martes, 19 de febrero de 2008

FELICIDAD. VI.

Hemos analizado diversas fuentes de felicidad. Todas las llevamos dentro. Ahora sería bueno examinar la felicidad misma. Existe un poema de san Juan de la Cruz que lo resume y lo expresa casi de modo perfecto.
“Hace tal obra el amor
después que lo conocí
que, si hay bien o mal en mí
todo lo hace de un sabor
y al alma transforma en sí” (XI Glosa a lo divino)
Podemos tomar la decisión de convertirnos en críticos de todo lo existente, volvernos expertos buscadores de faltas. Pronto tendremos una enorme colección de ellas, que se convertirán en fuentes inagotables de rabia, miedo y tristeza. Así nos pasaremos los días llenos de quejas, de críticas, y, horror de horrores, sintiéndonos muy inteligentes por eso.
También podemos tomar la decisión de convertirnos en buscadores de amor. Poco a poco iremos descubriendo amor en todo lo existente, si no es porque ello lo tenga, es porque nosotros lo ponemos. Cuando nuestro amor cubra toda existencia, iremos viendo que desaparecen las cosas malas, las personas malas, lo acontecimientos malos. Cuando decidimos mirar las realidades todas con amor, ellas comienzan a tener un solo sabor, sabor de gloria. Entonces comprobamos que el mal solo existe en nuestros pensamientos. Ahora podemos ver lo creado como lo ve Dios.
Es la obra magnífica del amor. Ahora comprendemos que el amor es verdadero solo cuando es incondicionado, cuando no depende de objeto ninguno, sino solo de nosotros. Ahora se revela el ser que somos. No podemos dudarlo: somos amor. No es que tengamos amor, que nos ejercitemos en amar, es que la esencia de nuestro ser es amor, es luz, acogida, ensanchamiento, protección. Somos maravillosos. Somos felices, increíblemente felices.
Es cierto que esta esencia permanece fuera de nuestra experiencia ordinaria; para que se manifieste necesitamos amar sin límites, con total entrega. Entonces se manifiesta el ser que somos. Quiero aclarar que esta total entrega no significa que andemos por la cotidianidad de modo ingenuo, como si todo el monte fuera orégano. Sabemos que no lo es, porque muchas personas viven tristes, rabiosas, llenas de miedo, y pueden reaccionar de modo muy negativo. Pero quien anda en amor, no en tontería, va siempre protegido, sin necesidad psicológica de defensa.
Hacer bien, ser generosos, es la forma de existir de quien llega a la experiencia del amor incondicionado. Cualquier ocasión es buena para expresar amor. Ello tiene una exigencia muy fuerte: permanecer en estado de servicio, de apertura, de tolerancia, de fortaleza. Porque el amor ejercido, vivido, no solo sentido, es lo único que revela a la conciencia el amor que somos.
Es absolutamente cierto que somos un don para todos los demás seres humanos. Esta conciencia de ser don, regalo, nos impide negociar con nuestro amor. Me siento tan pagado, tan satisfecho de vivir amor, que nadie me debe nada, pero yo debo a todos el don de su existencia que me permite amarlos. No tengo necesidad alguna de esperar nada en cambio. La total gratuidad es mi más hondo modo de ser, y ello es enormemente feliz. Somos amor, somos felicidad. Nadie tiene que darnos nada para que seamos felices. Nos basta con amar.
Continuará.

3 comentarios:

mj dijo...

Padre, sigo visitando tu espacio y leyendo.
Gracias
Un saludo

Anónimo dijo...

Tal vez pueda hacer un paréntesis y comentarnos como vincular eso que llamamos "salvación" con la felicidad. Un saludo.

Marciano dijo...

Me parece una buena idea hacer un paréntesis para examinar la relación que hay entre felicidad y salvación, según la idea del anónimo que lo sugería.