miércoles, 31 de julio de 2013

LA CONCIENCUIA DE SÍ



Existe un refrán que pregunta: ¿A dónde va Vicente? Y Responde: donde va la gente. Quizás  yo esté en un error, pero creo que la humanidad es Vicente en una gran mayoría. Existen muchas personas que comen porque ven comer y beben porque ven beber, sin una posición asumida personalmente para definir lo que quieren ser, algo  con lo que se identifican y defina su modo de estar en el mundo. En realidad, existen solo dos posibilidades, estar formando parte de los problemas o estar formando parte de sus soluciones.

Millones de seres humanos no meditan, no reflexionan, sobre los problemas del mundo. Viven dentro de ellos sin captarlos, muchas veces aturdidos por esa masa inmensa de información que nos aplasta. No es fácil emerger de ella y establecer una posición racional, libre, constitutiva del propio estar en el mundo.
Una persona de espalda a la humanidad no puede ser feliz, por la razón elemental de que estar de espalda a la humanidad es estar de espalda a sí mismo. Y, si recuerdan, la felicidad es estar en presencia de sí mismo. Se puede admitir con facilidad que la necesidad fundamental de la humanidad es la paz. Cada uno necesita la suya propia y todos necesitan la paz de todos.

Puesto de pie sobre la tierra, mirando al horizonte, usted pronuncia formalmente su decisión: yo estoy a favor de la paz, contra toda violencia. - Y, ¿me acuesto a dormir? - Claro, y con ese pensamiento se duerme, se  levanta, desayuna, almuerza y cena, y con ese pensamiento se vuelve a dormir. Con ese pensamiento respira, camina, trabaja, y vive hasta que se vaya de este mundo.

Cuando usted en su interioridad se sienta ser una muralla contra la violencia, un baluarte de la paz, se sentirá feliz, increíblemente feliz. Pero si decide seguir yendo, como Vicente, donde va la gente, estará de parte del problema y se le negará ser feliz.

                                        Felices, pues, los que trabajan por la paz



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