Nace un niño. El cielo se llena de canciones de ángeles. Gloria a Dios en lo alto. En la tierra paz para los hombres. Sí, necesitamos paz para que los niños que nacen puedan vivir. Nace el Hijo de Dios hecho hombre. Nace el hombre hecho hijo de Dios. Nada se puede comparar con la maravilla de nacer en esta tierra. Nada puede ser más portentoso. Nacer en la tierra es nacer para el cielo, para la vida eterna, para el gozo de la gloria de Dios.
La paz es condición inexcusable para el nacimiento de los seres humanos. Es el acontecimiento más feliz que ocurre en esta tierra bendita. Bendita a pesar de todas las cosas. Es casi necesario que en este tiempo de guerra, de terrorismos, de violencia, no se quiera tener hijos. Porque ellos nacen para la vida, y no tiene sentido traerlos a un mundo donde les espera la muerte. No es real el que la humanidad haya construido un orden en el que sea factible lograr felicidad. Quienes la busquen deberán emigrar muy lejos de las condiciones creadas.
Los abortistas hablan de derechos de la mujer. No saben lo que hacen. No se trata de derechos, sino de la situación horriblemente inhumana que imposibilita tener hijos. En este mundo doloroso, que ha declarado una guerra implacable a la vida, no puede haber interés en que alguien nazca. Quizá todos los argumentos aducidos solo sean reflejos del odio a la vida que domina estas sociedades. Escuché debatir a un venerable cuerpo legislativo sobre el derecho al aborto durante más de cuatro horas, sin que se dijera ni una sola palabra acerca del ser humano que sería eliminado. No importaba para nada.
En la actualidad, cuando un niño nace en el seno de una familia, dos fuerzas ejercen su poder sobre la conciencia de los padres, una claramente percibida, el gozo de que le ha nacido al mundo un ser humano, y, por otro lado, la incertidumbre oscura y fatal de que nadie puede predecir en qué mundo vivirá. Las profecías legendarias anuncian catástrofes ominosas; pero las previsiones más rigurosamente científicas no son tampoco muy optimistas.
Es sin duda y a pesar de todas las situaciones, muy feliz que nazca un niño. En esta Navidad debemos sentir la alegría del Nacimiento de Jesús, porque él hizo infinitamente valioso el hecho de que alguien naciera en este mundo.
¡FELIZ NAVIDAD!