lunes, 29 de abril de 2013

EL TRABAJO





Tengo una amiga que me dice: "a mí debían cobrarme por trabajar en lugar de pagarme, porque me encanta mi trabajo". Ella es decoradora y realmente disfruta decorar. No todos tienen esa suerte. A mí me encanta lo que hago. Sí, claro, también escribir sobre felicidad. Tengo la ligera impresión de que pocas personas disfrutan su trabajo, incluso personas que trabajan en lo que quieren. Obviamente, las realidades pueden ser percibidas y valoradas de diversa manera. ¿Existirá una forma de ver el trabajo que nos haga felices?
Dado el hecho universal de la esclavitud, sistema en que los trabajadores esclavos vivían en pésimas condiciones y hacían los trabajos llamados serviles bajo sistemas inhumanos, el trabajo se asoció a la idea de máxima calamidad. Allí, en aquella circunstancias, el trabajo no podía devenir en fuente de felicidad, sino todo lo contrario. Era un signo de desgracia, de sufrimiento, de muerte. Primero fueron los recolectores y cazadores, luego los agricultores, después los pastores.
Ellos fueron poetas, cantaron los campos, los rebaños, vivían felices, entre aquellas bellezas bucólicas, llenos de melancolías y sueños. Un día llegó la guerra, los fabricantes de armas, las praderas de amapolas se cuajaron de  sangre, los valles de cementerios. Los hombres se quedaron tristes haciendo instrumentos para matar. Se perdió la poesía y nació aquella frase, resumen de todas las tristezas: “trabajar para el inglés”. ¿Para qué, pues, trabajar? Y así, la fuente más fecunda de felicidad se convirtió en llanto.
¿Existirá algún poder capaz de desencantar la historia y volverla otra vez el canto de unas manos que plantan rosas o envían un satélite al espacio?  Quizá pueda alguien comenzar un sortilegio para atraer la paz y llamar la libertad  y sea entonces feliz trabajar otra vez para llenar la tierra de amor. Sea la paz la obra de tus manos. Trabajar es la máxima felicidad del hombre. Imagen del Creador.

viernes, 19 de abril de 2013

UNA DECISIÓN




Dijimos al abrir este blog que la felicidad era fundamentalmente una decisión. Quienes hayan tenido la paciencia de leer lo publicado sobre el tema, podrán comentar que podría ser verdad, pero realmente es una decisión muy compleja, no tan fácil como podría parecer. La felicidad es una decisión. Claro, pero una decisión muy exigente.
Quien decide ser feliz, se compromete a realizar una investigación muy interesante, pero nada fácil. ¿Qué motiva la felicidad? Debe tener alguna condición, ¿cuál? Un individuo que sobrevive absolutamente solo, ¿puede sentirse feliz? No, sin compañía de alguien no se puede ser feliz. Si es así. La felicidad es una realidad condicionada. En este caso, no basta con una decisión solamente, se deben dar las condiciones requeridas.
La otra respuesta sería, sí, no se necesita de nadie más para ser feliz, basta uno mismo. La felicidad sería incondicionada, no depende de nada distinto de la persona misma. Todos sabemos que somos seres necesitados, débiles, y sin otras muchas cosas y personas no podemos vivir.
Somos compuestos de alma, espíritu, y cuerpo. Todas las necesidades están en el cuerpo, pero el espíritu no tiene ninguna necesidad corporal. Existe una sensación corporal general agradable, que se llama contento. Existe un estado psíquico de bienestar interior que se llama felicidad. Sus componentes son paz, alegría y amor. Cuando se juntan el contento y la felicidad se tiene una experiencia de plenitud.
Lograr la felicidad espiritual, independientemente de lo que suceda en el orden material, es la gran meta de la espiritualidad. Rico soy feliz, pobre soy feliz, saludable soy feliz, enfermo soy feliz, estimado soy feliz, odiado soy feliz, saciado soy feliz, hambriento soy feliz. Esta es la decisión. Completamente simple. Es posible solo en las más altas cumbres de la vida espiritual.

miércoles, 17 de abril de 2013

ABRIL






1960 – 2013
Son 53 años de sacerdote, de religioso carmelita, de cristiano. La Resonancia con espectroscopia, realizada recientemente (13-04-2013), muestra que mi cerebro se ha puesto viejo, tan viejo como yo. Los días que me queden con más o menos lucidez, quiero que estén llenos de paz, de alegría y de amor, que estén llenos de Dios. Para él he vivido estos 53 años, por él he sufrido… No, no, no es eso. Yo no he sufrido durante estos 53 años. Alguna vez, quizá, he usado mi inteligencia con mayor o menor acierto. Estos años los he vivido envuelto en la luz del Evangelio, camino de la verdad, camino del amor, acompañado por la paz y la alegría. De niño amé las cosas, adolescente, busqué su verdad, adulto ya comprendí que el amor es la única cosa que existe, que es real.
Durante algún tiempo pensé que las personas se hacían dignas de amor por su comportamiento, que merecían o no el afecto y el respeto con sus acciones. Jesús me enseñó que no era así, la oveja que el pastor cargó sobre sus hombros fue la perdida. El día más luminoso de mi vida, hasta donde yo puedo valorar hoy, fue aquel en que decidí amar también a los malos. Fue entonces que supe lo que significa realmente la compasión. Desde esa hora Dios comenzó a ser para mi  realmente Dios.
  Al conmemorar esto 53 años de mi sacerdocio quiero enviar un mensaje a todos los que vean esta entrada en FELICIDAD. Yo he sido feliz con muy pocas cosas, y cuando he tenido más, no por eso he tenido más felicidad. Si existiera algún secreto, ¿cuál sería ese secreto? Sencillamente, tú eres tu felicidad. Nadie te la puede dar ni quitar en este mundo. Yo he siendo feliz siendo el amor que soy. No hay ningún secreto, solo que aceptes ser el amor que eres.

martes, 9 de abril de 2013

HAZ LO TUYO




Este viejo precepto, con su tinte de individualismo, tiene el poder de centrar tus energías en la dirección de su máximo rendimiento. Introduces esta división: lo tuyo, lo ajeno y lo de Dios. Lo tuyo es lo que está en tu poder hacer, lo ajeno es lo que está en el poder de otros y lo de Dios es aquello que está fuera del poder del hombre. Siempre que quieras hacer lo ajeno, tendrás como resultado la frustración, la decepción, y no serás feliz. He conocido bondadosísimas abuelas tratando de guiar a sus nietos por el buen camino, pero con pésimos resultados. Lo que los nietos, los hijos mayores de edad, deban hacer es propio de ellos, no de sus abuelos ni de sus padres.
Una persona adulta debe asumir su responsabilidad y hacer lo que le corresponde, pero si ella no lo hace se queda sin hacer. Así de simple. Cuando no haces lo tuyo solo puedes esperar sufrimiento, cuando tratas de hacer lo ajeno, la frustración será la recompensa. Es cierto que eres un individuo, distinto de todos los demás, e igual a ti mismo.
También es cierto que estás en medio de los demás. Imagina una composición musical, realizada con cientos de notas armoniosamente ordenadas. Cuanto más cada nota se ella misma, tanto mejor se oirá la melodía. Así, cuanto mejor hagas tú lo tuyo, tu relación con los demás será más rica, más armoniosa.
Existen tres cosas realmente importantes, decisivas para ti. Tu paz, tu alegría y tu amor. Si las logras, tú estarás bien y los que se encuentren contigo se sentirán dichosos. Tú siempre tranquilo, tú siempre contento, tú siempre amoroso, muy bueno para ti. Y muy bueno para los demás que se encuentre contigo.
Pero tu paz, tu alegría y tu amor, es asunto tuyo y solo tuyo. Haz, pues, lo tuyo.  Serás feliz. Toda energía que gastes en hacer lo ajeno será perdida para ti y molesta para el otro. Haz lo tuyo y habrás cumplido con toda la humanidad. Lo tuyo es tu paz, tu alegría, tu amor. Hazlo y serás un ser feliz en medio de otros seres que también serán felices contigo.

lunes, 1 de abril de 2013

LA FELICIDAD ESCONDIDA





Existen muchas personas que sienten gran placer cuando comen, cuando beben y se sienten con buena salud. Otras personas aprecian más las relaciones sociales, los amigos, los eventos públicos. Otras personas se sienten mejor leyendo un libro interesante, visitando los museos, contando historias. Existen personas que sienten de una manera especial la religión, la espiritualidad.
Cada tipo de persona, conforme a sus preferencias y experiencias, busca su felicidad en los objetos más apreciados. Quienes desarrollan su gusto por la comida pueden acabar obesos, pero no felices, y los que apuestan por las bebidas alcohólicas probablemente terminen intoxicados, pero felices no. Se puede y se debe admitir que exista un cierto placer en comer y beber, pero no es la felicidad de los seres humanos. Lo vital se integra de alguna manera en lo humano y juega su papel.
Quienes sienten el placer de las relaciones humanas, la amistad, el compartir, suelen llevar una cuenta de ingresos y egresos, pronto descubren que han dado mucho y han recibido poco y se sienten frustrados. Enfrente están los solitarios, lo pasan tranquilos, pero no felices. Otro grupo lo conforman las personas religiosas, espirituales, con mucha probabilidad de hacerse puritanas, hipócrtitas, pero no felices.
¿Quiénes, pues, serán personas felices? No será feliz nunca quien busque su felicidad en algo que esté fuera de sí mismo. Nada, ni en la tierra ni en el cielo, nos puede dar felicidad. En cambio, nosotros podemos poner felicidad en todo lo que existe. El error está en pensarnos a nosotros mismos como seres necesitados de recibir felicidad de los diversos objetos existentes. La verdad es otra, somos nosotros quienes llevamos en nuestro ser la felicidad misma y podemos proyectarla en cada realidad que vamos encontrando.
Como un atardecer tropical no es bello ni feo, depende de quién lo observe, así tampoco en alegre ni triste, depende de quién lo mira. La felicidad está en nosotros esperando a que la vallamos regando por el mundo. El principio universal, el más universal de todos, es ese que se llama principio de realidad. Lo que es, es. Cuando aceptamos lo que es, eso que es, sea lo que sea, se vuelve un principio de felicidad, porque nuestra aceptación lo saca de la oscuridad y lo establece como luz. La negación de lo mejor lo convierte en peor, en oscuro, en feo.
No lo olvides, lo real, lo que es, tiene un gran potencial para dar felicidad. Puedes ser feliz con todo lo que es, si tú quieres.