lunes, 18 de noviembre de 2013

Estar bien.


Durante el pasado mes de octubre no he estado bien de salud debido a una gastrtitis de origen medicamentosa muy severa, pero si estuve feliz, junto a mi familia, en mi país, en mi ciudad, en la casa de todos.
Cuando cumplí 79 años y comencé la andadura de los ochenta, me pregunté qué había hecho con mi vida, qué había hecho con todos esos años. Si es que me entiendo bien y no me engaño, y si me engaño es igual, creo que han servido para ser feliz. Quiero agradecer a mis maestros sus enseñanzas. San Juan de la Cruz, Dicho de amor y luz 57, “No es voluntad de Dios que el alma sufra, si sufre es por su imperfección”.  No hay obligación, pues, de sufrir, ni tampoco de ser imperfecto, al contrario, la obligación es buscar la perfección, finalmente el no sufrir.
Santa Teresa de Jesús en aquel muy conocido poema: Nada te turbe, nada te espante, me ha enseñado permanecer en paz. Podemos y debemos permanecer tranquilos ante cualquier acontecimiento, sea cual sea. No perder la paz interior por nada es la regla. La razón la da ella misma, porque todo se pasa. No hay que angustiarse por lo que hoy es y mañana ya no es. En este presente orden todo se pasa, para bien de todos. Esto me ha llevado a relativizar las cosas, este mundo tiene poco de verdad, de real, todo se pasa. Pero existe también lo que no pasa, Dios no se muda.
Es muy interesante. He llegado a esta edad pensando que no estamos en el mundo para sufrir, ni para caer en ansiedad alguna, sino para gozar de paz permanente rebosando felicidad. Y de pronto se termina el año de la fe. Me he sentido coherente, yo creo en Dios, supremo Bien, eterno Amor. Este eterno amor, supremo bien, padre creador, solo pudo crearnos para que fuéramos felices.

Nosotros hemos inventado que solamente se puede ser feliz en determinadas condiciones, no en todas. Nos hemos puesto esos límites. Creo firmemente que nuestra felicidad temporal, aquí en la tierra, es siempre posible, pero aquel que vive en eterna alegría, en llama infinita de amor, nos llevará a vivir con él para siempre. A todos, sin excepción alguna. La humanidad entera será reunida finalmente en su presencia gloriosa y glorificadora. Allí estaré yo sin duda alguna y tú también.