lunes, 23 de abril de 2012

La vida como un todo


La vida, fragmentos o un todo.

Para muchas personas su vida es un conjunto de fragmentos desagradables que forman algo así como un rosario de hechos dolorosos. Para otras personas, la vida es un conjunto de hechos felices, como un rosario de acontecimientos gloriosos. Existen también personas que hacen su rosario de cuentas  diversas, unas dolorosas, gloriosas otras, y así sus vidas son como conjuntos polivalentes. 
Si se decide ver la vida como un todo, entonces   es necesario  considerar toda  su realización, parte en la fase terrestre y parte en la fase celeste. La vida de la persona no se acaba con la muerte corporal, sino que perdura más allá de la muerte misma del  cuerpo.
Una tradición menos fundada enseña que la segunda fase, después de la muerte corporal, la vida puede terminar en la gloria eterna de Dios o en las llamas eternas del infierno. Entonces la vida en la tierra es un juego, salvación o condenación. Y nos la jugamos en cada instante de nuestra existencia terrena. Y su final depende de nosotros, de nuestras obras. En última instancia depende de nuestras obras, de nuestros méritos.
Una incertidumbre total nos abruma ante la posibilidad de morir en pecado grave, algo que nos exige vivir llenos de temor y temblor. La cosa más importante que tenemos delante es, pues, salvar el alma. A esta idea se junta otra no menos tremenda: la existencia de espíritus malignos, demonios, diablos, que, llenos de envidia y odio, intentan de mil maneras arrastrarnos al mal, lograr nuestra condenación.                                                                                                                                                                                               
Podemos mirar las cosas de otro modo, más conforme con la revelación. Nuestra salvación es un don gratuito de Dios. El mismo Dios que nos creó sin nosotros es quien nos salva sin nosotros, por su infinito amor. Esta mitad de la vida, después de la muerte corporal, se desarrolla en una realidad infinitamente feliz. Sin excepción alguna, todos vamos a participar en ella.
La consecuencia es esta: si todos vamos a ser salvados, si nadie se va a condenar, todos podemos marchar por esta vida llenos de alegría, de paz y de amor Mañana será necesariamente un día feliz, ahora vamos hacia allá, cantando y bailando, con la boca llena de risas. Ahora podemos proclamar la gloria de Dios. El Dios que nos crea con tanto amor, al final nos ama aún más y nos salva por su misericordia. Somos herederos de la vida eterna, alegrémonos, pues, mientras vamos de camino.
La vida nuestra es un todo, no un conjunto de  fragmentos, un todo final eternamente feliz. Por eso podemos revestir nuestra existencia con la luz inmortal, esa misma que deseamos profundamente. No le quepa duda, usted puede ser feliz más allá de lo nunca imaginado.
                             

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Que refrescante es leer sus palabras cargadas de amor, de esperanza!!! Recordarnos el Amor infinito de Papá !!
Cada día crezco en su amor !!
Gracias Padre Marciano por inspirarnos a ser personas más felices en el amor de Dios.

Bendiciones,
Zaidy

gosspi dijo...

Me encanta visitarle P marciano porque me deja siempre el alma llena del Amor Misericordioso de Dios...El me salva cada dia dandone el discernimiento para ver lo que El quiere que haga....acoger los acontecimientos, los trabajos desde su Amor y hacerlo todo por Amor a El y En El....todo es Gracia.
Me voy al Cabezo este fin de semana a ver a mi Morenita...me llevo muchos sufrimientos para Ella de personas que combaten y no ven tantas veces la Luz...a Ella voy a llevarselos...sé que Ella siempre responde. Un abrazo