“No importa cuál sea la enfermedad, la respuesta es el amor”, escribió Jampolsky
en su libro Enseña solo amor. Leía
este libro cuando fui afectado por la apendicitis: la fiebre había subido a 42 gurdos,
el dolor era realmente excesivo y yo repetía esta frase mientras llegaba el momento
de ser llevado al quirófano.
También ahora he estado enfermo, y he vuelto a decir, no importa qué
enfermedad sea, lo que importa es el amor. ¿Se puede estar enfermo y feliz a
la vez? Si yo he podido, no hay razón alguna
para que tú no puedas también. La felicidad solo tiene el límite que tú le
pongas. Es cierto que cundo se está enfermo se siente una especial necesidad de
cuidados físicos y afectivos. Se experimenta una impotencia propia de cada
enfermedad y de su gravedad. Creo que eso es sentir necesidad de amor, de
recibirlo y de agradecerlo, que es otra forma de amor.
Así la enfermedad se puede vivir como una especial forma de felicidad, la
de dar y recibir amor. El amor que los sanos nos dan y aquel con que los enfermos responden. Yo quiero pensar
ahora en aquellos enfermos solitarios, sin nadie que los cuide y los ame. ¿También
ellos pueden ser felices? Sí, también ellos, porque Dios los acompaña y
acaricia. Y aquellos que no tienen fe ninguna, que no creen en Dios, ¿qué pasa
con ellos? A ellos los cuida y acaricia Dios con más ternura porque están más
necesitados.
Existen formas visibles de felicidad, palpables, evidentes, y existen formas
secretas y ocultas de felicidad, incluso para el mismo sujeto que padece. Quizá
usted haya visto morir personas de forma dolorosa, en medio de una desesperación
aterradora. Yo las he visto. Después, en el momento supremo, vino la paz, llegó
el amor, la muerte fue vencida. Una extraña presencia feliz estaba allí. Yo lo
he sentido.
1 comentario:
Es cierto Padre, he sabido de personas que aun en el extremo dolor no han dejado de sonreir, porque han encontrado en ese dolor la compania de Cristo, pienso que ha de ser dificil pero si algunos lo han logrado todos podremos, el secreto es la fe, gracias por esa reflexion tan consoladora.
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