Una hoja seca, caída de un árbol en otoño, fue en primavera
una hoja verde, extremadamente fecunda, laboratorio milagroso en que la energía
solar se convertía en vida. Ahora es solo eso, una hoja seca, buena para nada.
Lo pasajero de la existencia es un tema constante de poetas, filósofos,
místicos y artistas. Se debe renunciar a parar el tiempo, simplemente porque es
imposible detenerlo. Alguien pensó que lo que había que hacer era aprovecharlo,
no dejarlo irse vacío. Muchos lo llenaron de afanes y alcanzaron solamente
dolor y fatiga. El tiempo huyó y ellos se quedaron lleno de dolor.
La rueda del tiempo deja detrás lo pasado y sigue rodando, indetenible, hacia lo futuro. Pasa por un presente tan breve que no puede
medirse, Nos deja fatalmente colgados del pasado e incapacitados, llenos de prejuicios,
para dar la bienvenida al futuro. Siempre sorprendente, siempre vacío y
presuroso, el tiempo no regresa nunca. Así es el tiempo, fugaz y triste. ¿Qué
puede hacerse para salir de esta trampa fatal de lo transitorio?
En realidad, yo no soy el tiempo, por más que exista dentro
del marco del tiempo. Sin pasado, sin futuro, solamente en el presente, yo seré
eterno, sin antes ni después, anclado en este ahora que me abraza. Diré a mi
memoria, olvida el pasado, ya pasó. Diré a mis esperanzas no construyan
castillos en las nubes, dejen que este augusto y solemne presente me acoja
totalmente en su misterio. Ahora no hay
nada del pasado, ni del futuro, ahora estoy yo solo, sin tiempo.
Quien pueda permanecer en este ahora, absolutamente vacío de
tiempo, de cosas acaecidas o por acaecer, estará en presencia de sí mismo, de
su paz, de su alegría, de su amor, de su luz, y de Dios que lo habita. Este tal
estaría frente al abismo de una felicidad eterna, ilimitada, plena. Esta
conciencia revelará al hombre la grandeza de su ser. Ahora todo es amor, ahora
todo es feliz.
La hoja seca que el tiempo secó y destruyó es testigo mudo y
sordo del paso del tiempo, porque ella no tenía poder para escapar de su pasó
mortal. Pero tú y yo no somos hojas secas. Llevamos dentro una luz de eternidad
invencible, una fuente inagotable de felicidad, de juventud. Es en esa soledad
silenciosa, más allá del tiempo, donde la felicidad vive y nos espera.
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