viernes, 15 de octubre de 2010

NADA TE TURBE





Santa Teresa de Jesús, nacida el 28 de marzo de 1515, fue una mujer muy turbada y espantada más de la mitad de su vida. Dotada de una extraordinaria sensibilidad, de una aguda inteligencia y muy grande capacidad de acción, se encontró desbordada por sus propias capacidades, perdida entre las innumerables posibilidades que se abrían ante ella. Más amplia que todos los moldes de su cultura, se sintió estrecha en aquel mundo y a la vez temerosa de romper aquellas cadenas. Ninguna fuerza fue capaz de detenerla en el arranque existencial de su proyecto. Y así, espantada, turbada, asustada, echó a andar, bañada de lágrimas, en cumplimiento de su destino.
Después de haber logrado la más alta iluminación, desde la libertad absoluta de su espíritu, miró otra vez su camino y los caminos del ser humano sobre la tierra y escribió “Nada te turbe, nada te espante”. Ella comprendía ahora con toda claridad que “todo se pasa”, y consecuentemente, si todo se pasa, no hay para qué hacer mucho caso de ello. En efecto, el huracán, pasa; el terremoto, pasa; el día como la noche, pasan; la vida toda, pasa. Sin embargo ella encontró algo que no se pasa, y además es eterno, y amigo y dulce y amoroso, y no se pasa: Dios. Si, realmente, “Dios no se muda”. Siempre es verdad, eternamente es verdad, pero ella lo supo más tarde, cuando estuvo en él, cuando sintió su presencia viva, cuando él la tocó con su infinita ternura y la abrazó con su fuerza divina, y fue una caricia perfumada para ella. Dios no se muda.
Pero mientras pasa el huracán, o tiembla tierra, ¿qué se puede hacer? Desde aquella alta cumbre de luz, ella dice con la más firme certeza: “La paciencia todo lo alcanza”. Ella lo sabía bien; aún antes de saberlo, debió esperar a que la fruta madurase muchas veces, finalmente el objetivo se alcanzaba. Sí, realmente, la paciencia todo lo alcanza. Nadie como ella lo sabe, que fue tan impaciente, tanto que la enfermaba la espera. Sí, la paciencia todo lo alcanza.
Cuando subió a lo alto de la montaña y vio a sus pies todo el paisaje de la vida, la suya y la de todos, comprendió que efectivamente “A quien Dios tiene nada le falta”. Es su experiencia, es su historia, ella lo reconoce, Dios nunca le faltó, incluso cuando no lo tenía del todo. Nuestros ojos apenas si ven lo visible cuando es muy llamativo. Los ojos ya iluminados de ella, lo ven aunque sea de noche, en medio de la miseria, de la enfermedad y la muerte, del dolor y la catástrofe. En este mundo hay millones de personas carentes de todo o casi todo, ¿cómo es que nada les falta? Más bien les falta todo.
Para ella ahora es claro que “Solo Dios basta”. En el sentido de que solamente Dios basta, o de que Dio solo basta, sin cosa alguna más. Por lo tanto a quien Dios tiene nada le falta porque solo Dios basta. Por lo mismo, debido a estas razones, nada te turbe, nada te espante.
Y si nada te turba ni espanta, entonces eres feliz, la felicidad te llena como el sol ilumina el día. ¿Y nosotros, tan lejos de Dios y de nosotros mismos, qué podremos hacer para que nada nos espante ni nos turbe? Reflexionar que todo se pasa. Y todo se pasa. Decirnos a modo de consolación que la paciencia todo lo alcanza.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Asi mismo Padre como dice el dicho no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo aguante. Es un método excelente decirse a uno mismo en medio de una dificultad "esto tambien pasará". Otra idea que me gustó mucho al escucharla es de Donald Trump y dice "en caso de tener un problema enfoquese en la solución del mismo no en el problema". Esto le quita a uno el peso incomodo de encima de centrarse en el sufrimiento en si o el hecho perturbador. Un abrazo y feliz cumpleaños, Hypatia.