Quizás
alguien esté pensando que yo he andado tan feliz que me he olvidado de escribir
algo para esta página. Quizás haya sido
todo lo contrario. Sea feliz, sin importar las circunstancias en que se
encuentra, se dice fácilmente, pero realizarlo, de verdad, no es lo mismo. ¿Cómo
ser alegremente feliz en un mundo lleno de dolor, de violencia, de hambre, de
crueldad? No estoy diciendo que mire para otra parte y sea feliz. No podría
serlo.
Existe
una emoción llamada tristeza que se manifiesta ante la pérdida de algún bien
apreciado. Se vive como dolor psíquico depresivo, más o menos intenso. Es un
abatimiento, una pérdida de vitalidad, una especie de muerte. ¿Cómo ser feliz
en un mundo tan lleno de sufrimiento, de catástrofes? Cuando la desgracia está
lejos, no afecta ni a uno ni a los seres queridos, parece que podemos no
tenerla en cuenta; pero si está cerca, entonces sentimos la necesidad de
hacernos parte de la situación y darle su lugar a la tristeza. Muchas personas
se sienten obligadas moralmente a sentir tristeza en esas circunstancias.
Existe
una emoción, una actitud, llamada compasión que se motiva también con los males
propios o ajenos. Y cuya esencia consiste en una comprensión de la situación
que permite valorar el mal y brindar a le persona todo tipo de apoyo, mientras
se conserva la paz interior. La tristeza es perturbadora, asfixiante,
paralizante. La compasión es dinámica, consoladora, abierta a la esperanza. No
implica sufrimiento, sino realización humanitaria de la persona. Ennoblece.
La
felicidad es una emoción racionalizada, que toma diversas formas de ser. Existe
una felicidad festiva, llena de motivaciones alegres, que se vive en forma de
alegría, gozo, júbilo. Es la felicidad popular. No siempre es posible. Existe
otra felicidad, la llamo austera, que consiste en la experiencia de paz y amor,
posible frente al sufrimiento, que se realiza en la compasión. Cuando le
brindamos nuestro apoyo a la persona que sufre y estamos a su lado, es obvio
que las risas no sean lo recomendado, pero sí la serenidad, la ternura quizás.
Existe
una felicidad superior, trascendente, que tiene como motivo válido la certeza
de que Dios nos ama, nos acompaña y nos salva, nos llevará a vivir con él en su
gloria eterna, no por merecimientos nuestros, sino porque ese es su designio,
su voluntad omnipotente. Esta felicidad ser funda en la fe, se abre en esperanza
y fructifica en amor. Quien ponga en su corazón esta verdad de la salvación universal
puede mirar todos los acontecimientos con ojos compasivos y felices.
1 comentario:
Amen!! muy hermosos sus comentarios padre.
Alma
Publicar un comentario