miércoles, 2 de diciembre de 2009

Nosotros no peleamos

Muy probablemente usted ha participado en conversaciones en las que se hablaba de la situación de la familia, tan desintegrada, de los hijo sin padres, de los divorcios, de la violencia familiar, y también es probable que usted haya emitido su juicio. ¿Qué piensa usted del divorcio? Sí, sí, el divorcio. Es un derecho de los conyugues, Nadie está obligado a convivir con quien ya no quiere. No, no, no. Yo no preguntaba eso, lo que yo preguntaba era esto: El divorcio, ¿es una fiesta, un triunfo, una felicidad, o todo lo contario? Pues muchas veces con el divorcio se logra un alivio grande, cesan las peleas, la violencia, etc.
¿Por qué dos personas que se han casado enamoradas, con todo el deseo de estar juntas, llegan a odiarse tanto que ya no pueden convivir? Las respuestas son innumerables y ninguna convincente. La solución más frecuente es alegar que las personas cambian. Es verdad, las personas cambiamos. Poco a poco la pareja se deja de querer, viene la indiferencia y luego la intolerancia. Existen divorcios después de los 20 años de casado. Han pasado 19 años queriéndose. Ya no se quieren. ¿Verdad que es una pena? Pero ya no se quieren. Es un hecho.
Al principio fueron muy felices. ¿De verdad, o sólo aparentemente? Fueron 19 años, sí, pero ¿de amor o de otra cosa? Aquí sería bueno hacer una reflexión serena y sabia. Si cada persona tiene la fuente de su felicidad en sí misma, no ha dependido de la otra para ser feliz, lo ha sido por cuenta propia. A veces, después de muchos años, se descubre ese acontecimiento y se pregunta, ¿qué me ha aportado él, o ella? En orden a su felicidad personal, crea, nada, En el banco de la felicidad la suya está a su cuenta personal, el otro no ha contribuido en nada. Todo lo ha puesto usted. Entonces, ¿para qué quiere usted a su lado una persona que en nada ha contribuido a su felicidad? La conclusión viene sola, para nada. Ahora se añade un poquito de vinagre: pero bien que me ha fastidiado. Tampoco es verdad, pero así está registrado en su conciencia.
¿Por qué, pues, las parejas dejan de quererse? La respuesta, ¿usted quiere la respuesta? En realidad, las personas nunca dejan de quererse, lo que sucede es que nunca se han querido. Protesta: nosotros sabemos que nos queríamos y mucho. No hay que discutir ese asunto, pero quizá se pueda analizar. La atracción física sexual es una realidad y querer a la persona es otra, de muy distinta naturaleza. El deseo de estar con una mujer non es quererla, ni el deseo de estar con un hombre es quererlo. En el reino animal superior el sexo no es una fuerza unitiva, sino todo lo contario.
¿Qué es querer a una persona? Es una buena pregunta. Querer a una persona es darle un valor supremo, experimentar un hondo sentimiento de veneración hacia ella. Pero, ¡ay de nosotros!, no podemos sentir tal afecto por una persona, si previamente no lo sentimos por cada persona de la tierra< y del cielo. Supongamos este diálogo: ¿Por qué me quieres a mi y no a otra? Error, no es así. Te quiero a ti porque las quiero a todas, no vas a ser tú la única excepción. ¿Por qué no estas con otra, entonces? Sencillo, yo te elegí a ti, pero pude elegir a cualquier otra. Como las quiero a todas, lindas y feas, jóvenes y viejas, también te quiero a ti, linda, fea, joven, vieja. La única distinción es que te elegí a ti y contigo las elegí a todas ellas. Tu eres para mí todas las mujeres del mundo. Ella podría decir lo mismo.
Decía un amigo mío, nosotros, mi esposa y yo, llevamos 24 años de casados, nunca peleamos; tenemos dos hijas, de 22 y 19 años, nunca peleamos. Es que nosotros no peleamos con nadie, ni con personas, ni con animales, nosotros no peleamos. Así de simple. Si usted pelea con el vecino, o con el gato, o con la lluvia , entonces usted va a pelear con su pareja, con sus hijos, simplemente porque usted pelea. Sin pelea no hay divorcio. Quienes no pelean, son felices, su matrimonio es feliz y ni la muerte los separa. El divorcio es la conclusión lógica y triste de casarse sin quererse.

3 comentarios:

CECURA SANTO DOMINGO dijo...

Hola P. Marciano. Me alegra mucho que vuelva a escriir en su blog. En relación a su comentario : ¨no podemos sentir tal afecto por una persona, si previamente no lo sentimos por cada persona de la tierra y del cielo¨ , cómo llegamos al punto de querer a todo ser humano si es posible que hallan personas que nos han herido emocionalmente, o que no habite en su corazón el perdón???
Gracias,

Zaidy

Anónimo dijo...

"El divorcio es la conclusión lógica y triste de casarse sin quererse"
Bueno padre, Hay situaciones de vida que nos han ido moldeando y lo que debemos hacer es superarlas, pero no es facil, pues desaprender es dificil, ya que cuando quiero ir a una fiesta y mi carro se me daña, pues si me enojo o peleo, ¿Cree usted que esto es porque uno lo quiere?

Anónimo dijo...

Totalmente de acuerdo, Padre. Si cada uno de los que estamos separad@s reflexionamos serenamente, pasado el tiempo del dolor y de la impotencia, nos damos cuenta que aquello que creíamos que era amor auténtico e incondicional, en realidad no lo era. El amor no es sólo un sentimiento es un estado del Ser. Es aquello que nos anima a ver en el otro a "los otros", a tratarlo con el máximo respeto, a verle, en definitiva, con los de Dios... ¡y qué difícil es eso cuando estamos llenos de miedos y carencias!. Creemos amar pero es imposible hacerlo si antes no somos "libres" (de necesidades encubiertas) para amar sin esperar, amar porque sí, porque es nuestra naturaleza y porque así respondemos al amor de Dios, que nos ha sido regalado sin depender de merecimientos ni méritos propios. Amar no depende del "otro" depende de nosotros. Es una elección. Un abrazo. Teresa