Los caminos hacia la felicidad son muy especiales, pero no inconfundibles; aparecen muchos atajos que invitan a llegar a la felicidad de forma rápida y eficaz. Las culturas han desarrollado criterios para alcanzar el placer, el bienestar, la alegría, y con ello algunos momentos de felicidad. Se da por supuesto que no se puede lograr un estado permanente de felicidad, los atajos sólo llevan a especiales momentos de “felicidad”, que es lo único posible.
Existe una frase consagrada que lo expresa muy bien: “Vivir la vida”. He visto a personas jactarse de haber vivido la vida, lo cual consistió en engañar muchachas ingenuas, en practicar sexo a ambas manos, en no dejar de ir a ninguna fiesta divertida, a emborracharse cada fin de semana, en buscar bronca con casi todo el mundo, en convertir la noche en día, y el día en noche. A esto se añade haber sido un mal estudiante, un peor trabajador, un esposo infiel y cruel, un padre desastroso. Esta persona sentada ya sobre la otra mitad de la rueda de la vida, tenía un consuelo para todos sus fracasos, había “vivido la vida”.
En comer existe cierta felicidad, que puede ser simplemente la satisfacción de ingerir los alimentos necesarios, a lo que se puede añadir el compartir la mesa con otras personas. Pero quien tome el atajo de comer para estar feliz, si tiene la posibilidad de contar con manjares exquisitos, logrará una satisfacción de orden vegetativo común con el resto de los animales. Por eso atajo se llega a la obesidad, no a la felicidad.
Puede ser agradable tomar ciertos licores, nadie lo duda. Pero ese atajo lleva al alcoholismo, no a la felicidad. Para muchas personas celebrar algo significa consumir copiosamente bebidas alcohólicas. Sentirse bien no está en ellas, deben ser estimuladas por líquidos intoxicantes provenientes del exterior.
Un atajo destructor es el universo de las drogas, las suaves y las fuertes. Quien entra en este mundo, está perdido. La drogadicción no lleva a la felicidad, sino a la ruina total. Por situaciones sumamente complejas muchos jóvenes hoy arrastran una pesadumbre tan enorme que no encuentran alivio sino saliendo de sí mismos, perdidos en una total enajenación. Ellos no pueden creer que exista algo como la felicidad.
La bandeja que más se ofrece en los medios de comunicación actualmente es la del sexo. Vivimos un tiempo pansexualizado. La felicidad se promete para aquellos que logren una mayor cantidad de experiencia sexual con un mínimo de compromiso. Este camino tan promovido hoy lleva a una incapacidad de amar al otro como persona y poco a poco a una pérdida de sensibilidad humana que se manifiesta luego como rabia, hostilidad, y finalmente tristeza. ¿No es esa la historia de la mayoría de los matrimonios? Quizá se alegue falta de comunicación en la pareja. Y puede ser verdad, no hay comunicación, y no la hay porque no hay nada que comunicar. Si tuvieran la capacidad de comunicarse podrían decirse: “yo me casé contigo para tener sexo en casa, pero ya me aburres; por lo demás, tampoco me interesa ninguna otra cosa de ti”. Tampoco este atajo conduce a una experiencia largamente feliz.
Otro objeto que recibe gran propaganda es el bienestar material, la riqueza, las comodidades de la vida, el estar a la última moda en el uso de los artefactos de todas clases. Es mucho más cómodo ver televisión que tratar con una persona. Se puede ir de un canal a otro buscando lo que nos agrade, eso ya no se puede hacer así con los individuos, a las personas no nos gustan que nos trasteen. Quizá sea más fácil comunicarse vía electrónica con una persona al otro lado del mundo que con aquella que está sentada a nuestro lado.
Hay tanta gente infeliz porque andan buscando felicidad por atajos que no llevan a ella, sino todo lo contrario, apartan de la misma.
Entonces ¿Qué lleva a la felicidad?
Queremos confrontar la tesis de muchísima gente de que la felicidad no es posible en esta vida. El intento es mostrar que si es posible.
jueves, 15 de mayo de 2008
viernes, 2 de mayo de 2008
Nuestra naturaleza
Quiero dedicar esta reflexión especialmente a las personas que han hecho algún comentario a mis exposiciones. Si a ustedes se les ha ocurrido la pregunta de si yo soy una persona feliz siempre y en todas las situaciones, quiero aclararles que yo soy una persona feliz la mayor parte del tiempo y en casi todas las circunstancias. La perfección no se alcanza en esta vida, es la meta de toda ella. Pero me siento muy bien pensando que mi destino no es el sufrimiento, sino la felicidad.
La naturaleza de la persona humana es paz, alegría y amor. Entre el ser y la conciencia median las actividades, que son las que se hacen concientes, quedando nuestro ser siempre en un plano por debajo de la conciencia. La conciencia se rige por leyes de umbrales máximos y mínimos, para que una luz sea percibida es necesario que tenga una determinada intensidad. Supongo conocido todo el tema.
Así que registramos los acontecimientos por su intensidad. Ciertamente las personas tienen dedos en sus manos. Cuando alguien se hiere un dedo, se le vuelve especialmente consciente. Si se forma parte de un suceso fuerte uno se hace consciente del mismo, siendo igual que sea agradable o desagradable. Desde cierto nivel de intensidad de los estímulos las personas se hacen conscientes. Lo que está por debajo de ese nivel no es percibido, es como si no existiera.
Una persona se puede encontrar en tres situaciones diversas. Cuando es afectada por estímulos fuertes y positivos, cuando es afectada por fuertes estímulos negativos, cuando no es afectada por ningún estímulo fuerte. En el primer caso la persona se siente bien, es feliz; en el segundo caso la persona se siente mal, es infeliz. En el tercer caso la persona generalmente, si no tiene un entrenamiento especial, no siente nada, si no es aburrimiento. En esta situación la persona se siente mal, aburrida, sola.
Pero, ¡oh misterio!, es en esta situación de soledad donde se puede percibir la paz, la alegría y el amor que somos. Quien desee estar feliz deberá entrenar su mente para percibir ese fondo silencioso del propio ser, lejos de toda actividad mental, en el que se hace consciente la paz, la alegría y el amor que está brotando del ser que somos, y que no brotan de las actividades que realizamos.
El entrenamiento comienza con la inteligencia de que debemos disminuir lo más posible el impacto de los acontecimientos, tanto positivos como negativos, que nos afecten. Todo se pasa, escribió santa Teresa. No le de importancia a los acontecimientos, quítesela. Abandone los superlativos.
Ello facilita guardar una mayor cantidad de energía para dirigirla a la intimidad, a los sentimientos generales de paz, alegría y amor.
En temas ya desarrollados se pueden encontrar ideas que ayudan a comprender algo mejor lo que estoy intentando explicar. La persona que logre mantener la conciencia de su propio ser, cuerpo, psiquismo y espíritu, como una unidad integradora de su yo, quizá no siempre en un primer plano consciente, sí como telón de fondo, se sentirá feliz, con paz, alegría y amor.
El que no se sienta así se debe a que la atención está atraída por las actividades que se dirigen al mundo exterior, donde todo es cambiante, inseguro, peligroso. En la interioridad se experimenta una cierta invulnerabilidad fundamental que libera del miedo al mundo. Si se le da demasiada importancia a ese mundo inestable y amenazante, la atención estará orientada hacia él, y ajena del propio ser que se es. Entonces el miedo, la rabia y la tristeza reinarán en la existencia de la persona haciéndola cada vez más infeliz. No haga eso.
Usted es paz, alegría y amor por naturaleza, reste importancia a lo que se muda, en cambio de toda la importancia a lo eterno, el amor es eterno, la paz es eterna, la alegría es eterna.
La naturaleza de la persona humana es paz, alegría y amor. Entre el ser y la conciencia median las actividades, que son las que se hacen concientes, quedando nuestro ser siempre en un plano por debajo de la conciencia. La conciencia se rige por leyes de umbrales máximos y mínimos, para que una luz sea percibida es necesario que tenga una determinada intensidad. Supongo conocido todo el tema.
Así que registramos los acontecimientos por su intensidad. Ciertamente las personas tienen dedos en sus manos. Cuando alguien se hiere un dedo, se le vuelve especialmente consciente. Si se forma parte de un suceso fuerte uno se hace consciente del mismo, siendo igual que sea agradable o desagradable. Desde cierto nivel de intensidad de los estímulos las personas se hacen conscientes. Lo que está por debajo de ese nivel no es percibido, es como si no existiera.
Una persona se puede encontrar en tres situaciones diversas. Cuando es afectada por estímulos fuertes y positivos, cuando es afectada por fuertes estímulos negativos, cuando no es afectada por ningún estímulo fuerte. En el primer caso la persona se siente bien, es feliz; en el segundo caso la persona se siente mal, es infeliz. En el tercer caso la persona generalmente, si no tiene un entrenamiento especial, no siente nada, si no es aburrimiento. En esta situación la persona se siente mal, aburrida, sola.
Pero, ¡oh misterio!, es en esta situación de soledad donde se puede percibir la paz, la alegría y el amor que somos. Quien desee estar feliz deberá entrenar su mente para percibir ese fondo silencioso del propio ser, lejos de toda actividad mental, en el que se hace consciente la paz, la alegría y el amor que está brotando del ser que somos, y que no brotan de las actividades que realizamos.
El entrenamiento comienza con la inteligencia de que debemos disminuir lo más posible el impacto de los acontecimientos, tanto positivos como negativos, que nos afecten. Todo se pasa, escribió santa Teresa. No le de importancia a los acontecimientos, quítesela. Abandone los superlativos.
Ello facilita guardar una mayor cantidad de energía para dirigirla a la intimidad, a los sentimientos generales de paz, alegría y amor.
En temas ya desarrollados se pueden encontrar ideas que ayudan a comprender algo mejor lo que estoy intentando explicar. La persona que logre mantener la conciencia de su propio ser, cuerpo, psiquismo y espíritu, como una unidad integradora de su yo, quizá no siempre en un primer plano consciente, sí como telón de fondo, se sentirá feliz, con paz, alegría y amor.
El que no se sienta así se debe a que la atención está atraída por las actividades que se dirigen al mundo exterior, donde todo es cambiante, inseguro, peligroso. En la interioridad se experimenta una cierta invulnerabilidad fundamental que libera del miedo al mundo. Si se le da demasiada importancia a ese mundo inestable y amenazante, la atención estará orientada hacia él, y ajena del propio ser que se es. Entonces el miedo, la rabia y la tristeza reinarán en la existencia de la persona haciéndola cada vez más infeliz. No haga eso.
Usted es paz, alegría y amor por naturaleza, reste importancia a lo que se muda, en cambio de toda la importancia a lo eterno, el amor es eterno, la paz es eterna, la alegría es eterna.
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