Un día me doy cuenta
de que veo, oigo, gusto, huelo, palpo, imagino, pienso y siento. Existo, y me
da alegría de esta existencia mía, y me acepto; ese día me amé, ahora tengo amor a mi
persona. Cuando quiero ver en qué consiste este amo a mí mismo, veo que lo más llamativo es una
especial alegría luminosa que se enciende dentro de mí. Me aprecio, me acepto,
me acojo. Amar es apreciar, aceptar y acoger dentro de una luz feliz .
Otro día me percato de que yo soy
miembro de una multitud de personas, que vivo dentro de ellas, que tengo
múltiples relaciones con ellas, que no me puedo pensar aislado de los demás,
entonces amo a la humanidad. Amar a la humanidad es percibir una relación de
pertenencia viva con los demás seres humanos, los demás son yo muchas veces
repetido. Amarme y amar a la humanidad es un solo amor.
Has salido a dar un paseo, has
visto las plantas, las palmas, los pinos, las flores, la hierba, la flora. Se
te alegraron los ojos, se llenó de luz tu interior. Ese día has amado la
naturaleza, dentro de la cual vives, vivimos todos. Desde los paquidermos
gigantes hasta los microbios invisibles, la fauna, existe una cadena de vida,
de la cual tú y yo somos el último eslabón. Es amar la vida, esa maravilla que,
no por ser tan cotidiana, deja de ser maravillosa.
Ayer terminaste de construir una
torre, la viste delante de ti imponente, majestuosa, y amaste tu trabajo. Hay
un amor al trabajo. Una decoradora me dijo un día que a ella en lugar de
pagarle por su trabajo, debían cobrarle, por el gusto que le daba hacerlo.
Esta mañana hemos visto salir el
sol sobre nuestro país, lo vimos iluminado y nos alegramos de ello, de vivir en
un país de luz, y se hizo el amor patrio. Y hemos bendecido la tierra en que
nacimos y crecimos y nos hicimos buenas personas. Allí están nuestras raíces,
es decir, nuestro amor.
Hoy hemos sentido que todo este
mundo de nuestras experiencias ha nacido de la acción de un ser primero,
eterno, padre de todo lo creado, y nos hemos experimentado como obra suya, como
hijos suyo, y hemos amado a Dios. Una sutil luz de racionalidad nos ha llevado
a un alto aprecio de este universo del que formamos parte, salido del amor de
Dios.
Y desde este amor de Dios todo
nos ha parecido amor. Incluso en la roca más seca y dura hemos hallado ternura
y caricias. Hemos comprendido que Dios es amor, que todas las cosas son amor y
que nosotros todos somos amor. La esencia de todas las cosas es el amor, por eso
podemos ser inagotablemente felices.
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