Santa Teresa de Jesús dejó escrito en varios
lugares de sus obras que es imposible permanecer en un solo ser, al menos en
esta vida. No es posible estar siempre contento, ni triste, ni deprimido, sino
que se dan necesariamente cambios de estados de ánimo. Efectivamente, todos
somos testigos de esos cambios.
No obstante, ella reconoció que existía un
fondo, allá muy adentro del alma, en el que habitaba una felicidad que nunca se
alteraba por más que en la exterioridad hubiese grandes quebrantos. Estar
triste y estar feliz fueron para ella experiencias simultáneas. Allí, en aquella
dimensión del ser del alma en la que está Dios, nunca hay tristeza, ni
sufrimiento, allí siempre hay felicidad, paz, alegría, amor, porque allí está
Dios.
Sucede que ese lugar interior donde está Dios
con su ser divino, eterna e infinita felicidad, no es consciente para nosotros
de modo espontáneo. Habrá que cultivar mucho, mucho, la oración interior, el
amor a Dios, para que esa dimensión de nuestro ser interior se nos revele y de
alguna manera lleguen a nuestra conciencia destellos de su gloria. En la muerte el alma se adentra en este ser suyo
donde vive con Dios y se le revela aquella dimensión sagrada que nunca fue
afectada por nada negativo, siempre fue un lugar de gracia, de luz, de amor, de
gloria, porque siempre fue una morada de Dios.
Habrá que reconocer que este lenguaje no es
habitual ni entre personas más piadosas, por el contrario se han instalado
lenguajes infundados. Se supone que nosotros estamos aquí, en la tierra, y Dios
está allá, en el cielo. Cuando alguien muere, su alma sale del cuerpo y comparece
ante Dios, como ante un juez que la juzga. Así Dios no es una furente de
felicidad, sino de miedo, así en lugar de buscarlo, simplemente le huyes.
El problema no es tanto que te apartas de Dios,
sino de ti mismo. Lo más íntimo de ti no eres tú, es Dios. Lo más feliz de ti
no eres tú, es Dios en ti. Ahí, donde tú y Dios están, hay solamente, sin
contaminación de ninguna clase, paz, alegría, amor, felicidad perfecta. Pero en
ese centro no estamos enteros, mucha parte de nosotros está fuera, incapaz de
percibir ni gozar de esa presencia de gloria. Esta es nuestra condición actual,
pero nada impide que comencemos a cavar un túnel que nos lleve al lugar sagrado
en el que nosotros y Dios estamos juntos gozando su gloria..
1 comentario:
Preciosa reflexión, Padre Marciano, la cuestión está en ese cavar el pozo día a día, minuto a minuto. Gracias por compartir!
Gloria
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