La
verdad no solo nos hace libres, sino también felices. Cierto, existe el ámbito
pequeño de la verdad, el de las pequeñas cosas que tratamos cada día, cuya
importancia es ciertamente relativa. Es verdad que hoy es 18 de diciembre de
2013, pero mañana, yo es verdad tal cosa. Necesitamos las pequeñas verdades
para la diaria, forman parte de la
cotidianidad.
Pero
existen verdades grandes, tan grandes que ellas determinan lo que somos o
dejamos de ser. Un es el siguiente enunciado: “solo somos felices cuando
obramos bien”. Esto suena con cierta lógica en el oído de cualquiera, pero no
es evidente por sí mismo. La experiencia lo podría mostrar. Obrar bien es el
más noble sentimiento del ser humano. Por eso es uno de los más interiores.
En
general, la humanidad ha buscado las grandes verdades y ha hecho las grandes
preguntas: ¿De Dónde vengo, a donde voy, qué debo hacer? El cristiano responde:
vengo de Dios por medio de un proceso creador que lleva ya trece mil
setecientos millones de años. Y voy al encuentro de mi Creador, a vivir en su
gloria eternamente. Lo que tengo que hacer es el bien. Quien crea esto con toda
la fuerza de su mente será una persona absolutamente feliz
Este
es el mensaje esencial de todas las religiones. Pero ocurrieron múltiples
interpretaciones de estos términos. Lo primero fue que el hombre no obró bien y
se apartó de Dios. Lo segundo fue que Dios puso condiciones al hombre para
llegar a él en la otra vida. Y la historia es que muy pocos miembros de la
humanidad las cumplen. Los otros muchos son apartados de Dios eternamente
sujetos a sufrimientos indecibles.
Ya
en esta, posición al creyente sólo le queda vivir en una angustiante zozobra.
Un dramatismo imponente penetra en la vida y de pronto todo se hace
insoportable, todo: Dios, el bien, la religión, el prójimo y la única salvación
que queda es la indiferencia.
Un
espantoso ruido ha entrado en el sistema. Alguna funesta mentira ha entrado en
el sistema de las verdades esenciales. Algo no esencial, falso, se ha
introducido en el conjunto de las verdades liberadoras. Está en las
interpretaciones. Los hombres que vivieron hace miles de siglos pensaron que
Dios se comporta a imagen de los hombres mismos.
San
Agustín escribió así: “Dios, que te creo sin ti, no te salvará sin ti”. Muy mal
negocio ese. Si la creación fue gratuita, la salvación, por razones superiores,
debe ser también gratuita. Dios nos crea, gracias, y Dios nos salva, más
gracias todavía.
Ahora
recobramos nuestra dignidad, ahora la verdad absoluta nos hace libres y felices.
Porque
es así y no de otra manera, FELIZ
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