sábado, 2 de marzo de 2013

SER Y FELICIDAD






Un día, no hace tanto, me pregunté qué era lo que Dios quería de mí y vi la respuesta con absoluta claridad. Lo que Dios quiere de mí es que yo sea yo. Sería completamente absurdo que Dios quisiera que yo fuera otro distinto de mí mismo. Me brotó dentro una paz especial. También yo quería ser yo. Estábamos en comunión.
Lo que faltaba ahora era esclarecer qué era yo. Sentía la necesidad de saber qué era yo. No fue difícil hallar la respuesta: yo soy una imagen y semejanza de Dios. Me sentí extrañamente feliz: yo tengo parecido con Dios. Comprendí entonces que para saber cómo soy yo necesitaba saber cómo es Dios.  Siguiendo mi formación teológica escolástica, aprendida en la Pontificia Universidad de Salamanca, pude ver claro que Dios es amor, alegría y paz. Digo es, no que tiene; Dios es amor, su ser es un eterno acto de amor. Ninguna otra cosa hace que no sea amar, es decir, ser él mismo. Dios es, en la infinitud eterna de ser, alegría sin sombre ninguna. No es que tenga alegría, es alegría substancial, infinita, eterna, imperturbable. Así se posee en eterna paz, sin que nada ni nadie pueda afectarlo. Así es el Dios en que yo creo.
Entonces, en la expresión diminutiva de la creación, yo soy amor, alegría y paz. Mi ser es, pues, felicidad. Pero mi ser me es dado en la finitud del tiempo, en la angustia del espacio, y es como un tesoro escondido que debe ser encontrado. La ignorancia del ser que soy es la fuente de mi tristeza, de mi turbación, de mi violencia. Del conocimiento del ser que soy brota mi derecho indiscutible a estar lleno de amor, de alegría y de paz. Y encuentro que mi primera obligación es cuidar este ser que soy, imagen de Dios, amor, alegría y paz.
Ahora entiendo que no existe en la naturaleza nada que tenga derecho a quitarme el ser amor que soy, ni la alegría que soy, ni la paz que soy. Puedo elegir con todo derecho mirar toda existencia creada como una fuente de amor, alegría y paz. Con amor mira Dios las cosas que creó, con amor las miro yo también. Con alegría se goza en toda su creación, visible e invisible, y yo, que soy su imagen, haré lo mismo.
Ahora me siento muy feliz de existir, de estar aquí en este tiempo, en este espacio, con la increíble misión de estar cada día más cercano a Dios, hasta ser uno con Él en amor, alegría y paz.  Después de haber meditado mucho estas cosas, de haberlas interiorizado, yo soy feliz.
                
                     Tú también puedes serlo, porque tú eres otro  yo.

1 comentario:

Frases Bonitas dijo...

Bonito relato me queda dejarte un Amen y bendiciones. Que nunca te apartes de los caminos que te llevan a el.