Durante el pasado mes de octubre no he estado
bien de salud debido a una gastrtitis de origen medicamentosa muy severa, pero
si estuve feliz, junto a mi familia, en mi país, en mi ciudad, en la casa de
todos.
Cuando cumplí 79 años y comencé la andadura de
los ochenta, me pregunté qué había hecho con mi vida, qué había hecho con todos
esos años. Si es que me entiendo bien y no me engaño, y si me engaño es igual,
creo que han servido para ser feliz. Quiero agradecer a mis maestros sus
enseñanzas. San Juan de la Cruz, Dicho de amor y luz 57, “No es voluntad de
Dios que el alma sufra, si sufre es por su imperfección”. No hay obligación, pues, de sufrir, ni tampoco
de ser imperfecto, al contrario, la obligación es buscar la perfección,
finalmente el no sufrir.
Santa Teresa de Jesús en aquel muy conocido
poema: Nada te turbe, nada te espante, me ha enseñado permanecer en paz.
Podemos y debemos permanecer tranquilos ante cualquier acontecimiento, sea cual
sea. No perder la paz interior por nada es la regla. La razón la da ella misma,
porque todo se pasa. No hay que angustiarse por lo que hoy es y mañana ya no
es. En este presente orden todo se pasa, para bien de todos. Esto me ha llevado
a relativizar las cosas, este mundo tiene poco de verdad, de real, todo se
pasa. Pero existe también lo que no pasa, Dios no se muda.
Es muy interesante. He llegado a esta edad
pensando que no estamos en el mundo para sufrir, ni para caer en ansiedad
alguna, sino para gozar de paz permanente rebosando felicidad. Y de pronto se
termina el año de la fe. Me he sentido coherente, yo creo en Dios, supremo Bien,
eterno Amor. Este eterno amor, supremo bien, padre creador, solo pudo crearnos
para que fuéramos felices.
Nosotros hemos inventado que solamente se puede
ser feliz en determinadas condiciones, no en todas. Nos hemos puesto esos
límites. Creo firmemente que nuestra felicidad temporal, aquí en la tierra, es
siempre posible, pero aquel que vive en eterna alegría, en llama infinita de
amor, nos llevará a vivir con él para siempre. A todos, sin excepción alguna.
La humanidad entera será reunida finalmente en su presencia gloriosa y
glorificadora. Allí estaré yo sin duda alguna y tú también.