jueves, 13 de junio de 2013

INTIMIDAD


La felicidad implica un alto contenido de intimidad. Es una exigencia del ser social del ente humano. Muchas personas experimentan graves dificultades cuando están en una relación cercana con otros individuos.  Existen sujetos que ponen un metro de distancia mínima respecto del otro, como si temieran ser invadidos. Por el contario, otros se sienten cómodos cuando la distancia tiende a 0. 
La intimidad no se mide por la distancia de los cuerpos, sino por la cercanía de las almas. Me contaba una persona que a ella le aterraba la soledad. Le expliqué que ese era un muy buen tiempo para la intimidad, para estar con ella misma. No lo puedo afirmar categóricamente, pero tengo la impresión de que el miedo a la soledad abunda más entre las mujeres, por bellas que sean.
Quien no siente el bienestar de estar asolas consigo mismo, carece de intimidad, vive necesariamente huyendo de su sombra. Así no se experimenta felicidad.  Quiero decir que la felicidad es una experiencia de la intimidad, como el olor del perfume de mi propia existencia.  Yo lo disfruto mucho a la vuelta de un mal estomacal. Sentirse sano es profundamente feliz. Amo a las personas vitales.
Yo me siento lo más importante y valioso que existe sobre la tierra. ¡Qué feliz es existir¡ Pero cuando te miro a ti siento que eres lo más importante y valioso que existe. Y siento una doble felicidad, la de ser yo y la de que tú seas tú. Esto sería de alguna manera la intimidad. Ahí estoy yo y estás tú y él, y la luz de las estrellas, los santos y los pecadores, y los ángeles. En esa soledad sonora de la intimidad descubro que yo soy un poco todo el universo, que existe una misteriosa presencia de cada cosa en mi luz propia interior,  Que yo soy uno con la totalidad, con el Todo. Pero cuando estoy fuera de mí, acompañado solo de sombras, es imposible que sienta felicidad.

Es en la intimidad de cada uno donde la felicidad ha puesto su trono