jueves, 22 de mayo de 2014

LA PRIMERA MAESTRA


En la primera mitad del siglo XIX, en Cuba, el siervo de Dios, presbítero Feliz Varela y Morales, se lamentaba del prejuicio absurdo que impedía a las mujeres estudiar en las universidades, ya que de todas formas ellas eran las primeras maestras del hombre. No era correcto que la primera maestra fuera una persona ignorante a la fuerza. Es verdad, no debe ser la madre una mujer ignorante, pero quizá se pueda añadir hoy que esa asignatura que enseñe a la mujer la ciencia de ser madre está todavía pendiente.
   
Eric Fromm, en la segunda mitad del siglo XX, afirma categóricamente que la dicha mayor que puede tener un ser humano es haber tenido una madre buena. Nadie lo discute, pero queda la pregunta, ¿y qué es una madre buena? Las teorías pueden ser muchas, pero quien ha tenido una madre buena lo sabe muy bien, así como quien  ha tenido una madre mala también sabe lo que es. Yo sé lo que es una mamá buena, porque yo tuve la dicha de tenerla.

     No tiene que ser una persona perfecta, no necesita un doctorado en pedagogía, Si necesita rebosar ternura, bondad, paciencia, entrega, generosidad, y otras muchas cualidades semejantes a estas. Cuando la madre las vive se vuelven fuente de vida para ella misma y para su bebé. El ejercicio magisterial de la madre comienza incluso antes de nacer su hijo. Desde que ella sabe que está en cinta comienza  a cuidarse y a cuidar a su hijo. Ya nacido, ella le enseña sin palabras la más importante lección, expresada en su cálida sonrisa: siempre que el niño la mira ella está sonriente, feliz, y el bebé aprende que la vida es buena. Va a estar ahí siempre con una presencia benefactora, suceda lo que suceda. La primera lección la da el rostro de la madre. Una mala madre nunca está ahí y si está su presencia es huraña.

     No hay amor más sublime que el amor de la madre, porque no hay amor más desinteresado que el que ella tiene. Se entrega al hijo nacido de sus entrañas con absoluta generosidad, sin reservarse nada, pero sabe que un día él se irá y ella se quedará sola. Por eso la madre es el ser más bendito de la tierra, lo da todo sin esperar nada. El amor del padre es otra cosa, para obtenerlo el hijo sabe que tiene que merecerlo primero. Estos amores reflejan la condición humana, son ellos los que construyen la historia. Los dos son necesarios. Pero lo que hace amable y dulce la vida es la ternura y generosidad de la madre, su incondicionalidad, su gratuidad. Existe algo a lo que nos podemos entregar con los ojos cerrados, la madre buena.   ¡Qué doloroso cuando no es así!

     El niño crece y aprende a hablar y aprende a preguntar y se pasa el día entero preguntando cosas directas, sin vergüenza, sin reservas. Cuando no está la madre para responder y lo hacen otros, el niño archiva las respuestas en el archivo de asuntos dudosos. Cuando la madre es quien responde el niño guarda la respuesta en los archivos de las verdades. Su criterio supremo de verdad es que se lo dijo su mamá. Y las mamás deben darles a sus hijos tales repuestas que, cuando sean adultos, puedan verificar que así es como es. Es mala cosa que el niño descubra que su mamá lo engaña, el déficit de confianza que se le produce, quizá le dure toda la vida. La madre maestra debe saber dos cosas, lo que el niño le pregunta y cómo explicárselo para que lo entienda bien. Cuentos chinos es Lo que no debe hacerle

      El proceso de socialización del niño puede ser muy complejo. Un error a evitar es preocuparse más por el comportamiento del niño que por su persona misma. Si el niño llega a sentirse exigido pero no querido ni aceptado, tiene una gran posibilidad de reaccionar patológicamente y creer que es malo, que no vale nada, y comenzará a creer que como es malo y no vale nada, solo puede obrar mal y hacer cosas malas. Se está gestando un delincuente. Lo primero es el niño, su comportamiento viene después, a larga distancia. Durante la infancia el niño aprende por imitación, hace lo que ve hacer. Sería bueno, muy bueno, que solo viera serenidad, armonía, paz,  alegría y amor en su familia. No basta con que la madre adore al hijo, también debe respetar su unicidad, su individualidad, celebrarle cada gracia, cada ocurrencia feliz que tenga. Una buena madre maestra sabe que los niños no son adultos. No son malos, solo aprenden.  

   Lo más grande, hermoso, bello, sublime, lo más importante para la humanidad, lo que nadie más puede hacer, lo hace la madre. Por eso, y por mucho más, yo deseo que todas las madres sean felices.

jueves, 8 de mayo de 2014

VERDAD Y FELICIDAD


LA VERDAD ES FELICIDAD
 
La verdad los hará libres.
                  S.Juan 8,32


Para ser feliz no se necesita ninguna condición, sólo la decisión de permanecer en las verdad. La felicidad habita en la verdad.

El ego vive en el engaño y la falsedad. El ego siempre es infeliz.

El yo espiritual vive en la verdad, no en las apariencias. No puedes ser feliz en la mentira. Hay que tener cuidado para no alejarse de las verdad. Se aleja de la verdad quien presume, crea fachadas, imagina futuros vacíos, exagera los hechos, busca sólo el beneficio propio, hace trampas, imagina peligros, se engaña a sabiendas. Así no se puede ser feliz.

El yo espiritual no desea apartarse de la verdad, quien necesita apartarse de la verdad es el ego. ¿Para qué necesita el ego la mentira? Para darse importancia, para asegurar su existencia, para evitar el temor, para aliviar su sensación de carecer de valor, para permanecer en la incertidumbre.
Se llama ego a la falsa imagen que uno se hace de sí mismo, una entidad vacía, carente de valor.
Quien hace caso a su ego, es atrapado por la mentira, no puede estar feliz.

¿Para qué sirve vivir en la verdad?

Para llegar a una vida más profunda y rica. Para librarse del miedo. Para liberarse del ego. Para fortalecer la mente. Para servir al prójimo con lealtad. Para ser libres. Para unirse uno con Dios. Para ser feliz.

Estas tres cosas, verdad, paz y felicidad, se implican, se acompañan, nunca una puede estar sin la otra. La verdad te hace libre, la libertad te llena de paz, la felicidad le da todo el sentido a la vida. Hemos nacido para ser felices, llenos de paz, en la vivencia de la libertad, que se fundamenta en la verdad. Verdad es lo que la cosas son, y valen y exigen.




jueves, 1 de mayo de 2014

VOY A SER FELIZ



Cada ser humano, uno por uno, vive dentro de la totalidad de la humanidad y participa de sus condiciones generales. También yo y… también tú. No podemos respirar otro aire distinto del que rodea la tierra y ese está por desgracia muy contaminado. Tengo la osadía, o la desfachatez, de decir: no importa, yo voy a ser feliz. Pido que se me perdone. La cuestión es otra, la de si podré serlo en medio de este mundo triste, inconforme, lleno de quejas y protestas.

San Pablo nos dejó escrito que es bueno llorar con los que lloran y reír con los que ríen. No quiero ser causa de llanto para nadie y lo sería en el caso de que alguien me encontrara llorando. Pero si estoy riendo seré motivo para que el otro ría conmigo. Mi don a la humanidad, lo que yo quiero ser para los demás, es hacerme una invitación a reír, no a llorar.

De hecho me encuentro frecuentemente con gente que llora. ¿Qué podré yo decirle al que está afligido llorando? Le diré simplemente: no llores. No quiero que llores, no hay ningún motivo para llorar. No te lo digo por mí, es que no hay ninguna razón para llorar. Y cuando me diga, ¿acaso este aire tan contaminado que rodea la tierra no es un motivo suficiente para llorar? No, diré. Cuando tu lágrima se evapora solo queda sal y se aumenta la contaminación. Si amas al mundo, por favor, no sigas llorando.

Creo que esta humanidad está muy necesitada de felicidad, de risas y canciones. Por otro lado, está sobrada de llantos y lamentaciones. Yo elijo mi puesto, en esta humanidad yo decido estar de parte de la risa y no del llanto, de la alegría y no de la tristeza. Es mi decisión, voy a ser feliz.



Cada ser humano, uno por uno, vive dentro de la totalidad de la humanidad y participa de sus condiciones generales. También yo y… también tú. No podemos respirar otro aire distinto del que rodea la tierra y ese está por desgracia muy contaminado. Tengo la osadía, o la desfachatez, de decir: no importa, yo voy a ser feliz. Pido que se me perdone. La cuestión es otra, la de si podré serlo en medio de este mundo triste, inconforme, lleno de quejas y protestas.

San Pablo nos dejó escrito que es bueno llorar con los que lloran y reír con los que ríen. No quiero ser causa de llanto para nadie y lo sería en el caso de que alguien me encontrara llorando. Pero si estoy riendo seré motivo para que el otro ría conmigo. Mi don a la humanidad, lo que yo quiero ser para los demás, es hacerme una invitación a reír, no a llorar.

De hecho me encuentro frecuentemente con gente que llora. ¿Qué podré yo decirle al que está afligido llorando? Le diré simplemente: no llores. No quiero que llores, no hay ningún motivo para llorar. No te lo digo por mí, es que no hay ninguna razón para llorar. Y cuando me diga, ¿acaso este aire tan contaminado que rodea la tierra no es un motivo suficiente para llorar? No, diré. Cuando tu lágrima se evapora solo queda sal y se aumenta la contaminación. Si amas al mundo, por favor, no sigas llorando.

Creo que esta humanidad está muy necesitada de felicidad, de risas y canciones. Por otro lado, está sobrada de llantos y lamentaciones. Yo elijo mi puesto, en esta humanidad yo decido estar de parte de la risa y no del llanto, de la alegría y no de la tristeza. Es mi decisión, voy a ser feliz.