viernes, 16 de noviembre de 2012

Una llamada






Suena el timbre del teléfono, se levanta el auricular, desde cualquier extremo lejano de la tierra llega una voz humana. Dos personas se han comunicado, una distancia ha sido vencida. ¿No es maravilloso lo que ha sucedido? ¡Teléfonos, bendigan al Señor!
   Millones de personas usan el teléfono. Pocas alaban a Dios a causa de este genial instrumento. Menos conocen su interioridad ¿No sería interesante acercarse a él y ver su mundo interior? ¿Existirá allí alguna presencia de Dios, desconocida hasta ahora, que podamos descubrir y gozar? No tenemos costumbre de mirar dentro de los equipos eléctricos, además se podrían afectar y dejar de funcionar. Pero tampoco tenemos mucha costumbre de mirar dentro de nosotros mismos, lo que nos haría mucho bien. Hoy vamos a hacer una excepción. ¿Qué hay dentro de este comunicador de voz y sonidos llamado teléfono? Técnicamente se respondería: Un transmisor, un receptor, una alarma acústica, un dispositivo marcador y un circuito supresor de efectos locales. 
Estas palabras se sienten técnicas, profanas, y mencionarlas no despierta nada significativo para la vida espiritual. ¿O es nuestro modo de verlas, lo que es ajeno, pobre, profano? ¿No es cierto que ellas se ordenan de modo que podamos oír a un ser querido a miles de kilómetros? Vamos a quedarnos aquí examinando el funcionamiento de este fabuloso artefacto, el teléfono.  Quizá tenga algo espiritual que decirnos.
Se dan dos momentos estelares en la comunicación telefónica, como si sucedieran dos milagros. El primero es la transmisión de la voz o cualquier otro sonido. Usted se dispone a realizar una llamada: marca un número, comienza la transmisión; en el otro lado suena un timbre, comienza la recepción. El destinatario levanta el auricular y manifiesta su presencia diciendo alguna fórmula. La comunicación está establecida. ¿Cómo ha sido posible? La transmisión ocurre mediante un proceso sumamente sutil, casi increíble: la conversión de la voz en corriente eléctrica que la lleva al receptor. Aquí ocurre otro milagro, la conversión de la electricidad en la misma voz que inició la transmisión. Tú me hablas a 3 mil kilómetros de distancia, tu voz se volvió electricidad para llegar a mí a la velocidad de la luz, ahora esa electricidad misma se convierte en tu voz junto a mi oído. Quien tenga cierto grado de sensibilidad captará que ha ocurrido algo maravilloso.
 No es disparatado pensar que Dios nos está hablando en cada llamada telefónica que hacemos o recibimos. Sus maravillosas criaturas nos están prestando ahora este finísimo servicio y, si lo apreciamos, ¿por qué no agradecerlo? El Creador se nos revela primero por medio de las criaturas, y éstas son las criaturas que diariamente manoseamos. Ellas son voz de Dios para nosotros.
Cuando usted reciba o haga una llamada telefónica, recuerde que allí están trabajando para usted las fuerzas fundamentales que Dios creó al principio del universo. De gracias a Dios creador. Así se comunicará no solo con la persona que está al otro lado de su teléfono, sino también con la Fuente que lo ha hecho posible y que pensaba en este día y en esta hora en que usted se comunica con alguna persona en el mundo, que es siempre un ser amado de Dios.
Este instrumento de comunicación trae a su oído lo que le estén transmitiendo desde el otro lado, que puede ser muy amable. Es también posible que reciba mensajes desagradables, malas noticias, mensajes tan inoportunos que se vea en la necesidad de colgar para interrumpir una comunicación indebida, o decir “te llamo luego” para liberarse del impertinente. Lo pueden molestar, despertarlo a deshora, sacarlo de su sueño y descubrir que ha sido una equivocación, o un bromista. El teléfono no es culpable, él es solo servicial, sin discernimiento propio. Así se convierte en un marcador de civilización, de la racionalidad con que se usa. Hacerlo para molestar a una persona, sólo puede ser manifestación de alguien que perdió toda armonía con el universo. De todas formas, podemos y debemos decir: ¡Teléfonos de todo el mundo, bendigan al Señor! Quizá tengamos que añadir: usuarios, no usen el teléfono, instrumento sagrado, para molestar a persona alguna, sino sólo para comunicar amor. Esto sería ya una espiritualidad de hoy.
Cuando siente el teléfono, sonría a Dios. Sea Feliz.

 


1 comentario:

Anónimo dijo...

Internet, bendice al Señor!!!
Gracias a que existes podemos disfrutar de palabras de paz, de alegría y de amor como las que podemos encontrar en este blog!

Amén!

Zaidy