domingo, 13 de abril de 2008

Somos lo que pensamos

El individuo recibe información de la sensibilidad, conocimientos, sentimientos e impulsos sensibles, que están causados por diversos objetos percibidos por los distintos sentidos. La información captada en este orden es cambiante, tanto como el mundo de los objetos lo es. En este nivel la persona no tiene ni puede tener estabilidad. En esta esfera de funcionamiento se producen experiencias agradables y desagradables siempre cambiantes, sin que pueda ser de otra forma.
El individuo recibe también información mediante la actividad de la mente superior, mediante la inteligencia, la voluntad y los sentimientos espirituales. En esta frecuencia superior se perciben las verdades eternas, los valores inmutables y se viven sentimientos estables. La verdad, la bondad y la belleza se encuentran eternamente unidas. Cuando el individuo recibe informaciones de esta naturaleza, encuentra una estabilidad que lo rescata del mundo de la sensibilidad, de la transitoriedad, y lo ancla en el mundo de lo inmutable.
Estas dos fuerzas, sensibilidad y racionalidad, se acercan y se separan constantemente. La armonía de ambas no es posible de modo permanente. Nadie tiene esa experiencia. Pero el individuo puede establecer un orden de prioridades. Ver cosas podridas desagrada a la sensibilidad, pero viendo papas podridas se descubrió la penicilina. La relación de lo sensible con lo racional está sujeta a la disposición del individuo.
Si el individuo entiende que lo racional implica valores eternos, inmutables, puede determinar dar absoluta prioridad a dichos valores. En este caso el mundo racional ha sido puesto por encima del mundo sensible, el mundo de lo mutable, de lo que no dura, de lo que no permanece.
El individuo puede vivir esta opción racional de dos formas muy diferentes. La primera, escogiendo contenidos racionales de muy bajo valor, y quedarse así pensando, queriendo y sintiendo cosas intrascendentes, opacas, frustrantes. La fuerza de estos contenidos racionales es muy poca, consistente en prejuicios, engaños, confusión. Su propiedad principal es la debilidad frente a la sensibilidad.
La segunda opción es la de escoger las grandes verdades universales, como la justicia, la paz, el amor, la solidaridad, la equidad, la comunión con todos y con todo. Estos contenidos eternos son muy fuertes y cuando se viven con intensidad, cuando el yo se fortalece con ellos, los cambios del mundo sensible no tienen la capacidad de afectarlo. El individuo permanece estable en sus vivencias racionales, lleno de la luz de las verdades inmutables, gozando el bien eterno, experimentando sentimientos espirituales de gran calidad.
Quien logre esta ascensión sobre lo sensible y alcance la contemplación del mundo de la verdad, el bien y la belleza eternos, experimentará una muy cómoda y confortante estabilidad emocional. Podrá experimentar así que la felicidad estable es posible, es real. Quien viva aferrado a la verdad, al bien, a la belleza, en aquella dimensión de eternidad que comportan, sólo puede sentirse feliz todo el tiempo.
Esta es nuestra meta como seres racionales, esta es nuestra forma natural de vivir. Por esta misma razón debe ser elegida y cultivada, porque sólo desde nuestra más honda libertad podemos realizarnos. Escapar del mundo mutable de la sensibilidad y alcanzar la libertad del espíritu, san Juan de la Cruz lo llamo “dichosa ventura”.
Y será muy dichoso quien tenga su mente llena de la bondad de Dios y de todas sus cosas, del deseo de ser uno con Dios y todas sus criaturas, de amarlo todo, de abrazarlo todo en su verdad y bondad. Cuando estas vivencias llenan el alma, una suave luz deriva hacia la sensibilidad y el mundo sensible se une al mundo espiritual en creciente armonía.
Pero si alguien cultiva rencores, emplea su energía en criticar y quejarse de todo lo imperfecto del mundo, tomando las sombras por la realidad, la tristeza, la amargura, la depresión, serán su salario. Ha equivocado el camino, no ha sabido pasar de lo aparente a lo real, de lo transitorio a lo eterno.
Eres lo que piensas, si elevas al cielo tus pensamientos, eres celestial, si los hundes en el tiempo que pasa, solo puedes sentir vacío y nada.
Esta es la gran dicha o la gran miseria del individuo, construir su felicidad perdurable o destruirla poniendo en su lugar el dolor y el vacío. Nos toca elegir.

6 comentarios:

DE LA MANO DE TERESA DE JESUS dijo...

Queria saludarlo y agradecerle por estas entradas. Las estoy imprimiendo todas y leyendolas despacito.

Un abrazo.

Hasta cada oracion, Teresa

Escalante dijo...

"Eres lo que piensas, si elevas al cielo tus pensamientos, eres celestial, si los hundes en el tiempo que pasa, solo puedes sentir vacío y nada"

Ciertas estas palabras que nos trasmite, muy singinificativas para la experiencia cotidiana y muy trascendentales para la realidad que esperamos...seguimos en contacto.

Dove dijo...

Gracias por la idea, "teresas"... También yo imprimiré las entradas del padre Marciano para ir leyéndolas estos días.. No quiero perderme ninguna.
Tenemos una gran fuente de sabiduría en estas líneas y sabiduría bien inspirada por cierto.
Un abrazo

Anónimo dijo...

Quiero elevar al cielo mis pensamientos y ser celestial, pero a veces son mas fuertes que yo... como hago para no hundirlos en el tiempo que pasa y no sentir vacio y nada?

Anónimo dijo...

nrbQuiero elevar al cielo mis pensamientos y ser celestial, pero a veces son mas fuertes que yo... como hago para no hundirlos en el tiempo que pasa y no sentir vacio y nada?

Anónimo dijo...

Quiero elevar al cielo mis pensamientos y ser celestial, pero a veces son mas fuertes que yo... como hago para no hundirlos en el tiempo que pasa y no sentir vacio y nada?