lunes, 26 de agosto de 2013

FELICIDAD EN TIEMPOS MALOS





Para la inmensa mayoría de la humanidad la felicidad es escasa y se cosecha solo en tiempos buenos. Para muchas personas, los tiempos buenos son pocos y los malos muchos. Quizá usted conozca personas que pasan casi todo el día quejándose de todo. Parece incluso que encuentran cierto placer en ello.
A veces suceden cosas que hubiéramos preferido que no sucedieran y nos sentimos con una tendencia interior a sentirnos mal. Se insinúa un estado de depresión, como de una inevitable tristeza. ¿Qué hacer? Aprender a sentirse bien aún sintiéndose mal. Es inevitable que sucedan esas situaciones. Nos afectan porque vivíamos con la certeza de que no tendrían lugar cosas desagradables. Más temprano que tarde llegaron y nos sorprendieron.
Si hemos desarrollado la capacidad de analizar nuestros propios estados anímicos, ahora hay una buena oportunidad para entrar dentro de nuestro propio interior y ver allí los girones de tristeza de sutiles egos que nos habitan. Es muy bueno oír sus llantos y sonreírnos con ellos. No cometa el error de atacarlos, ellos son débiles, impotentes, mejor los consuela.  La posibilidad de vivir sin egos existe solamente después del purgatorio.
La experiencia de estas debilidades frente a lo adverso, más exactamente, ante lo indeseado, podría provocar nuestro buen humor y cambiar los llantos en risas. Es la felicidad en tiempos malos.

Sería una buena decisión aprovechar los tiempos buenos para ejercitarse en cultivar paz interior, ecuanimidad, serenidad. Con esa preparación, cuando arrecien los tiempos malos, se estará en posición de soportar la tormenta. Y casi milagrosamente, en medio de ella, una delicada alegría mansa, emerge del interior, como la estrella que, en la noche, se deja ver entre los rotos de  las nubes. Siempre es posible estar feliz.

lunes, 19 de agosto de 2013

FENOMENOLOGÍA DE LA FELICIDAD




A veces resulta difícil hablar, o escribir, acerca de la felicidad. Creo que la felicidad es como una niña pequeña que hay que resguardar  del frío, del viento, de la humedad;  no exponerla a las inclemencias del tiempo. En estos días he sentido una interior felicidad negada a que escriba de ella, tan tierna, tan delicada, tan indecible, y he tenido como escrúpulo de ponerla en letras y sea profanada.
Sentirse sano, sin enfermedades, claro que es feliz. Conseguir aquello que se desea es satisfactorio, es feliz. Recibir reconocimiento de las personas importantes es agradable, es feliz, y se puede expresar con palabras. Pero existe un sentimiento interior de bienestar espiritual que no desea ser expuesto, es absolutamente personal, íntimo. Sucede cuando me encuentro conmigo en un nivel de profundidad en que una milagrosa luz brilla tan mansa y amorosa que se hace inaccesible. Allí, en ese reino de paz
Después, como avergonzada emerge una imagen inédita de mi mismo, ajena, extraña, nueva, pero la única auténtica que siempre he sido. En esa foto soy feliz, soy independiente, soy yo. Es una imagen que nadie ha visto, ni yo antes. Ahora la veo por primera vez y me pregunto, ¿con que este era yo? Una sorpresa muy grande para mí.   

Es muy bueno, y muy necesario, hacer contacto alguna vez en la vida con esa zona interior imperturbable en la que cada uno se reconoce siendo él mismo un ser feliz. Es la experiencia inefable de ser felicidad, que es mucho más que tener felicidad o que estar feliz. Tener y estar son cosas que pueden pasar, pero ser no, no pasa, es para siempre. La certeza absoluta de ser felicidad, en medio de este mundo cambiante y triste, es un acontecimiento finísimo, intangible casi para quien lo vive. Es como haber estado con Dios.