lunes, 26 de septiembre de 2011

El Sumo Bien



El Sumo Bien.
“¡Oh. Señor, qué dulce será para mi tu presencia,
que eres sumo bien!”

Los que creemos en Dios, el Sumo Bien, tenemos la oportunidad de llenar nuestra conciencia con su presencia. Ya sé que este mundo en que vivimos, es como es. Pero, en realidad, vivimos en la presencia del Sumo Bien. Cuando digo “Creo en un solo Dios Padre todopoderoso creador”, puedo sentir que su presencia lo llena todo, como creador, como padre, como todopoderoso. Cuando lo hago, siento my extrañamente una indescriptible ternura, una presencia tan suave y amorosa, como nadie la puede causar. Lo divino es tan inefablemente delicado, como pudiera ser el beso de un ángel que besara tu corazón a través del pétalo de una rosa.
Para muchas personas, Dios es un almacén donde van a pedir todo lo que les falta y siempre está vacío. También existen personas para las cuales Dios es el controlador de los acontecimientos y esperan que las cosas les sean favorables porque ellos las han puesto en manos de Dios. Muchas veces resultan decepcionadas. Cuando dicen Dios están pensando en otra cosa y su corazón se queda vacío. Dios es entonces un silencio frío, una ausencia aterradora. Dios es el creador, el origen primero, la meta última. Todo lo que tú necesitas lo tienes dado desde siempre. Lo que tú crees que necesitas, no siempre es verdad y no lo tienes dado.
Cuando piensas en este universo inabarcable y tú dentro de él, puedes darte cuenta de que aquella flor que viste al pasar la puso Él allí para alegrar tus ojos sin que nunca se lo pidieras. No tienes nada que pedir, solo infinitamente mucho que agradecer.
Entonces su presencia será dulce para ti, como la presencia del Sumo Bien.
Podrás experimentar la mayor felicidad con la que puede soñarse.

martes, 13 de septiembre de 2011

APRENDE A USAR TU FE

Es verdad que el mundo humano está lleno de dolor y de experiencias negativas. Crece la violencia, la inseguridad, las crisis se suceden unas a otras. Pero esta mañana en el jardín las flores se abrieron gloriosas, los pájaros cantaron sus antiguas canciones con el mismo color. En el cielo se hizo día y el sol brilló como de costumbre, como si nada estuviera desajustado. Los alimentos tenían su sabor, las manzanas, o las peras, o los caimitos, sabían igual que ayer. Todas esas cosas, muchísimas más, están ahí creadas por Dios no solo para tu beneficio, sino también para tu agrado.
Todavía, gracias sean dadas a Dios, puedes ser feliz con el disfrute de la naturaleza, de cada cosa que llegue a tu vecindad. Tenemos, claro está, necesidad de agua y todavía existe agua, necesidad de respirar y todavía queda aire puro; también quizá podamos hallar unos minutos sosegados para respirar y sentir la vida, la extraña alegría de vivir; muchas veces tendremos sed y será delicioso tomar un vaso de agua fresca. También ello es un don de Dios.
Si miramos bien la realidad, podemos observar la armonía que existe entre las cosas y nosotros y, aunque es cierto que hemos llenado la tierra de incomodidades, también es verdad que se han desarrollado otras que nos prestan valiosos servicios. Todo lo desarrollado por el hombre a partir de la naturaleza creada por Dios, está ahí como don divino, y está ahí para su felicidad. No le pase por encima, deténgase un instante y reflexione. ¡Qué encantador aparato, la computadora, en la que lees estas consideraciones! Ahora yo, que escribo en ella pensando en ti, siento una hermosa satisfacción por la obra de Dios que lo hizo posible para que, no importa la distancia, tú y yo nos comuniquemos. Quizá han sucedido hoy cosas terribles, es muy probable. Desde mi fe te quiero decir amorosamente, todo ello es camino a la gloria de Dios.
Sería muy bueno aprender a usar nuestra fe para ver la presencia divina en cada objeto que se pone en contacto con nosotros. Como si Dios nos estuviera haciendo una visita en cada realidad que hallamos en este mundo en que nacimos, en el ala del tiempo, para volar a lo eterno. Con cada c osa que entra en tu vida puedes ser feliz. Ese es el deseo de Dios. Y también, me inclino a creer, que el tuyo.