Existen
muchas personas que sienten gran placer cuando comen, cuando beben y se sienten
con buena salud. Otras personas aprecian más las relaciones sociales, los amigos,
los eventos públicos. Otras personas se sienten mejor leyendo un libro interesante,
visitando los museos, contando historias. Existen personas que sienten de una
manera especial la religión, la espiritualidad.
Cada tipo de
persona, conforme a sus preferencias y experiencias, busca su felicidad en los
objetos más apreciados. Quienes desarrollan su gusto por la comida pueden
acabar obesos, pero no felices, y los que apuestan por las bebidas alcohólicas
probablemente terminen intoxicados, pero felices no. Se puede y se debe admitir
que exista un cierto placer en comer y beber, pero no es la felicidad de los
seres humanos. Lo vital se integra de alguna manera en lo humano y juega su
papel.
Quienes
sienten el placer de las relaciones humanas, la amistad, el compartir, suelen
llevar una cuenta de ingresos y egresos, pronto descubren que han dado mucho y
han recibido poco y se sienten frustrados. Enfrente están los solitarios, lo
pasan tranquilos, pero no felices. Otro grupo lo conforman las personas
religiosas, espirituales, con mucha probabilidad de hacerse puritanas, hipócrtitas,
pero no felices.
¿Quiénes,
pues, serán personas felices? No será feliz nunca quien busque su felicidad en
algo que esté fuera de sí mismo. Nada, ni en la tierra ni en el cielo, nos
puede dar felicidad. En cambio, nosotros podemos poner felicidad en todo lo que
existe. El error está en pensarnos a nosotros mismos como seres necesitados de
recibir felicidad de los diversos objetos existentes. La verdad es otra, somos
nosotros quienes llevamos en nuestro ser la felicidad misma y podemos
proyectarla en cada realidad que vamos encontrando.
Como un
atardecer tropical no es bello ni feo, depende de quién lo observe, así tampoco
en alegre ni triste, depende de quién lo mira. La felicidad está en nosotros
esperando a que la vallamos regando por el mundo. El principio universal, el
más universal de todos, es ese que se llama principio de realidad. Lo que es,
es. Cuando aceptamos lo que es, eso que es, sea lo que sea, se vuelve un
principio de felicidad, porque nuestra aceptación lo saca de la oscuridad y lo
establece como luz. La negación de lo mejor lo convierte en peor, en oscuro, en
feo.
No lo
olvides, lo real, lo que es, tiene un gran potencial para dar felicidad. Puedes
ser feliz con todo lo que es, si tú quieres.
1 comentario:
Gracias Padre por sus sabias palabras. Cuando descubro que la felicidad está en mi es como si las puertas del cielo se abrieran en mi alma y el amor de Dios llenara todo mi ser.
Dios está en mi, yo en El. La felicidad es completa.
Zaidy.
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