La tristeza es un sentimiento de pesar, un sufrimiento por la pérdida de algo estimado, deseado, querido. Ese sentimiento de pérdida, cuando se refiere a la muerte de un familiar, un amigo, alcanza un alto nivel de poner sobre nosotros y nos vemos envueltos en la tristeza, sin que veamos que pueda ser de otra manera. No sería aceptable que alguien estuviera muerto de risa en el sepelio de su mamá. No obstante, la tristeza es siempre una experiencia negativa, no aprovecha a nadie y perjudica a quien la tiene y a su entorno. La tristeza tiene muchos grados, no es un fenómeno simple. De todas sus especies y clases se puede, y se debe decir, que es una reacción irracional.
La compasión es un sentimiento noble que eleva a quien la tiene, Esta compuesta por dos elementos básicos, la inteligencia de lo que sucede, y la acogida de quien se encuentra en la situación negativa. Hacía la persona que está en situación dolorosa la compasión se abre a la comprensión de su situación. Se da una visión reflexiva de lo acontecido. Existen pérdidas que resultan ganancia y, aveces también ganancias que son pérdidas. La persona compasiva puede distinguir estas situaciones y reaccionar frente a ellas de una forma constructiva. Quien ha sufrido una desgracia se siente sólo y en algún momento necesita ser acompañado. Este es el momento de ser acogido, lo que es de gran importancia para quien está afligido. Quien está triste se siente sumergido en la oscuridad, la luz ha huido de su corazón. La persona compasiva permanece llena de luz, de paz, de amor, y en ella el triste encuentra un puerto acogedor.
¿Cómo podría una persona que está triste por una pérdida significativa cambiar este sentimiento en compasión y recobrar la paz, volver a la luz? Cuando una persona sabia experimenta un determinado sentimiento, lo primero que hace es reconocer que lo está viviendo. En esta observación se le aclaran muchas circunstancias del mismo y se produce una iluminación interior que le permite valorar la validez del sentimiento mismo y volver a la luz.
Dentro de la cultura propia existen diversos programas a los que las personas se deben atener. Si alguien de la familia muere, las mujeres deben expresar su dolor con grandes lloros y griterías, a su vez los hombres deberán tomar una actitud de pesadumbre. Quienes no lo hagan así se ven expuestos al rechazo social: “miren qué poco quería a la persona difunta”. Bien, usted se siente grandes deseos de expresar su dolor, hágalo, y después, suficiente tiempo después, cuestione los hechos. Vea su racionalidad.
Desde la perspectiva de nuestra fe cristiana sabemos que todo lo perdido va a ser encontrado, todo lo marchito va a ser reverdecido, todo lo muerto va a ser resucitado. Entonces no hace falta llorar por lo perdido porque va a ser hallado, ni por lo marchito, va a reverdecer, ni por lo muerto, va a resucitar. Quien entienda esto y lo practique podrá sentir mucha compasión, pero no tristeza. Por otro lado no tendrá ninguna necesidad de cumplir con esos programas sociales de griterías y lloros.
La compasión es un sentimiento noble que engrandece a la persona, la tristeza es una reacción aprendida, destructiva de la persona. Nadie necesita su tristeza, ni sus lágrimas. Todos estamos necesitados de su paz, de su luz, de su amor.
En circunstancias muy especiales, como accidentes graves, catástrofes, los que están envueltos en ellos no necesitan para nada la tristeza de nadie, sino la paz, la compasión, la acogida. No es tiempo para ponerse a llorar, es tiempo de actuar, brindar auxilio, solidaridad. Esto ennoblece. Nadie, ni sano, ni muriendo, necesita nuestra tristeza, sino nuestra paz, nuestra alegría imperturbable, nuestro amor incondicional. Y en muchos casos lo que más se necesite sea nuestra inteligencia para afrontar la situación y ella trabaja mucho mejor en la luz que en la tiniebla de la tristeza.
El ser humano ante lo triste, lo doloroso y destructivo, tiene una alternativa, elegir la compasión, noble sentimiento que engrandece al ser humano. También aquí, en medio de la tragedia, se puede vivir felicidad, de mucha y finísima calidad.
La compasión es un sentimiento noble que eleva a quien la tiene, Esta compuesta por dos elementos básicos, la inteligencia de lo que sucede, y la acogida de quien se encuentra en la situación negativa. Hacía la persona que está en situación dolorosa la compasión se abre a la comprensión de su situación. Se da una visión reflexiva de lo acontecido. Existen pérdidas que resultan ganancia y, aveces también ganancias que son pérdidas. La persona compasiva puede distinguir estas situaciones y reaccionar frente a ellas de una forma constructiva. Quien ha sufrido una desgracia se siente sólo y en algún momento necesita ser acompañado. Este es el momento de ser acogido, lo que es de gran importancia para quien está afligido. Quien está triste se siente sumergido en la oscuridad, la luz ha huido de su corazón. La persona compasiva permanece llena de luz, de paz, de amor, y en ella el triste encuentra un puerto acogedor.
¿Cómo podría una persona que está triste por una pérdida significativa cambiar este sentimiento en compasión y recobrar la paz, volver a la luz? Cuando una persona sabia experimenta un determinado sentimiento, lo primero que hace es reconocer que lo está viviendo. En esta observación se le aclaran muchas circunstancias del mismo y se produce una iluminación interior que le permite valorar la validez del sentimiento mismo y volver a la luz.
Dentro de la cultura propia existen diversos programas a los que las personas se deben atener. Si alguien de la familia muere, las mujeres deben expresar su dolor con grandes lloros y griterías, a su vez los hombres deberán tomar una actitud de pesadumbre. Quienes no lo hagan así se ven expuestos al rechazo social: “miren qué poco quería a la persona difunta”. Bien, usted se siente grandes deseos de expresar su dolor, hágalo, y después, suficiente tiempo después, cuestione los hechos. Vea su racionalidad.
Desde la perspectiva de nuestra fe cristiana sabemos que todo lo perdido va a ser encontrado, todo lo marchito va a ser reverdecido, todo lo muerto va a ser resucitado. Entonces no hace falta llorar por lo perdido porque va a ser hallado, ni por lo marchito, va a reverdecer, ni por lo muerto, va a resucitar. Quien entienda esto y lo practique podrá sentir mucha compasión, pero no tristeza. Por otro lado no tendrá ninguna necesidad de cumplir con esos programas sociales de griterías y lloros.
La compasión es un sentimiento noble que engrandece a la persona, la tristeza es una reacción aprendida, destructiva de la persona. Nadie necesita su tristeza, ni sus lágrimas. Todos estamos necesitados de su paz, de su luz, de su amor.
En circunstancias muy especiales, como accidentes graves, catástrofes, los que están envueltos en ellos no necesitan para nada la tristeza de nadie, sino la paz, la compasión, la acogida. No es tiempo para ponerse a llorar, es tiempo de actuar, brindar auxilio, solidaridad. Esto ennoblece. Nadie, ni sano, ni muriendo, necesita nuestra tristeza, sino nuestra paz, nuestra alegría imperturbable, nuestro amor incondicional. Y en muchos casos lo que más se necesite sea nuestra inteligencia para afrontar la situación y ella trabaja mucho mejor en la luz que en la tiniebla de la tristeza.
El ser humano ante lo triste, lo doloroso y destructivo, tiene una alternativa, elegir la compasión, noble sentimiento que engrandece al ser humano. También aquí, en medio de la tragedia, se puede vivir felicidad, de mucha y finísima calidad.