Puede ser que existan a nuestro alrededor maravillosas bellezas, pero no
les prestamos atención, es como si no existieran. De hecho, quizás sin saber
cómo, diversos individuos se hacen buscadores de faltas, de fealdades, de
fatalidades y se hacen incapaces de percibir el mundo de las realidades
positivas. Estas personas tienen muchos motivos acumulados para sentirse mal,
para estar amargados, tristes y violentos. La palabra felicidad les suena mal,
como una gran mentira; son testigos de que la vida humana no es feliz, de que
existe demasiado dolor para creer en esa palabra mágica, pero engañosa.
Cuando estas personas están enfermas tienen un registro casi perfecto de
sus dolencias e incomodidades. Cuando
están sanas no perciben nada feliz en su vida. Se diría que no gozan de su
salud, que sufren con ella. Siempre están tensas, quejosas, malhumoradas,
cínicas. Su vocabulario no contiene palabras hermosas, ni frases bellas; si dicen algo
siempre es desagradable. Se creen muy inteligentes, nada malo se les escapa, lo
prevén, lo intuyen. Para lo bello, lo bueno, lo feliz, están ciegos, sordos y
mudos.
Otras personas se orientan de forma que dirigen su capacidad de percepción
a lo positivo, pueden ver la rosa, sin herirse con las espinas. Quizá sea
verdad que muchas de estas personas no están conscientes de haber hecho esa
elección, son así, pero no saben por qué. Quien se siente en medio de un mundo
bello, se siente así porque lo eligió. Quien se siente en medio de un mundo sin
sentido, se siente así porque eso fue lo que eligió. Muchas de nuestras
elecciones caen en el campo subconsciente, pero son muy efectivas.
La guerra entre la verdad y la mentira. Dice el amargado infeliz que la
vida es así, amarga y triste, esa es la verdad. El que crea que se puede vivir
feliz habitualmente, se engaña. ¿Qué podemos decir? Veamos el campo de elección:
Vivir en la verdad, pero amargado y triste.
Vivir en la mentira, pero feliz.
Para mí está claro que si la verdad es amarga y triste, ahí se queda; yo me
voy con la mentira. Obviamente, la más elemental lógica nos dice que lo que
hace feliz la vida es la verdad. Si algo no hace feliz, es mentira. Quien vive
en la verdad, y sólo él, es feliz.
Pero qué sea verdad para mí, dependerá mucho de aquello a lo que yo haya
decidido ponerle atención, a la rosa o a la espina. Yo decidí acariciar el
pétalo de la rosa y agradecer a la espina conservarla húmeda.