jueves, 17 de julio de 2014

PERFECCIÓN Y FELICIDAD







Si el sufrimiento se origina en la propia imperfección, la felicidad supone la superación de la imperfección, ser perfectos. Jesús dice que seamos perfectos cono nuestro Padre del cielo es perfecto.
Ser perfecto como Dios es algo imposible para toda criatura, angélica o humana. En el contexto queda claro el alcance que Jesús le quiso dar a su expresión. El hablaba de cómo Dios hacía salir el sol para todos, buenos y malos. De cómo enviaba la lluvia sobre piadosos e incrédulos. A esto llamaba Jesús ser perfectos como Dios. Parece que hablaba de un amor incondicionado. Querer a las personas desde la propia bondad, no por los méritos de sus acciones. Sería algo así como convertir el propio amor en el motivo del amor a todos y a todo.
El sufrimiento nace de querer que  no sea algo que es y también de querer que sea algo que no es. Es el principio de realidad, tantas veces ya mencionado. Existen cosas que son, pero pueden dejar de ser, y otras que todavía no son, pero podrán ser. Frente a ellas la sabiduría nos dice que si está en nuestro poder hacer que no sean las que son, pero no deben ser, que lo hagamos, e igual con las que no son, pero debieran ser. En las otras situaciones, en las que no hay nada que pueda ser hecho, lo sabio es adaptarse a la situación y seguir amando como si nada sucediera.
La perfección consiste en el poder de hacerlo sin perturbación alguna, y la condición es la aceptación de las cosas. No una aceptación resignada, sino triunfal, todo es gracia. Todo es amor, todo es paz, todo es alegría, porque todo es camino de salvación. Entonces no hay lugar para quejas, no hay tiempo para lamentaciones, no existe ningún lugar para la tristeza. Aleluya, amén.




  

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