Es un tiempo bueno para pensar en el poder del amor
Es un tiempo de profunda reflexión, no de profunda tristeza. Podemos mirar al crucificado. Recordar lo atroz de aquel tipo de muerte. Podemos y, diría yo, debemos mirar su dolor, su agonía, su muerte. Quien allí sufre, está allí por amor, roto el corazón por la piedad hacia el hombre que anda a ciegas por este mundo buscando felicidad a la vez que huye de ella. Estaba allí haciendo lo mejor que se podía hacer, dar su vida en favor de quienes amaba.
Miramos la cruz, instrumento de muerte, la cruz cruel, criminal, anulación completa de la dignidad del hombre. Nadie podrá desear la cruz, ni buscarla, porque nadie deberá nunca buscar la ignominia, la destrucción de su dignidad humana, por poca que tenga. Los judíos no crucificaban, sólo los romanos y otros pueblos endurecidos. Por eso fue necesario que Jesús fuera condenado a morir en la cruz por el poder romano Si desea saber hasta dónde fue inmenso el amor de Dios, anidado en el corazón de Jesús, mire el crucifijo.
Si el amor es alegría, si el amor es expresión de lo más bello del ser humano, quien amaba tanto, ¿cómo estaba allí? ¿Cómo se sentía aquel maestro de amor colgado ahí, en la cruz afrentosa?
La humillación era real, macabra, la sangre se derramaba, la sed y el dolor ya ofuscaban su conciencia. Pero todavía escucha, todavía percibe el mundo que lo rodea. A su corazón desangrado llega la petición del otro crucificado que le dice: “Acuérdate de mi cuando estés en tu reino”. Y desde la fuerza invencible del amor le responde: “Te lo aseguro, hoy estarás conmigo en mi reino”.
¡Qué espectáculo tan feliz, tan dichoso! Alguien se muere en una cruz por amor de mí, aunque yo estaba bien lejos. Quizá me atreva a decir, si es lo máximo que alguien puede hacer, dar su vida como prueba de su amor, ahora cuando lo hace, ¿cómo se sentirá? Debo decirlo: se sentirá morir feliz mostrando su amor ilimitado.
¡Qué extraño lenguaje oímos aquí! Por odio ustedes me matan, por amor de ustedes yo muero lleno de amor, yo muero feliz.
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