viernes, 21 de febrero de 2014

AGRADAR





Estaba de visita en casa de una pareja y observaba la forma tan gentil con que el señor jugaba con su perro. Cuando la esposa se acercaba, él cambiaba de expresión, endurecía su rostro y hablaba con tono de voz áspero. Ella se alejaba y él volvía a su anterior modo de comportamiento.
    Es posible que los niños aprendan de sus padres a ser amables con los animales de casa, más por imitación que por enseñanza. Las referencias que yo tengo archivadas de cientos o miles de parejas son de que él la trate mal a ella o ella lo trata mal a él. Que ambos se traten amablemente es más escaso.
     En una ocasión tuve la necesidad de hacer diversas gestiones en una misma mañana para lo cual tenía que relacionarme con diversas personas. Una detrás de la otra me dieron un trato indiferente y hostil. Me sentí mal, no era mi día. Quedaba una última gestión, y fue extrañamente compensador. La persona que me atendió lo hizo con tanta amabilidad, cordialidad y simpatía, que los malos tratos anteriores se desaparecieron totalmente.
    A mí, sin que quepa la menor duda, me gusta que me traten bien. Me siento feliz cuando recibo un buen trato. ¿Usted no? Sin embargo, después de sopesarlo bien, he descubiertto que me siento más feliz aún cuando yo logro tratar bien a una persona, cuando puedo expresarle un noble sentimiento mío hacia ella.
    He descubierto que a mí me gusta que me quieran. Aún más, he descubierto que a todo el mundo le gusta que lo quieran. Digo que he descubierto, no digo que he leído. Leer, saber, y lo demás, es una cosa y descubrir uno por sí mismo es otra. Me explico, no se trata de que la otra persona se sienta agradada, eso dependerá de ella; se trata de que yo tome una actitud amable, agradable, hacia ella.

    Quiero confesar que estos descubrimientos son muy recientes. Hay una finísima felicidad en tratar bien a los demás. Y esto está en nuestro poder. Lamento resignadamente no haber tenido mejores maestros en el decurso de mi vida. No se puede decir cuán feliz sea estar en la disposición de tratar siempre bien a los demás.

domingo, 9 de febrero de 2014

UN POCO DE ESPERANZA






La posibilidad de ser heridos, rechazados, maltratados física y moralmente, es real. Mi cuerpo puede ser literalmente aplastado, mi presencia aborrecida. Ello es objetivamente posible y puede llegar a ser real. Tengo miedo de que eso sea un hecho concreto en mi vida. Este miedo me mantiene alerta, me exige tomar precauciones. Me obligo a estar en estado de tensión.
Nadie podrá evitar que tenga miedo y, por lo mismo, que esté tenso, esperando lo malo. Es justificado, es ser realista. Nadie podrá tampoco hacer que viva con paz, sin temor, sin preocupación. Pero sentirse feliz es exactamente eso, estar en paz, sin tensión alguna.
       El problema parece insoluble. No es posible gozar de una plena paz en esta vida, sin paz no es posible la felicidad. Este razonamiento, común a todas las culturas, es una falacia, es falso. Su falsedad aparece cuando se analiza que la posibilidad de que algo sea implica también la posibilidad de que no sea. Este es un problema que gira alrededor del tiempo. El tiempo lineal, pasado, presente y futuro, indica donde está la realidad. La realidad está en el presente, los otros dos tiempos contienen la posibilidad.
       Yo existo en el presente con un pasado que ya no es y un futuro que no es todavía. Todo mi poder está en el presente, frente al futuro no tengo poder y respecto del pasado aún menos. Mi hogar está en el presente, aquí tengo todo el poder. No volveré al pasado a lamentar nada, no iré al futuro para controlarlo. En el presente no necesito lamentaciones ni controles.
       Existe una actitud maravillosa que me permite morar en el presente sin angustia alguna por el futuro. Se llama esperanza, es la convicción de que todo irá bien. Es un ser celestial que habita dentro de nosotros, allí nos asegura que todo irá bien. Yo la amo y la prefiero. La espera, esa alerta esperando ver lo que pasa, no me gusta nada. Ella no sabe cómo irán  las cosas.
       Lleno de la confianza de que todo irá bien, vivo en el presente lleno de paz, sin tensiones, ni angustia alguna. Soy feliz. Si ahora se diera el caso de estar afectado por cualquier motivo, miraré esa realidad como si en el mundo no fuera. Tengo bien claro el principio de realidad, lo real que está ante mí forma parte de mi felicidad ahora. Tengo ese poder sobre lo presente. Los mártires son un ejemplo de ello.
      Aquel sereno que tenía por vecino un trompetista, un día, desesperado porque no le dejaba dormir, fue y lo mató. Pudo también aprender a dormir con los aullidos de la trompeta. Con una disciplina mental adecuada se puede vivir feliz aún en el quinto infierno. Ahora que no sucede nada desagradable tengamos esta confianza.