lunes, 14 de octubre de 2013

EL INGRATO



Existen dos actitudes ante la vida, la del buscador de faltas y la del buscador de amor. Quien busca faltas, obviamente las encuentra y las señala y las sufre y, además, se cree muy inteligente  por eso. Llega a la conclusión práctica de que en este mundo no hay nada bueno, se queja, se amarga, sin que encuentre cosa por cuya existencia estar agradecido. No conoce la gratitud, no experimenta felicidad. Los buscadores de faltas se convierten en dos tipos de personas, que son:  los amargados y los cínicos. El amargado se queja, el cínico se burla. Ninguno es feliz.
Quienes buscan amor en todo lo hallan en todo. La razón es que en todo hay amor. En algunas situaciones es manifiesto, en otras está escondido, pero el amor nunca falta. Si ya te estás preguntando qué es amor, palabra que se oye tanto, pero que muchas veces no se sabe si significa algo real, veamos la respuesta. Amor es existencia. La nada, lo no existente, no es, ni amor ni nada. Todo lo que existe es amor. Entre los existentes, algunos gozan de inteligencia y pueden percibir de modo reflexivo la existencia de algo. Entonces, como si el vacío de la nada fuera cubierto y lleno de algo, se experimenta alegría. Esa alegría es la forma primaria del amor consciente.
Cuando estamos conscientes de que no estamos solos en un vacío, sino acompañados por millones de seres existentes, iguales unos y diversos otros, experimentamos amor hacia la totalidad, y un hermoso sentimiento de gratitud ilumina nuestro interior. Ejemplo de ellos es el cántico a las criaturas de san Francisco. La gratitud es un componente esencial de la felicidad.
¿Qué sucede si buscamos los fallos de las cosas. Descubrimos que hasta el sol tiene manchas. Si estudiamos un poco más, veremos que no puede dejar de tenerlas. La rosa roja fulgurante en su esplendor, duró solo unas horas, luego quedaron solas las espinas. Y podemos hacer dos cosas, gozar aquel instante de fulgor, o lamentarnos de que ya no existe. Pero la rosa, por breve que sea su existencia, es un amor y está allí aquellas horas de guardia para acariciar tus ojos.
Podemos encontrar el amor que lleva cada cosa cosido a su ser y disfrutarlo. También podemos ver su fragilidad y lamentarnos o burlarnos.  La realidad es que no La realidad es que no podemos pedirles a las cosas que están ancladas en el tiempo y espacio que sean eternas. Si las miramos con amor, quizá ellas no hablen del que Eterno y podamos entonces llenar nuestra vida de gratitud, de felicidad.


miércoles, 2 de octubre de 2013

PODER ELEGIR





Algunas personas que han logrado con mucha disciplina mental gozar de una gran libertad interior, es decir, tener casi un poder mayor sobre sus reacciones emocionales, pueden elegir  lo que desean pensar y  sentir. Quienes no tienen este dominio viven sometidos al flujo y reflujo de sus emociones y dudan, con toda razón, que tal cosa se pueda lograr.
Pocas personas saben que su capacidad de dominio interior es realmente grande, porque ellas lo han logrado. Otras muchas, la inmensa mayoría, lo ignoran  porque lo que ellas han logrado es poco y piensan que así es el ser humano. Yo he trabajado ya durante muchos años en el tema de que puedo elegir ser feliz en toda circunstancia. Soy testigo de que no es fácil, pero sí, posible.
Podríamos aceptar que en la vida suceden solamente dos tipos de cosas, las agradables y las desagradables. Con las agradables no hay mayor problema. La dificultad es con las desagradables. Pueden llenar una escala casi infinita. Vamos a elegir una categoría, el sufrimiento, propio o ajeno. ¿Puedo elegir ser feliz ante un sufrimiento propio cuando es muy grande?  Frente al sufrimiento físico, dolor, o al moral, perturbación, ¿puedo elegir estar feliz?
Puedo elegir ahora, que no pasa nada, vivir sin temor alguno sobre ese posible futuro. Cuando llegue, si es que llega, veré a cómo tocamos. Cuando fui operado de apendicitis, ya algo avanzada la infección, con fiebre muy alta y dolores muy fuertes, mientras esperaba ser operado, elegí vivir el dolor con paz y fue maravilloso. En verdad, no importa cuál sea el dolor, lo que importa es el amor. Y siempre se puede elegir el amor, o lo que es lo mismo, la felicidad.         
Las situaciones excepcionales no marcan la cotidianidad de la vida, pero no cabe dudas de que estar bien entrenado ayuda mucho cuando se presentan. Existe un viejo precepto, “llorar con los que lloran”. ¿Qué hacemos ante la persona que sufre grandes quebrantos? Quien está educado correctamente despliega toda su compasión, reconoce que no se le puede ofrecer al que sufre nada mejor que la paz, el amor, y la presencia serena y amistosa.
Puedo elegir siempre ser creador, en toda circunstancia, propia o ajena, y sentir paz, alegría y amor. Por cierto, nadie necesita nuestra tristeza, ni nuestro dolor, ni nuestras lágrimas y lamentos. Pero todos necesitamos siempre paz, alegría y amor. También puedo, Dios no lo permita, elegir la guerra, la violencia, el odio. Y muchos lo hacen desafortunadamente. Lo que deseo afirmar es que podemos elegir.
Este poder tiene un límite, no podemos elegir de modo alguno lo que no es. Y, desde un punto de vista existencial, no podemos elegir tampoco lo que es malo. Yo elijo la paz que es buena para mí y para todos, yo elijo la alegría que es buena para mí y para todos, y yo elijo el amor que es bueno para mí y para todos. Yo elijo mi bien y el bien de todos. Yo puedo elegir.

 Y tú también.