domingo, 9 de febrero de 2014

UN POCO DE ESPERANZA






La posibilidad de ser heridos, rechazados, maltratados física y moralmente, es real. Mi cuerpo puede ser literalmente aplastado, mi presencia aborrecida. Ello es objetivamente posible y puede llegar a ser real. Tengo miedo de que eso sea un hecho concreto en mi vida. Este miedo me mantiene alerta, me exige tomar precauciones. Me obligo a estar en estado de tensión.
Nadie podrá evitar que tenga miedo y, por lo mismo, que esté tenso, esperando lo malo. Es justificado, es ser realista. Nadie podrá tampoco hacer que viva con paz, sin temor, sin preocupación. Pero sentirse feliz es exactamente eso, estar en paz, sin tensión alguna.
       El problema parece insoluble. No es posible gozar de una plena paz en esta vida, sin paz no es posible la felicidad. Este razonamiento, común a todas las culturas, es una falacia, es falso. Su falsedad aparece cuando se analiza que la posibilidad de que algo sea implica también la posibilidad de que no sea. Este es un problema que gira alrededor del tiempo. El tiempo lineal, pasado, presente y futuro, indica donde está la realidad. La realidad está en el presente, los otros dos tiempos contienen la posibilidad.
       Yo existo en el presente con un pasado que ya no es y un futuro que no es todavía. Todo mi poder está en el presente, frente al futuro no tengo poder y respecto del pasado aún menos. Mi hogar está en el presente, aquí tengo todo el poder. No volveré al pasado a lamentar nada, no iré al futuro para controlarlo. En el presente no necesito lamentaciones ni controles.
       Existe una actitud maravillosa que me permite morar en el presente sin angustia alguna por el futuro. Se llama esperanza, es la convicción de que todo irá bien. Es un ser celestial que habita dentro de nosotros, allí nos asegura que todo irá bien. Yo la amo y la prefiero. La espera, esa alerta esperando ver lo que pasa, no me gusta nada. Ella no sabe cómo irán  las cosas.
       Lleno de la confianza de que todo irá bien, vivo en el presente lleno de paz, sin tensiones, ni angustia alguna. Soy feliz. Si ahora se diera el caso de estar afectado por cualquier motivo, miraré esa realidad como si en el mundo no fuera. Tengo bien claro el principio de realidad, lo real que está ante mí forma parte de mi felicidad ahora. Tengo ese poder sobre lo presente. Los mártires son un ejemplo de ello.
      Aquel sereno que tenía por vecino un trompetista, un día, desesperado porque no le dejaba dormir, fue y lo mató. Pudo también aprender a dormir con los aullidos de la trompeta. Con una disciplina mental adecuada se puede vivir feliz aún en el quinto infierno. Ahora que no sucede nada desagradable tengamos esta confianza.




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