Suena el timbre del teléfono, se levanta el auricular, desde cualquier
extremo lejano de la tierra llega una voz humana. Dos personas se han
comunicado, una distancia ha sido vencida. ¿No es maravilloso lo que ha
sucedido? ¡Teléfonos, bendigan al Señor!
Millones de
personas usan el teléfono. Pocas alaban a Dios a causa de este genial
instrumento. Menos conocen su interioridad ¿No sería interesante acercarse a él
y ver su mundo interior? ¿Existirá allí alguna presencia de Dios, desconocida
hasta ahora, que podamos descubrir y gozar? No tenemos costumbre de mirar
dentro de los equipos eléctricos, además se podrían afectar y dejar de
funcionar. Pero tampoco tenemos mucha costumbre de mirar dentro de nosotros
mismos, lo que nos haría mucho bien. Hoy vamos a hacer una excepción. ¿Qué hay
dentro de este comunicador de voz y sonidos llamado teléfono? Técnicamente se
respondería: Un transmisor, un receptor, una alarma acústica, un
dispositivo marcador y un circuito supresor de efectos locales.
Estas palabras se sienten
técnicas, profanas, y mencionarlas no despierta nada significativo para la vida
espiritual. ¿O es nuestro modo de verlas, lo que es ajeno, pobre, profano? ¿No
es cierto que ellas se ordenan de modo que podamos oír a un ser querido a miles
de kilómetros? Vamos a quedarnos aquí examinando el funcionamiento de este
fabuloso artefacto, el teléfono. Quizá
tenga algo espiritual que decirnos.
Se
dan dos momentos estelares en la comunicación telefónica, como si sucedieran
dos milagros. El primero es la transmisión de la voz o cualquier otro sonido.
Usted se dispone a realizar una llamada: marca un número, comienza la
transmisión; en el otro lado suena un timbre, comienza la recepción. El
destinatario levanta el auricular y manifiesta su presencia diciendo alguna
fórmula. La comunicación está establecida. ¿Cómo ha sido posible? La
transmisión ocurre mediante un proceso sumamente sutil, casi increíble: la
conversión de la voz en corriente eléctrica que la lleva al receptor. Aquí ocurre
otro milagro, la conversión de la electricidad en la misma voz que inició la
transmisión. Tú me hablas a 3 mil kilómetros de distancia, tu voz se volvió
electricidad para llegar a mí a la velocidad de la luz, ahora esa electricidad
misma se convierte en tu voz junto a mi oído. Quien tenga cierto grado de
sensibilidad captará que ha ocurrido algo maravilloso.
No es disparatado pensar que Dios nos está
hablando en cada llamada telefónica que hacemos o recibimos. Sus maravillosas
criaturas nos están prestando ahora este finísimo servicio y, si lo apreciamos,
¿por qué no agradecerlo? El Creador se nos revela primero por medio de las
criaturas, y éstas son las criaturas que diariamente manoseamos. Ellas son voz
de Dios para nosotros.
Cuando
usted reciba o haga una llamada telefónica, recuerde que allí están trabajando
para usted las fuerzas fundamentales que Dios creó al principio del universo.
De gracias a Dios creador. Así se comunicará no solo con la persona que está al
otro lado de su teléfono, sino también con la Fuente que lo ha hecho posible y que pensaba en
este día y en esta hora en que usted se comunica con alguna persona en el
mundo, que es siempre un ser amado de Dios.
Este
instrumento de comunicación trae a su oído lo que le estén transmitiendo desde
el otro lado, que puede ser muy amable. Es también posible que reciba mensajes
desagradables, malas noticias, mensajes tan inoportunos que se vea en la
necesidad de colgar para interrumpir una comunicación indebida, o decir “te
llamo luego” para liberarse del impertinente. Lo pueden molestar, despertarlo a
deshora, sacarlo de su sueño y descubrir que ha sido una equivocación, o un
bromista. El teléfono no es culpable, él es solo servicial, sin discernimiento
propio. Así se convierte en un marcador de civilización, de la racionalidad con
que se usa. Hacerlo para molestar a una persona, sólo puede ser manifestación
de alguien que perdió toda armonía con el universo. De todas formas, podemos y
debemos decir: ¡Teléfonos de todo el mundo, bendigan al Señor! Quizá tengamos
que añadir: usuarios, no usen el teléfono, instrumento sagrado, para molestar a
persona alguna, sino sólo para comunicar amor. Esto sería ya una espiritualidad
de hoy.
Cuando
siente el teléfono, sonría a Dios. Sea Feliz.