¡Oh, eternidad infinita de amor, con cuánta ternura recoges los ciegos golpes del tiempo y los conviertes mágicamente en luz de eterna gloria!
Por lo tanto, sin duda alguna, con absoluta certeza, bendito el tiempo, feliz el tiempo, glorioso el tiempo que nos lleva a la vida, a la paz, al amor, a la luz, en la eternidad de Dios.
Por estas cosas y muchas más, ¡feliz año nuevo! El tiempo nos lleva en sus alas a la vida sin fin. Entonces, ¡feliz año nuevo!

miércoles, 26 de diciembre de 2012

FELIZ NAVIDAD




La historia de la Salvación tiene tres momentos supremos. El primero es la Creación del Universo, ocurrida probablemente hace trece mil setecientos cincuenta millones de años. El objetivo de su existencia es la aparición de hombre. Tuvo lugar quizás hace 150 mil años. Ahí comienza el tiempo del hombre, meta final de la creación. Cuando llegó la plenitud del tiempo del hombre tuvo lugar el segundo momento trascendental de la historia de la salvación, la Encarnación, Jesucristo, el Señor. El tercer momento de la historia de la Salvación, ya culminante, acontece para cada humano en el momento de su muerte, cuando su espíritu salta a la dimensión de la gloria de Dios.
El enlace del hombre con Dios es Jesucristo, el Señor, nacido de María de Nazaret. Así, sin duda alguna, ¡Feliz Navidad!
Esta historia está únicamente definida por el deseo que Dios tiene de compartir su tierno amor, sui inmarcesible alegría, su infinitamente dulce paz, su gloria, con otros seres posibles que existan fuera de él mismo. Seres creados en la dimensión del tiempo y del espacio. Entre ellos nos contamos nosotros. Su sabiduría amorosa ha definido las líneas de desarrollo de estas fabulosas historias, en las que cada criatura ha hecho aquello que corresponde a su naturaleza.
Nuestros fallos humanos carecen de trascendencia, se quedan en la tierra, no suben al cielo. Somos tales como Dios no creo, inteligentes y necios, hábiles y torpes. La infinita sabiduría y su igual bondad no dejó en nuestras torpes manos nuestras propia salvación, sino como un don gratuito de su ser de padre. Por todo esto y por más, ¡Feliz Navidad!
Quien conoce estas cosas y las interioriza, estará lleno de paz, de alegría, de amor, solamente obrará bien. El pecado es una ignorancia, un error, un vacio, una tristeza. Pero quien conoce el Amor vive santamente. Para ustedes que lo han conocido, FELIZ NAVIDAD.

lunes, 10 de diciembre de 2012

AMISTAD




Según mi experiencia personal existe una especial felicidad en el cultivo de la amistad. Quizá, muchas personas se quejen e que tienen pocos amigos y esto los entristece. Realmente no podemos exigirle a nadie que sea nuestro amigo. Si se analiza con profundidad la situación, vemos que no es la amistad que otros nos ofrecen lo que nos hace sentir felices. Yo no necesito tener amigos. Este no es el caso.
Así como los alimentos que yo  como son los que me alimentan, del mismo modo la amistad que yo cultivo hacia los otros es lo que me hace sentir feliz. Yo no puedo exigir a nadie que sea mi amigo, pero yo puedo cultivar amistad interior hacia todo el mundo. Estamos diseñados para dar y recibir amor. Lo que me realiza es el amor que doy, no el que recibo. Yo siento una gran alegría cuando recibo afectos de otras personas, pero no lo necesito. Se trata de una felicidad supernumeraria.
Cultivaré así la rosa blanca para los amigos, para los enemigos, para los conocidos y para los desconocidos, para los justos y para los injustos. A todos brindaré la luz de mi amor y seré feliz, tendré paz interior, no tendré miedo a nadie  Nada podrá impedir que sea un amante universal, un amigo de la humanidad.
Más allá de las personas están las cosas, las cosas naturales y las artificiales. Me acompañan millones incontables de estrellas. La luz de algunas de ellas la he podido ver, la de otras muchas no la veré, están demasiado lejos, pero las amo también, son estrellas del cielo dentro del cual vivo. Más acá en la tierra, soy amigo de infinitas criaturas.
Amigo de los océanos, de los ríos; amigo las montañas, de los prados, de los valles. Amigo de los árboles y de las aves que anidan en ellos, amigo de las flores que bordan la tierra, amigo de las selvas y de las ciudades, amigo, quizá más de lo debido, de los aparatos electrónicos, de las ondas electromagnéticas con que trabajan, amigo de los electrones, de los átomos que conforman la materia. Amigo de todos los animales que viven en el agua o en la tierra. Ellas, todas ellas. Ninguna me conoce, pero yo las conozco a ellas y las amo.
Últimamente he descubierto que todas me aman, me protegen y me cuidan. Creo que ahora escribo esto porque todo el universo está a mi favor, es mi amigo.
       Con tantos amigos no queda más remedio que ser feliz.

domingo, 2 de diciembre de 2012

COSAS PARA SER FELIZ




¿Existen cosas que nos hacen felices? Según la experiencia de gran parte de la humanidad, existen cosas que nos hacen felices, así como existen otras que nos hacen infelices. La buena noticia es que no existen cosas que nos hacen felices ni cosas que nos hacen infelices.
¿Cómo puedo ver que eso es verdad? Analizando las experiencias mismas. Fuimos tres a ver las orquídeas, yo disfrutaba mirándolas y los otros dos discutían sobre la posibilidad de sus respectivos equipos de béisbol para ganar el campeonato. Ellos habían decidido previamente no ser felices con ls flores sino con el triunfo de su equipo. Da lo mismo que usted lo crea o no, usted es feliz con lo que usted ha decidido ser feliz y no lo es con aquello mismo que usted ha elegido para no serlo.
La gran noticia es que usted puede decidir ser feliz con todo lo que exista, acontezca, o de laguna manera lo afecte. La salud mental consiste en aceptar lo real tal como es, sin sufrir por ello. El ser humano se enferma cuando piensa que existen cosas con las que debe sufrir irremediablemente,
Las grandes e importantes cosas se dan pocas veces en la vida de una persona, con ellas se es feliz, casi inevitablemente. Pero la vida diaria está llena, sí, pero de pequeñas cosas. Podemos decidir ser muy felices con ellas. Pero, ¿si existen seres preternaturales empeñados en hacernos sufrir? Dije que tales seres no existen ni pueden existir. Debo confesar mi error, el diablo existe, son todos aquellos que no quieren que seamos felices, y son muchísimos. Obviamente, no son seres preternaturales, más bien son infranaturales.
Podemos y debemos para nuestro bien ser felices con todo lo que existe, sea grande o pequeño. Para eso lo creo Dios. El paraíso lo hacemos nosotros. Amén.

sábado, 1 de diciembre de 2012

SE PUEDE SER FELIZ EN DICIEMBRE





Diciembre es un mes melancólico, termina y comienza un año litúrgico, y nos lleva muy rápidamente a la Navidad y la despide con mayor presura. Diciembre es el último mes del año civil. Más al norte, la alegría blanca de la nieve envuelve la tierra de una paz muy especial. Más al ecuador, la sequía pone triste los campos. En diciembre se reúnen las familias para celebrar, y allí los más ancianos comentan que probablemente esta sea su última reunión. Alguna ancianita derramará lágrimas y aguarán la fiesta. Psreciera que diciembre no es un mes para ser feliz.

Diciembre es el sepulturero que abre la tumba para enterrar lo viejo y prepara la cuna para que nazca lo nuevo. Ese es el ciclo de la  vida: nacer,  crecer y morir. Diciembre nos recuerda estas cosas. Aquí se llega a una frontera cerrada. Pero diciembre es también el mes que nos trae el mensaje del cielo, de paz y de vida, y nos abre la frontera del tiempo y nos pasa a la eternidad. Entonces, se puede ser feliz en diciembre. Dios ama a los hombres, nos lo dijo en diciembre cantado por voces de ángeles.

Como símbolo del fin del mundo diciembre nos recuerda que venimos en la rueda del tiempo  rodando de día en día, de semana en semana, de mes en mes, de año en año, hasta aquel 31 de diciembre del último año del tiempo en que aquella rueda se detenga y entremos en aquella paz de lo eterno glorioso. También se puede ser feliz en diciembre.

miércoles, 28 de noviembre de 2012

SEÑOR, QUE VEA


Señor, que vea.

 Conozco personas que valoran mucho la vista, pero viven con miedo a quedarse ciegas. Esta preocupación les impide disfrutar de esa maravillosa, indescriptible, inefable realidad que es ver. Un pesimista dijo un día “para lo que hay que ver, da lo mismo no ver”. Yo soy un ser visual, ver me estimula, me alegra, me exalta, me sublima. Una gran parte de mi felicidad es la felicidad de ver.
Ver es un acontecimiento limitado en sí. Ves con la luz, sin ella no ves. La luz es una colección de innumerables partículas eléctricas, llamadas fotones.   Son tan pequeñas, que son lo más pequño de la naturaleza. Millones de millones de ellas entran por tu ventana con la luz del día. La luz, cuantas veces permanecemos indiferentes dentro de ella. Por acá existen frecuentemente ocasiones para recordarla, durante los apagones. La luz es la mayor fuente de alegría que tenemos los mortales terrícolas.
Es con los ojos que vemos. Los ojos, esa portentosa obra de ingeniería biológica. Su estructura, obra exquisita de arte, se organiza de modo que por una pequeña abertura puedan entrar las ondas electromagnéticas de la luz reflejada por las cosas y, cuando caen sobre la retina, este proceso mecánico se convierte en biológico y ves, lo que ya es psíquico.
Las substancias materiales están hechos de tal forma  que unas reflejan la luz, otros no, los objetos negros. Otros la reflejan toda, blanco; otros la reflejan parcialmente, los dibersos colores. Así una gama de matices incontables abre ante nuestros ojos el abanico de los colores. ¡Qué alegría contemplar la banda de los azules del cielo y de las playas como remansos de paz! Levantar los ojos y encontrar allá la sinfonía inimitable de las tonalidades de lo verde, es absolutamente feliz. Yo ví hondear en lo alto de un mástil una bandera blanca  contra el azul descansado del cielo.
¡Qué triste palpar el pétalo de la rosa y no verla! Aunque palpar es también una forma de ver. Pero más triste aún es ver mezcladas las cosas más santa y bellas con las más feas y malas. En estos días he visto alguna de esas mezclas. Entristecido de momento fui al orquidiario de mi patio. Cuando aquellas orquídeas me vieron extendieron sus brazos hacia mí y me abrazaron con sus delicadísimos colores y bastó su suavidad casi divina para hacerme olvidar. Volví a ser feliz otra vez. Señor, que vea. 


lunes, 19 de noviembre de 2012

Vivimos





Inmersos en tecnología electrónica: teléfonos, radios, televisores, computadoras, equipos médicos, de juegos, cocinas, refrigeradores, lámparas, cine, y mucho más. De tal forma que nuestra existencia está íntimamente unida a la electricidad. Ya no sabemos vivir sin ella, al menos en los países desarrollados y en las ciudades y pueblos de los países con menos desarrollo. En un hecho.
Ello significa un gran alivio para las personas. Ahora yo uso una computadora para escribir esto, y se me ocurre preguntarme si tengo conciencia refleja de este maravilloso hecho. En poco tiempo después este mensaje estará a disposición de gran parte de la humanidad. ¿No podría yo vivir este simple acontecimiento con grande alegría?  Ahora puedo expresar este sentimiento: “Hermanos y hermanas de toda la humanidad, los quiero mucho”, y creer que en alguna parte del mundo alguien ha sonreído al leerlo  
Es verdad que han existido seres humanos que descubrieron la belleza vibrante de todo lo existe. Hoy nosotros contamos  con muchos más medios para conocer, para comunicarnos, podemos entrar en los misteriosos fondos de la materia, descubrir sus potencialidades y llenos de asombro decir. “Bendito eres, Dios Padre Creador”.
Es cierto, muy cierto, más cierto de que quisiéramos, que todas estas cosas puede ser usadas para el  mal, originar dolor y sufrimiento, Pero este cura carmelita les dice con gran convencimiento que eso depende del uso que le demos a nuestra inteligencia. Si pensamos sabiamente hallaremos el sentido de verdad, de bondad y belleza que existe en cada cosa.
Muchísimo más en ti que lees este mensaje.  Te regalo una flor

viernes, 16 de noviembre de 2012

Una llamada






Suena el timbre del teléfono, se levanta el auricular, desde cualquier extremo lejano de la tierra llega una voz humana. Dos personas se han comunicado, una distancia ha sido vencida. ¿No es maravilloso lo que ha sucedido? ¡Teléfonos, bendigan al Señor!
   Millones de personas usan el teléfono. Pocas alaban a Dios a causa de este genial instrumento. Menos conocen su interioridad ¿No sería interesante acercarse a él y ver su mundo interior? ¿Existirá allí alguna presencia de Dios, desconocida hasta ahora, que podamos descubrir y gozar? No tenemos costumbre de mirar dentro de los equipos eléctricos, además se podrían afectar y dejar de funcionar. Pero tampoco tenemos mucha costumbre de mirar dentro de nosotros mismos, lo que nos haría mucho bien. Hoy vamos a hacer una excepción. ¿Qué hay dentro de este comunicador de voz y sonidos llamado teléfono? Técnicamente se respondería: Un transmisor, un receptor, una alarma acústica, un dispositivo marcador y un circuito supresor de efectos locales. 
Estas palabras se sienten técnicas, profanas, y mencionarlas no despierta nada significativo para la vida espiritual. ¿O es nuestro modo de verlas, lo que es ajeno, pobre, profano? ¿No es cierto que ellas se ordenan de modo que podamos oír a un ser querido a miles de kilómetros? Vamos a quedarnos aquí examinando el funcionamiento de este fabuloso artefacto, el teléfono.  Quizá tenga algo espiritual que decirnos.
Se dan dos momentos estelares en la comunicación telefónica, como si sucedieran dos milagros. El primero es la transmisión de la voz o cualquier otro sonido. Usted se dispone a realizar una llamada: marca un número, comienza la transmisión; en el otro lado suena un timbre, comienza la recepción. El destinatario levanta el auricular y manifiesta su presencia diciendo alguna fórmula. La comunicación está establecida. ¿Cómo ha sido posible? La transmisión ocurre mediante un proceso sumamente sutil, casi increíble: la conversión de la voz en corriente eléctrica que la lleva al receptor. Aquí ocurre otro milagro, la conversión de la electricidad en la misma voz que inició la transmisión. Tú me hablas a 3 mil kilómetros de distancia, tu voz se volvió electricidad para llegar a mí a la velocidad de la luz, ahora esa electricidad misma se convierte en tu voz junto a mi oído. Quien tenga cierto grado de sensibilidad captará que ha ocurrido algo maravilloso.
 No es disparatado pensar que Dios nos está hablando en cada llamada telefónica que hacemos o recibimos. Sus maravillosas criaturas nos están prestando ahora este finísimo servicio y, si lo apreciamos, ¿por qué no agradecerlo? El Creador se nos revela primero por medio de las criaturas, y éstas son las criaturas que diariamente manoseamos. Ellas son voz de Dios para nosotros.
Cuando usted reciba o haga una llamada telefónica, recuerde que allí están trabajando para usted las fuerzas fundamentales que Dios creó al principio del universo. De gracias a Dios creador. Así se comunicará no solo con la persona que está al otro lado de su teléfono, sino también con la Fuente que lo ha hecho posible y que pensaba en este día y en esta hora en que usted se comunica con alguna persona en el mundo, que es siempre un ser amado de Dios.
Este instrumento de comunicación trae a su oído lo que le estén transmitiendo desde el otro lado, que puede ser muy amable. Es también posible que reciba mensajes desagradables, malas noticias, mensajes tan inoportunos que se vea en la necesidad de colgar para interrumpir una comunicación indebida, o decir “te llamo luego” para liberarse del impertinente. Lo pueden molestar, despertarlo a deshora, sacarlo de su sueño y descubrir que ha sido una equivocación, o un bromista. El teléfono no es culpable, él es solo servicial, sin discernimiento propio. Así se convierte en un marcador de civilización, de la racionalidad con que se usa. Hacerlo para molestar a una persona, sólo puede ser manifestación de alguien que perdió toda armonía con el universo. De todas formas, podemos y debemos decir: ¡Teléfonos de todo el mundo, bendigan al Señor! Quizá tengamos que añadir: usuarios, no usen el teléfono, instrumento sagrado, para molestar a persona alguna, sino sólo para comunicar amor. Esto sería ya una espiritualidad de hoy.
Cuando siente el teléfono, sonría a Dios. Sea Feliz.

 


viernes, 9 de noviembre de 2012

ABRIR LOS OJOS








Abrir los ojos

Nadie que vaya por el mundo con los ojos cerrados será feliz. Por la simple razón de que con los ojos cerrados no se ve el camino, no se perciben lo obstáculos. Pero andar con los ojos abiertos tiene también sus dificultades. Un día, hace ya algunos años, un hombre piadoso abrió los ojos y vio la tierra dando vueltas alrededor del sol y no al revés. Y en nombre de las sagradas Escrituras y de Dios se le obligó a decir que no era así, que la tierra estaba fija en medio del universo. Pero Galileo siguió pensando que era como él pensaba. Y así es.
Otro día, otro hombre con los ojos muy abiertos vio caer una manzana y. admirado, abrió aún más los ojos y vio que una fuerza regía el movimiento de los astros y de las cosas, Se  llamó gravedad. Y fue excomulgado todo el que creyera en la existencia de la  gravedad. Hace muy pocos días, el Papa Benedicto XVI caía en la cuenta de que esa absurda sentencia  no había sido nunca revocada y que ya era hora de hacerlo.
En este siglo XXI, la jerarquía católica se ve moralmente obligada a levantar una obsoleta sentencia de excomunión contra quienes creyeran en la existencia de la gravedad. Sí. No cabe dudas, andar con los ojos abiertos puede traer problemas muy serios. Aquellos que llevaban los ojos abiertos y vieron que el mundo no era como se decía oficialmente, debieron sufrir la incomprensión. Pero fueron felices en su interioridad.  Vieron la verdad, que otros todavía no habían visto. Ese fue su pecado.
En estos últimos años se me han ido abriendo los ojos y he visto. He visto a Dios, Sumo Bien, Puro Amor, el mejor posible de los Padres, mi Creador y Salvador. He visto un único Dios, sin diablos, ni infiernos, ni nada que no sea su pura Luz. He sentido que a este Dios, padre mío, lo puedo amar. He sido tan feliz que no he podido evitar compartirlo con ustedes.
Antes, cuando yo iba con los ojos cerrados, repitiendo lo que se decía solo porque se decía, creyendo lo que se decía que había que creer solo porque se decía; en ese tiempo, demasiado largo, mi inteligencia, mi sentido común, no me dejaba amar a ese Dios envuelto en demonios, diablos, satanases e infierno, y no lo amaba. Porque el sadismo inmerso en ese andamiaje doctrinal no me lo permitía. Ahora sé que era mentira cuando yo le decía a Dios que lo amaba. Pero ahora sé que es verdad: lo amo sin reservas. Dios no es sádico, sino el mejor posible de los Padres. Se me han abierto los ojos. Soy feliz.
Por mucho tiempo he leído a Santa Teresa, mi madre, mi maestra, y he visto cuantos inútiles sufrimientos padeció ella debido a las creencias de su tiempo en demonios y cosas de este tipo. Por fin, un día de luz ella escribió: “Para qué decir demonio, demonio, si podemos decir Dios, Dios”.
Ahora puedo decir Dios sin necesidad de pensar  en un señor sádico, vengativo, cruel, que suelta demonios detrás de sus hijos para que los arrastren al mal y luego los castiga con tormentos infinitos, eternos. Pasarán cinco mil millones de trillones de años y aquellos pobres seres estarán sufriendo todavía y el Supremo Bien, el Ser Amor y Padre se estará regodeando con ello. Si esta es doctrina de la iglesia, no lo discuto, solamente pido permiso para disentir de ella y tenerla como una blasfemia espantosa.  
¿Se me cerraron o se me abrieron los ojos?

miércoles, 7 de noviembre de 2012

El ser increible del hombre








Me he ocupado en decir y escribir alegatos a favor de la vida feliz, antes lo habían hecho otros muchos. Siguiendo mi propia experiencia y la de otros también muchos, exploré el mundo de la coherencia idea – felicidad y llegué a creer que una persona adulta y sana psíquicamente, no podía ser feliz sin una fuerte coherencia de sus ideas.
En estos días de debates tan especiales, voy descubriendo personas que dicen que son felices creyendo en Dios y en el diablo. Creen que Dios ha soltado tras ellos seres perversos pertenecientes al mundo superior con el fin de tentarlos, hacerles la vida un continuo bregar contra sus ardides y, si puede, arrastrarnos al infierno; pero eso no les impide amar a este Dios, que puede además condenarles a sufrimientos eternos, Se encuentran bien así y creen firmísimamente que esa es la doctrina de la iglesia católica. Así dicen y debemos aceptar su testimonio. Si pueden ser felices pensando así, no tengo ninguna objeción. Sean felices, hermanos. Manténgase fieles a la Santa Doctrina de la Iglesia.
Yo no puedo ya aceptar tales cosas. Por mucho tiempo pude hacerlo. ¿Qué sucedió para que ahora ya no pueda?. Quizá fue que el diablo me engañó, es una posibilidad. Un día leía a Santa Teresita del Niño Jesús, Doctora de la Iglesia, ella muchas veces lloraba de alegría por la gracia increíble de poder llamar padre a Dios. A mi, miserable pecador, no me daba ni frío ni calor. Decidí tomarme en serio eso de Dios padre.
Estuve mucho tiempo pensando en ello: Dios es mi padre. Me asaltaba una duda,  ¿realmente es Dios un Padre para mí? La respuesta me la trajo un libro llamado “El Dios Sádico”, de François Varon. Tú, mi Padre, que sueltas detrás de mi legiones de seres perversos para que me arrastren al infierno? ¿Qué clase de padre eres? En este caso serías un padre sádico. Pero eso no es posible. Para mí la única salida era negar tal cosa, que Dios, padre mío, haya soltado diablos detrás de mí para hacerme sufrir y arrastrarme al mal. Eso sería absolutamente sádico. Esta doctrina de la iglesia se me hace impensable, inaceptable.
Las doctrina de la iglesia, tiene dos tipos de formulación: una solemne, en que se declaran los dogmas, y otra ordinaria, en la que se enseñan cosas sin pretender que sean dogmas. A esta doctrina los fieles deben prestar su consenso, a no ser que tengan razones válidas para no hacerlo, A la doctrina (no dogmática) de la existencia del diablo, se le puede prestar consentimiento, si  no se tienen razones en contra. Yo tengo en contra muy poderosas razones, no yo solo, sino la inmensa mayoría de los teólogos actuales. Sabemos que Pablo VI creía en la existencia del diablo, pero nunca se atrevió a proponerla como un dogma de fe.
Dentro de la más estricta ortodoxia católica, conforme con las normas establecidas en la Iglesia, todos los fieles pueden disentí de cualquier enseñanza ordinaria si tienen suficientes razones para ello. Para mí la existencia de Dios y del diablo es tan contradictoria como la existencia de un círculo cuadrado al mismo tiempo. Tengo todo el derecho de disentir y de expresar este disentimiento. Y lo hago, porque he visto  a   mucha gente sufrir a causa de esa creencia. Pero si ustedes son felices creyendo en la pareja Dios – diablo, pues sigan  creyendo. Yo no puedo desde el día en que me lo tomé en serio.


domingo, 4 de noviembre de 2012

APARTE PARA LOS AMIGOS DE DIOS



Aparte para los amigos de Dios

Yo. Padre Marciano García, soy licenciado en Sagrada Teología por la Pontificia Universidad de Salamanca, he sido profesor de un seminario mayor de la iglesia católica por más de 37 años, he estudiado Sagrada Escritura  continuamente, historia de la iglesia, etc.

Al examinar los alegatos comprendo con toda evidencia que ellos, los amigos del diablo, no son teólogos ni escrituristas, ni científicos. Identificar la iglesia católica con la creencia en la existencia del diablo es ya algo que supera todo límite de paciencia. Solo a un ignorante de marca mayor se le puede ocurrir tal cosa.

Pro no cabe dudas de que ellos así lo creen porque eso es lo que han oído durante toda su vida. Creo en su buena fe. Pero, ciertamente, eso que yo digo, lo dicen todos los teólogos actuales, que supongo ellos no han leído.

Quiero aclarar algunos puntos. Solo el magisterio supremo de la Iglesia Católica, dentro del catolicismo, tiene autoridad para declarar válidamente el sentido dogmático de los textos de la Sagrada Biblia. Nadie puede señalar que lo haya hechos respecto de los textos sagrados citados. Su interpretación solo pude tener un sentido personal, sin ningún carácter obligatorio para nadie. Señores lectores de la Biblia, ¿por qué no se ponen al día en estas cosas elementales?
En la iglesia católica, la existencia del diablo no es una verdad de fe. No está en el Credo, ni en ningún otro documento dogmático que haya definido la existencia del diablo como un dogma de fe. Los que crean que sí, pues que lo señalen y muestren.
Estos fervorosos amigos del diablo han hablado de lo que ignoran, por más que lo crean hasta elemento esencial de la doctrina católica. ¡Qué barbaridad!

Ustedes, amigos de Dios, sigan tranquilos, amando a ese Dios Supremo Bien, el mejor posible de los padres, amor eterno. No estamos negando ninguna verdad de nuestra fe, de la fe de la iglesia. Pero, de paso, sí podemos agradecer sus oraciones. Recuerden las palabras de Pedro: “No den resquicio al diablo”. Y mucho menos le abran la puerta de par en par. Los quiero, Viva Dios, abajo el diablo. ¿Verdad que yo soy un gran tentador?

martes, 30 de octubre de 2012

TESTIMONIO





Existen personas de exquisita sensibilidad religiosa, de intuición poderosa, sometidas a enseñanzas populares, a lenguajes inexactos, que sufren debido a que en su interior no pueden creer lo que se les enseña como si fueran verdades de la fe católica. Entre esas cosas absurdas, heredadas desde hace mucho tiempo del paganismo, está la creencia en el diablo, demonios o Satanás, entre otros nombres famosos en territorios de santería. La idea de atribuir a alguien funesto las diversas reacciones de nuestro psiquismo, pudo ser admisible en tiempos pasados, hoy las ciencias que estudian el comportamiento humano tienen explicaciones válidas para esos fenómenos que se suelen invocar como prueba de la existencia de entidades malignas destinadas a seducir al ser humano.
En este sentido les quiero ofrecer un testimonio de un familiar mío, una persona de muy honda religiosidad, una extraordinaria mujer. Ella me escribió un mensaje y, entre otras cosas, me decía:
“Tu publicación me gustó mucho, ya sé que el diablo no existe y eso me hace
muy feliz, de hecho, desde que lo supe, fue que ame a Dios, sin reservas y es
de lo mejor que me ha pasado en los últimos años, es rico amar a Dios sin
miedo y sin sentimientos de culpa, que digo rico, es Riquisimooooo”.

Amar a Dios sin reservas, esa es la cuestión. Si sabemos que alguien ha lanzado sobre nosotros seres infernales, es imposible que le amemos sin reservas. Yo quiero decir más, es imposible amarle. No existe manera de amar a quien hace tal cosa, o la permite. ¿Cómo podría llamar padre a quien me acosa con la actividad de seres perversos, pertenecientes a otro mundo? Yo no puedo ya hacerlo. Y crean, amigos, que no hay nada tan feliz como pensar en un Dios sin demonios, ni infiernos, ni cosa parecida. Un solo Dios Padre Creador.

viernes, 26 de octubre de 2012

Cumplir setenta y ocho años




Cumplir setenta y ocho años

Cuando era joven soñaba con llegar al siglo 21, simplemente al año dos mil. Tenía una preocupación muy extraña, quería saber qué clase de anciano iba yo a ser, ya que los modelos que tenía presente no eran de mi gusto. Tenía un abuelo santo, con una especial claridad para percibir lo malo y quejarse de todo. Mi padre no fue una persona feliz, apacible, debió sufrir demasiado en sus primeros años. Mi madre era dulce y tierna; tuve con ella una excelente relación, nos queríamos mucho, pero lloraba muchas veces, sufría. Yo no quería ser un viejo así, llorón y amargado.
   Cuando me hice religioso Carmelita Descalzo, observaba a los ancianos, buscando a quien imitar. Conocí religiosos ancianos muy simpáticos, como si la ancianidad no les pesara. Después, a lo largo de aquellos años de madurez, me encontré con excelentes sacerdotes que, ya muy ancianos, conservaban su prestancia y su saber con muchísima elegancia. Fue en el obispado de Matanzas, en una reunión exclusiva para sacerdotes, donde encontré un sacerdote, pasado ya de los ochenta años, que poseía una actitud frente a los asuntos importantes de la vida totalmente joven, abierta, y él, en particular, me parecía haber escapado del tiempo y vivir en el horizonte luminoso de la verdad eterna.
     Lo escogí como mi modelo de anciano. Supongo que entre el modelo y yo existe gran distancia. No obstante, me recuerdo a mi mismo el hecho elemental de que yo nací el 26 de octubre de 1934, pero estoy viviendo ahora, en el 2012, setentaiocho años después. Sería torpe que esos años transcurridos no me hubiesen servido para vivir hoy, con los pensamientos de hoy, con la gente de hoy. Me han guiado dos luces, que la verdad nos hace libres, que la verdad es el otro y sólo amándolo se alcanza la libertad.
     Hoy la alegría de conocer y amar llena mi vida de juventud, de felicidad.
También se puede ser feliz al final de la vida terrena. Somos amor y el amor es eterno. Cerca ya de la eternidad, el gozo de la vida futura se desborda hacia este hoy terreno y lo llena de paz, alegría y amor.

martes, 23 de octubre de 2012

La verdad fundamental de la fe.




Días atrás una señora, angustiada y terriblemente ansiosa, me decía: “Padre, el diablo no me está dejando dormir”. Me explicó que la noche pasada había sonado el teléfono a las doce y media y la había despertado, pero no había nadie en la línea y con la convicción más profunda que pueda suponerse, me dijo: “Era el diablo. Pero eso no fue todo, a las tres de la mañana volvió a sonar el teléfono y me despertó. No había nadie en la línea, era el diablo”
He visto a muchas personas sufriendo por causa del diablo, incluso entre personas de cierta cultura. He oído hablar del diablo tanto que me he puesto a pensar sobre el asunto. Yo creo en solo Dios Padre todopoderoso creador… Este Dios es el sumo Bien, Amor infinito, y por lo tanto, el mejor de los padres. El resultado  de mis pesquisas fue que la existencia del diablo no es una verdad de fe en la iglesia católica. Su existencia no ha sido nunca definida como verdad de fe en ningún documento de la Iglesia Católica.
Yo creo que Dios es el Sumo Bien, eterno Amor, el mejor de los padres. Esto creo. ¿Podrá el Sumo Bien, el Amor eterno, el mejor de los padres, lanzar sobre sus hijos seres perversos que los arrastren al mal? Si estas tres palabras, bien, amor y padre, significan algo, y para mí significan mucho, no es posible atribuirle a Dios tal monstruosidad. El día que lo comprendí y saqué de mi mente tal monstruo, conocí a Dios, mi padre, mi amor, y desde aquel dichoso día ando por el mundo sin ese miedo, sin ese engaño. Mi alma exultó de gozo. Dios no es ese monstruo, creador de diablos, no existe tal cosa. Ese día me creció dentro la paz de Dios, la alegría de Dios, el amor de dios, y comencé a creer hondamente en un solo Dios Padre.
Quien cree en el diablo no cree en el Dios que existe y su infundada fe sólo le sirve para tormento y miedo. Esta fe no puede hacer feliz a nadie. Yo lo sé por experiencia propia y ajena. Sea feliz, deje de creer en la existencia de diablos, demonios, y cualquier otra cosa de ese género. Crea en el único Dios  Sumo Bien, Eterno Amor, su padre, Y sea feliz.

viernes, 12 de octubre de 2012




Con quien sabemos nos ama.
 
Santa Teresa nos enseñó que no era otra cosa la oración que hablar amistosamente con quien sabemos nos ama. No sé si yo podré creer tan firmemente que Dios me ama. Si repaso la historia quizá pueda encontrar algunas razones poderosas para creerlo.
Mi existencia se debe en último término a su acción creadora, yo soy creación suya, hijo según nuestro Credo. Estoy aquí porque él quiere que yo esté aquí, un viviente sobre la tierra. Puedo creer que si me dio la existencia ha sido por amor, no por otra cosa alguna.
Creo también en la resurrección de los muertos y en la vida del mundo futuro. Si resucitaré y seré llevado al gozo eterno de su presencia cara a cara, debe ser porque él me ama. Quiso para mí el bien de existir en el tiempo y el espacio, no para dejarme en la tiniebla del no ser después de la muerte, sino para resucitarme y llevarme a vivir con él. Quizá eso haya sido por amor que me tiene.
Sentarme a hablar con él de ese amor suyo puede ser tan feliz que nadie pueda imaginarlo nunca si no tiene la experiencia misma de hacerlo. Esta es la fe que se hace oración, que se hace finísima y delicadísima felicidad.

martes, 2 de octubre de 2012

Vuelvo


Lo que importa es que vuelvo

Por diversas razones, principalmente la de no contar con el servicio de internet, he estado lejos de mi blog Felicidad. No importa, lo que importa es que vuelvo, como decía aquella área de los Gavilanes, según recuerdo. En estos meses he podido comprobar que uno solo se basta para ser feliz. Es una dicha indecible descubrir que la fuente de nuestra felicidad es el propio ser que uno es.
La única forma de estar lejos, de sentirse lejos, es alejarse de sí mismo. Yo he vivido cerca de mí, me visito diariamente, y descubro maravillado que todas las personas que quiero han estado con migo.
Durante este tiempo, desde la primera presentación hasta hoy, no solo escribí conceptos sobre felicidad, también he realizado comprobaciones, experiencias, y puedo decir, aún con más convicción, que la felicidad es una decisión. La salud, no lo discute nadie, puede ser feliz; la enfermedad, muchísimos lo dudarán, también puede vivirse con felicidad. La muerte, bueno todavía yo no he muerto, quizá  sea lo más feliz que nos va a acontecer. Yo quiero vivir felizmente mi muerte. Salir del tiempo y del espacio y entrar en lo terno e infinito, debe ser extraordinariamente feliz.
Le invito a que tome la decisión de ser feliz, sea cual sea la circunstancia en que se encuentre.

martes, 28 de agosto de 2012

LA ATENCIÓN





Puede ser que existan a nuestro alrededor maravillosas bellezas, pero no les prestamos atención, es como si no existieran. De hecho, quizás sin saber cómo, diversos individuos se hacen buscadores de faltas, de fealdades, de fatalidades y se hacen incapaces de percibir el mundo de las realidades positivas. Estas personas tienen muchos motivos acumulados para sentirse mal, para estar amargados, tristes y violentos. La palabra felicidad les suena mal, como una gran mentira; son testigos de que la vida humana no es feliz, de que existe demasiado dolor para creer en esa palabra mágica, pero engañosa.
Cuando estas personas están enfermas tienen un registro casi perfecto de sus dolencias e  incomodidades. Cuando están sanas no perciben nada feliz en su vida. Se diría que no gozan de su salud, que sufren con ella. Siempre están tensas, quejosas, malhumoradas, cínicas. Su vocabulario no contiene palabras  hermosas, ni frases bellas; si dicen algo siempre es desagradable. Se creen muy inteligentes, nada malo se les escapa, lo prevén, lo intuyen. Para lo bello, lo bueno, lo feliz, están ciegos, sordos y mudos.
Otras personas se orientan de forma que dirigen su capacidad de percepción a lo positivo, pueden ver la rosa, sin herirse con las espinas. Quizá sea verdad que muchas de estas personas no están conscientes de haber hecho esa elección, son así, pero no saben por qué. Quien se siente en medio de un mundo bello, se siente así porque lo eligió. Quien se siente en medio de un mundo sin sentido, se siente así porque eso fue lo que eligió. Muchas de nuestras elecciones caen en el campo subconsciente, pero son muy efectivas.
La guerra entre la verdad y la mentira. Dice el amargado infeliz que la vida es así, amarga y triste, esa es la verdad. El que crea que se puede vivir feliz habitualmente, se engaña. ¿Qué podemos decir? Veamos el campo de elección:
Vivir en la verdad, pero amargado y triste.
Vivir en la mentira, pero feliz.

Para mí está claro que si la verdad es amarga y triste, ahí se queda; yo me voy con la mentira. Obviamente, la más elemental lógica nos dice que lo que hace feliz la vida es la verdad. Si algo no hace feliz, es mentira. Quien vive en la verdad, y sólo él, es feliz.
Pero qué sea verdad para mí, dependerá mucho de aquello a lo que yo haya decidido ponerle atención, a la rosa o a la espina. Yo decidí acariciar el pétalo de la rosa y agradecer a la espina conservarla húmeda.

jueves, 16 de agosto de 2012

No importa la enfermedad



“No importa cuál sea la enfermedad, la respuesta es el amor”, escribió Jampolsky en su libro Enseña solo amor. Leía este libro cuando fui afectado por la apendicitis: la fiebre había subido a 42 gurdos, el dolor era realmente excesivo y yo repetía esta frase mientras llegaba el momento de ser llevado al quirófano.
También ahora he estado enfermo, y he vuelto a decir, no importa qué enfermedad sea, lo que importa es el amor. ¿Se puede estar enfermo y feliz a la  vez? Si yo he podido, no hay razón alguna para que tú no puedas también. La felicidad solo tiene el límite que tú le pongas. Es cierto que cundo se está enfermo se siente una especial necesidad de cuidados físicos y afectivos. Se experimenta una impotencia propia de cada enfermedad y de su gravedad. Creo que eso es sentir necesidad de amor, de recibirlo y de agradecerlo, que es otra forma de amor.
Así la enfermedad se puede vivir como una especial forma de felicidad, la de dar y recibir amor. El amor que los sanos nos dan y aquel  con que los enfermos responden. Yo quiero pensar ahora en aquellos enfermos solitarios, sin nadie que los cuide y los ame. ¿También ellos pueden ser felices? Sí, también ellos, porque Dios los acompaña y acaricia. Y aquellos que no tienen fe ninguna, que no creen en Dios, ¿qué pasa con ellos? A ellos los cuida y acaricia Dios con más ternura porque están más necesitados.
Existen formas visibles de felicidad, palpables, evidentes, y existen formas secretas y ocultas de felicidad, incluso para el mismo sujeto que padece. Quizá usted haya visto morir personas de forma dolorosa, en medio de una desesperación aterradora. Yo las he visto. Después, en el momento supremo, vino la paz, llegó el amor, la muerte fue vencida. Una extraña presencia feliz estaba allí. Yo lo he sentido.

lunes, 30 de julio de 2012

OLIMPIADA




San Pablo comparó la vida cristiana con una cerrera en el estadio.
El lema olímpico es: más rápido, más alto, más fuerte. Debemos emprender el camino de la felicidad con este espíritu olímpico. El corredor en el estadio sabe dos cosas importantes, donde está la meta y cuánto debe esforzarse para llegar a ella. La meta de la felicidad está lejos, hay que moverse rápido, y está bien alta, hay que subir mucho. Lejos y alta, exige un gran esfuerzo para alcanzarla, hay que ser más fuerte.
Llegar a ser feliz las 24 horas del día, de cada semana, de cada mes, de cada año, es una realidad difícil, pero alcanzable. Como el atleta, debemos someternos a entrenamientos rigurosos, a ejercicios exigentes.
Hay que entrenar la mente, hay que crear un cuadro válido de uno mismo: mi esencia es el amor, y el amor es eterno. Yo soy amor y llevo dentro la eternidad. Hay que creerlo fuertemente. Hay que tener esta convicción bien en alto. Cuando lo crea hondamente, se convertirá esta creencia en fuente de alegría, en surtidor de gozo. Así la alegría se convierte en otra meta, en otra competición. Los invito a que no desmayen, no van a colgar de su fecho una medalla dorada, sino su felicidad. Bien merece todo el esfuerzo. Sí, más rápido, más alto y más fuerte. Hsta darle alcance.

lunes, 16 de julio de 2012

Otra vez, La inteligencia.





Usar bien la inteligencia es la clave de la felicidad. La inteligencia se usa bien cuando se dirige a buscar lo verdadero, lo bueno y lo bello, que constituyen el Bien absoluto que busca el ser humano como su supremo destino. 


Dentro de ciertos ambientes cristianos se han introducido ciertos lenguajes que pueden provocar graves incomprensiones. Si piensas correctamente es que estás inspirado por el Espíritu Santo, de lo contrario, pensarìas mal.
Tenemos así dos posiciones:
Bajo el influjo del Espíritu Santo, pienso  bien
Sin el influjo del Espíritu Santo,  pienso mal.

Por lo tanto el pensar bien no es efecto de la propia inteligencia, sino del influjo del Espíritu; por el contrario, el pensar mal es por falta del influjo del Espíritu Santo.  Si esto es así, pensar bien no es efecto meritorio del sujeto humano, ni el pensar mal es efecto culpable del mismo.
Si yo admito que mi propia inteligencia, por sí misma, por su propia fuerza natural, es incapaz de pensar bien, tengo que pensar que mi inteligencia trae un muy grave defecto de fábrica. Tal como Dios me creó soy un ser desventurado. Mi creador me dio una inteligencia que sólo sirve para pensar mal. Si pienso esto no puedo ser feliz, soy una calamidad.
Dado el número tan grande de malos pensamientos que rigen las sociedades humanas, se puede deducir que el Espíritu Santo interviene muy poco. Entonces la tentación de ateísmo se hace muy fuerte.
El uso correcto de mi inteligencia con sus fuerzas naturales, tal como Dios la ha creado, si la uso bien, me llevará a conocer la verdad, el bien y la belleza. Soy responsable de mi vida. Esta inteligencia natural, como la creo Dios, es una gracia luminosa. Puedo ser feliz.

jueves, 7 de junio de 2012

EL PLAN




El plan

El proyecto de la vida, lo que se desea ser, lo que se busca para disfrutarlo, las expectativas habituales de la cultura, todo ello forma parte de la existencia  cotidiana y es algo bueno y necesario. Una pregunta muy importante en la juventud es esta: ¿qué quiero yo ser en la vida?

¿Qué quiere usted ser en la vida? Hay una respuesta necesaria, universal, de absoluta validez. ¿Cuál es esa respuesta? Ser una buena persona, es juna respuesta buena, muy buena, pero no es la primera y más fundamental.

Yo quiero ser feliz. También es una respuesta buena, pero supone otras muchas preguntas anteriores a ellas.

Lo realmente primero, aquello que soporta todo el edificio es muy simple. Sea dicho con sencillez, para ser buena persona, para ser feliz, necesita usar correctamente su inteligencia. Si este uso no correcto cometerá muchos errores que le impedirán ser buena persona, ser feliz.

Los antiguos lo llamaron Sabiduría. Y vale el nombre, sabiduría es la capacidad de usar la inteligencia de modo eficiente, Un ejemplo: afirma que nadie se debe hacer daño a sí mismo. Lo admitimos: no hay que hacerse daño a sí mismo. Sufrir es hacerse daño a sí mismo.

Entonces no tengo que sufrir por cosa alguna. Correcto.

Pero, de hecho, suceden cosas que le hacen sufrir. La inteligencia le dice no sufras, y la realidad es que sufres.

Pues el plan es someter toda la vida al dominio de la inteligencia. De tal modo que obremos siempre de manera inteligente. Será muy poco inteligente ponerse en contra del propio corazón.

Quizá sea un pensamiento  interesante para estas vacaciones.

PAREA SER FELIZ NECESITA USAR BIEN SU INTELIGENCIA.





martes, 22 de mayo de 2012

POCO CREÍBLE




Poco creíble, pero cierto: somos seres configurados para ser felices. Simplemente, necesitamos tan solo  abrirnos a la realidad que está ahí frente a nosotros, o dentro de nosotros mismos, y captarla como lo real positivo, como lo excelente, como lo maravilloso.
Dirá usted: sí, eso será algunas veces, pero otras muchas será todo lo contrario, lo que está presente es doloroso, triste, amenazante, y lo único que podemos hacer es sufrir. Exactamente, eso es lo que nos han enseñado, eso es fondo cultural activo.
Sentirnos bien o mal no depende de nosotros, sino de lo que tengamos ahí delante o dentro de nosotros mismos, como una enfermedad.  Si fuera así, estaríamos realmente encerrados en un valle de lágrimas del cual no hay salida. Muchas personas en todo el mundo viven como si fuera así de modo fatal, sin remedio alguno.

Algunas personas han decidido rechazar esta esa norma fatalista y decidir ellas mismas estar feliz con todo lo que suceda fuera o dentro de ellas, y ¡lo han logrado! ¿Cómo puede ser eso? San Juan de la Cruz escribió; “Hace tal obra el amor - después que lo conocí,- que si hay mal o bien mí, - todo la hace de un sabor, - y al alma transforma en sí”. Lo dice en la canción 11 de su poemario.
Es, pues, obra del amor. Ese gigante inmensamente poderoso, el Amor, puede hacerlo. Y lo hace si le damos lugar. Si en la tarde llueve, disfrutas la lluvia; si en la noche todo se oscurece, descansas los ojos de la luz. Si gozas de excelente salud, sientes la carne y los huesos felices. Si enfermas y te duelen, tu sigues feliz, porque los amas, porque te amas.
Parece increíble, pero es verdad. No existe situación en la vida en la que no puedas ser feliz.




martes, 1 de mayo de 2012

M A Y O-





Llega el mes de mayo, el mes de los trabadores, el mes de las flores que no trabajan y el mes de las madres, que sí trabajan y mucho. Llega el mes más feliz del año y no está permitido que nadie esté triste este mes. Sus tristezas, si las tienes, empújalas hacia el próximo mes, o mucho mejor, envíalas de vuelta al mes ya pasado. Este mes tú tienes muy especiales motivos para estar feliz.
Algunas de mis razones. Me siento muy  feliz en este mes cuando recuerdo a mi madre. Me siento muy dichoso por haber tenido una madre cariñosa, tierna, acogedora, complaciente. Ella hizo todo lo posible para que yo me sintiera siempre acogido. Creo que sembró en mí semillas increíbles de optimismo. Fui un niño muy sensible, medio llorón, todavía la recuerdo. Nunca tuvo un gesto de cansancio, ni conmigo ni con los otros cuatro hijos. Sobre la tierra no hay dicha mayor que haber tenido una madre buena.
Muchas personas no sienten que hayan tenido una madre buena, todo lo contrario, sus recuerdos están llenos de rechazos, golpes, desprecios, críticas. Eso es realmente muy triste. Pero se debe recordar algo, a pesar de todo, ella fue quien te llevó en su seno, quien te crío, quien cuidó de ti, y puedes tener la seguridad de que te amó tanto cuanto estuvo en su poder. Hizo todo lo que en las circunstancias reales de su existencia podía hacer. Amala en tu corazón.
Algunas personas en el mundo no han conocido a la madre que los trajo al mundo, otras personas asumieron ese papel con mayor o menor acierto. Quizá no haya nada tan triste como no conocer a su propia madre. Hoy puedes recordar algo absoluto, no discutible. Ella fue sin duda la persona que te llevó en su seno y te dio parte de tu herencia, la llevas contigo. Puedes mirar tus manos y decir: ¡Gracias, Mamá!  
                                   Basta para ser feliz.

domingo, 29 de abril de 2012

Pedro Romero




Andando estos días por la Feria del Libro encontré un libro titulado La Felicidad. Una conquista personal. Su autor es Pedro Romero.  Lo adquirí porque ese es mi tema preferido. Vendría bien para enriquecer mi Blog Felicidad.
Pronto hallé su Declaración.

“Considero totalmente legítimo aspirar a la felicidad en esta vida, siendo inteligentemente realistas, no torpemente ilusos, uniendo el esfuerzo a una vida éticamente sana, no permitiendo que nadie ni nada te quite la sonrisa y la paz, siendo solidarios con la felicidad de los demás, tratando de ser libre, aspirando a la plenitud más alta de las estrellas”.
Me sentí feliz de hallar una persona que cree que es posible en esta vida conquistar la felicidad. Mis congratulaciones. Obviamente esta felicidad está condicionada, solo dentro de un cierto cuadro de comportamientos se logra.
Por mi parte deseo hacer una observación especial. La felicidad no es algo que esté fuera de nosotros y tengamos que conquistar. La felicidad es el modo natural de nuestro ser. La situación es la siguiente: cuando estoy consciente del ser que soy, entonces soy feliz, porque el ser que yo soy es felicidad.
Pero no siempre estoy consciente del ser que soy, sino de los egos que me fabrico, sustitutos ilegítimos de mi ser real. Las condiciones aludidas por Pedro Romero no se refieren precisamente al constitutivo de la felicidad, sino a las condiciones en que el propio ser se manifiesta.
Es bueno recordar que la conciencia no recoge por sí misma los contenidos profundos del ser que somos. Puede, no obstante, captar su presencia mediante las actividades que lo expresan. Las señaladas por Pedro Romero son de las más importantes, aunque no sea una cuenta exhaustiva.
La conclusión es esta: nuestro ser es felicidad. Yo soy felicidad, tú eres felicidad, todos somos felicidad. Y cuando no nos sentimos felices es que no estamos sintiéndonos a nosotros mismos. Así, todo lo que necesitamos para ser felices lo tenemos de nuestra piel hacia dentro.


lunes, 23 de abril de 2012

La vida como un todo


La vida, fragmentos o un todo.

Para muchas personas su vida es un conjunto de fragmentos desagradables que forman algo así como un rosario de hechos dolorosos. Para otras personas, la vida es un conjunto de hechos felices, como un rosario de acontecimientos gloriosos. Existen también personas que hacen su rosario de cuentas  diversas, unas dolorosas, gloriosas otras, y así sus vidas son como conjuntos polivalentes. 
Si se decide ver la vida como un todo, entonces   es necesario  considerar toda  su realización, parte en la fase terrestre y parte en la fase celeste. La vida de la persona no se acaba con la muerte corporal, sino que perdura más allá de la muerte misma del  cuerpo.
Una tradición menos fundada enseña que la segunda fase, después de la muerte corporal, la vida puede terminar en la gloria eterna de Dios o en las llamas eternas del infierno. Entonces la vida en la tierra es un juego, salvación o condenación. Y nos la jugamos en cada instante de nuestra existencia terrena. Y su final depende de nosotros, de nuestras obras. En última instancia depende de nuestras obras, de nuestros méritos.
Una incertidumbre total nos abruma ante la posibilidad de morir en pecado grave, algo que nos exige vivir llenos de temor y temblor. La cosa más importante que tenemos delante es, pues, salvar el alma. A esta idea se junta otra no menos tremenda: la existencia de espíritus malignos, demonios, diablos, que, llenos de envidia y odio, intentan de mil maneras arrastrarnos al mal, lograr nuestra condenación.                                                                                                                                                                                               
Podemos mirar las cosas de otro modo, más conforme con la revelación. Nuestra salvación es un don gratuito de Dios. El mismo Dios que nos creó sin nosotros es quien nos salva sin nosotros, por su infinito amor. Esta mitad de la vida, después de la muerte corporal, se desarrolla en una realidad infinitamente feliz. Sin excepción alguna, todos vamos a participar en ella.
La consecuencia es esta: si todos vamos a ser salvados, si nadie se va a condenar, todos podemos marchar por esta vida llenos de alegría, de paz y de amor Mañana será necesariamente un día feliz, ahora vamos hacia allá, cantando y bailando, con la boca llena de risas. Ahora podemos proclamar la gloria de Dios. El Dios que nos crea con tanto amor, al final nos ama aún más y nos salva por su misericordia. Somos herederos de la vida eterna, alegrémonos, pues, mientras vamos de camino.
La vida nuestra es un todo, no un conjunto de  fragmentos, un todo final eternamente feliz. Por eso podemos revestir nuestra existencia con la luz inmortal, esa misma que deseamos profundamente. No le quepa duda, usted puede ser feliz más allá de lo nunca imaginado.
                             

viernes, 6 de abril de 2012

jueves, 5 de abril de 2012

Cristo Crucificado


Cuando yo sea levantado atraeré a todos hacia mí.

 Ya te veo levantado en la cruz, Cristo mío. Perdóname, pero no veo cómo podrás atraerme, cuando te veo así, tan rígido, tan doloroso, tan muerto. ¿Cómo podrás atraerme?

 - Solo piensa que trato de mostrarte un amor más fuerte que la muerte. No pienses que estoy aquí crucificado por algún pecado tuyo, no lo pienses. Aquí estoy únicamente por mi amor a ti, porque no hay amor más grande que dar la vida.

 Pero no tenías que hacer eso para mostrarme tu amor, yo nunca te pediría tanto, ahora me das miedo, no sé cómo mirarte y verme atraído por ti. Verte crucificado es muy fuerte para mí.


- Mirándome así, a pesar de todo, puedes ver la verdad. Yo vine para llevarte a la gloria y mira si te amaba, que cuando ellos no lo entendieron y me crucificaron, yo bajé a lo más hondo de tu miseria, la muerte. Tuvo que ser así, también en la muerte, en la más absoluta ignominia, para que comprendas que mi amor llega tan lejos, tan hondo, tan inmenso, que ni la muerte puede ser barrera entre tú y yo.

 Pero no sé, Cristo de amor, cómo me puedes atraer a ti con ese incomprensible gesto, si yo no sé amar, si no daría la vida por nadie: a mí, que sólo busco mi bienestar, mi comodidad, que tengo tanto miedo al dolor, ¿cómo podrás atraerme estando tú tan alto y yo tan bajo?

 - Sí, estoy alto, elevado en este estandarte, para decirte: no temas, hoy estarás conmigo en el paraíso.

Ante el Cristo crucificado

- Cuando yo sea levantado atraeré a todos hacia mí. Ya te veo levantado en la cruz, Cristo mío. Perdóname, pero no veo cómo podrás atraerme, cuando te veo así, tan rígido, tan doloroso, tan muerto. ¿Cómo podrás atraerme? - Solo piensa que trato de mostrarte un amor más fuerte que la muerte. No pienses que estoy aquí crucificado por algún pecado tuyo, no lo pienses. Aquí estoy únicamente por mi amor a ti, porque no hay amor más grande que dar la vida. Piensa que yo he dado la vida por ti. No mires mi ,muerte, Mira mi amor. Pero no tenías que hacer eso para mostrarme tu amor, yo nunca te pediría tanto, ahora me das miedo, no sé cómo mirarte y verme atraído por ti. Verte crucificado es muy fuerte para mí. Me haces sentir culpable. - Mirándome así, a pesar de todo, puedes ver la verdad. Yo vine para llevarte a la gloria y mira si te amaba, que cuando ellos no lo entendieron y me crucificaron, yo bajé a lo más hondo de tu miseria, la muerte. Tuvo que ser así, también en la muerte, en la más absoluta ignominia, para que comprendas que mi amor llega tan lejos, tan hondo, tan inmenso, que ni la muerte puede ser barrera entre tú y yo. Pero no sé, Cristo de amor, cómo me puedes atraer a mí con ese incomprensible gesto, si yo no sé amar, si no daría la vida por nadie: a mí, que sólo busco mi bienestar, mi comodidad, que tengo tanto miedo al dolor, ¿cómo podrás atraerme estando tú tan alto y yo tan bajo? - Sí, estoy alto, elevado en este estandarte, para decirte: no temas, hoy estarás conmigo en el paraíso.

lunes, 19 de marzo de 2012

LA CONDICIÓN ABSOLUTA

La experiencia más negativa que alguien puede tener, la más insidiosa y venenosa, es el rencor. Quien elige el rencor, haga lo que haga, solo puede sentirse infeliz. Como usted y yo estamos intentando ser personas que viven con felicidad, debemos prestar mucha atención para advertir la existencia de ese sentimiento, llamado rencor. El rencor es un enojo profundo y persistente; un resentimiento arraigado que desequilibra y enferma el cuerpo y la mente. En esas condiciones es imposible ser feliz. Existen experiencias de rencor plenamente conscientes, cultivarlas es como tomar un veneno que tarde o temprano nos mata. El rencor implica muchas posiciones psíquicas negativas. Como creer que alguien nos hizo daño en nuestra propia dignidad de persona, y continuar con ese sentimiento de humillación. En realidad, quizá sea verdad que alguien pudo hacer cosas muy atroces con nuestro cuerpo, pero nadie puede tocar nuestro yo real, es invulnerable. Otra posición falsa es creer que es correcto sentirse uno mal por lo que otros hicieron con nosotros, que eso nos obliga a sentirnos mal, no es verdad, no estamos obligados a sentirnos mal por lo que otros nos hayan hecho. El rencor es siempre un mal para quien lo guarda. Existe larvadamente otro rencor, escondido en los fondos del subconsciente y desde allí nos turba, nos enferma. La dificultad ahora es que no podemos actuar sobre él porque está fuera de la conciencia. Si alguien presta atención a su vida psíquica en algún momento puede sentirlo y abrir su conciencia dejando que se manifieste. ¿Qué se puede hacer cuando se descubre un rencor que ha permanecido inconsciente? En primer lugar, no culparse por haberlo tenido escondido. Ahora que saber que todo sentimiento negativo que no se aclara o no se habla, se vuelve contra nosotros mismos y nos afecta. Lo primero sea aclararlo lo más posible, verlo con toda claridad, cómo nace, de qué hechos, y no culparse por ello. ¿Cómo se logra eliminarlo? La palabra exacta sería, mediante el perdón. En el hecho rencoroso se implican personas y un acontecimiento. Para borrar el sentimiento de rencor es necesario ver las cosas de otra forma. El acontecimiento pudro ser tremendo, de efectos muy dolorosos. Hemos estado en esas situaciones, pero no estamos obligados a seguir sufriendo por ello. Decidimos no hacernos mal a nosotros mismo por eso. Después podemos comprender que aquel suceso fue una admirable oportunidad de crecimiento personal.Ahora lo contamos a los otros como una de las más interesantes cosas de la propia vida. Aquello que fue causa de mucho dolor, de mucha infelicidad, se vuelve ahora causa de satisfacción y alegría. Si alguien nos quiere, y sabe, nos pedirá que perdonemos. Entonces la luz de la poaz, del gozo y del amor, llenará nuestra existencia.

miércoles, 7 de marzo de 2012

Su contribución

En este mundo, en esta hora, todos debemos hacer nuestra contribución a la humanidad y cooperar con el bien de todos. Ayudar en lo que los otros necesitan es nuestro deber. Nadie necesita su guerra, ni usted mismo, sería bueno que usted se ahorre su guerra. En cambio, le tierra está sedienta de paz, millones de personas necesitan paz, haga su contribución a la paz. Quizá usted piense con mucho realismo, por supuesto, que usted no puede hacer nada por la paz del mundo, que no está en su mano. No debe olvidar que esa contribución a la paz que usted debe es sólo su propia paz. Todos necesitamos su paz, no nos deje con el corazón vacío. Por favor, debe darnos su paz, la suya, la que usted vive. Tiene que vivirla usted para todos nosotros. Le quiero recordar que nos debe también su alegría. Mire cuanta gente triste hay en el mundo. Necesitamos su alegría, la suya, la misma que usted necesita para sí mismo. No, su tristeza no la necesita nadie. Por favor, deje la tristeza en la próxima esquina. Sobre la tierra hay una presión enorme de tristeza, no añada la suya. Pague su tributo de alegría a la humanidad. Pregunté ayer a una rosa marchita por qué estaba así y me respondió que estaba así, abrumada por la tristeza de quienes pasaron a su lado durante todo el día. Por todos nosotros tiene usted obligación de estar alegre. Compréndalo, necesitamos su alegría. Su tristeza, no, ¿para qué? Cuando pague su contribución de paz y alegría, comprenderá que le falta todavía pagar la deuda más cara y necesaria, la deuda de su amor. La tierra ya no aguanta más odio, la violencia se apodera de todos sus campos y de todas ciudades, imposible continuar así. Necesitamos amor, necesitamos el suyo; usted nos lo debe. Si no le merece amor ninguno a usted mismo, que prefiere odiarse, no lo haga, ámese mucho, no tanto por usted, sino por nosotros, por todos, por la humanidad. Su amor cuenta para todos, se lo exigimos. De guerras, odios y tristezas, la tierra se ha convertido en un valle de lágrimas donde vivimos gimiendo y llorando. Tanta gente infeliz, sin paz, si alegría, sin amor. Por eso todos estamos en deuda, por no pagar el tributo de nuestra paz, alegría y amor. ¿Será verdad que es tan trabajoso ser feliz? Yo necesito que usted lo sea.