sábado, 12 de noviembre de 2011

UN MILAGRO DE FELICIDAD



Oír cosas de felicidad, hablar de felicidad, escribir sobre felicidad, puede ser muy interesante, pero verla, compartirla, sentirla, es realmente un privilegio. Confirmar que la felicidad es amor y ver el amor entre los esposos, los padres y los hijos, y los amigos, es una experiencia divina,
En días pasados tuve el privilegio de participar en le la XV asamblea general del Movimiento Familiar Cristiano (MFC), que tuvo lugar en la ciudad de La Falda, Córdoba, en Argentina. Se reunieron allí alrededor de 30 parejas, los matrimonios presidentes del MFC de cada país latinoamericano y algunos otros. La Falda es una ciudad de cuentos de hadas, colgada de dos cimas, llena de verde, de paz, de luz, te abraza en su silencio.
Allí pude ver en vivo y directo el amor de las parejas, sin fingimiento, sin artificio. Allí observé la ternura con que se relacionaban, el respeto con que se trataban. Algunas parejas ya podía ser abuelos, otras eran más jóvenes, a todas las estudié con tanta atención como discreción. Fue muy revelador ver rostros de profunda felicidad, tratos de exquisita sensibilidad. Las miradas siempre llenas de ternura, de verdad, de amor.
Me acerqué a una pareja de mediana edad y les pregunté por sus hijos, tenían cuatro, el mayor ya de 20 años, y me añadieron, sin que yo lo preguntara, que eran una familia armoniosa, unida. ¿Feliz?, les pregunté. Si me hubiesen dicho que no, no los hubiese creído; sus rostros, el brillo de sus ojos, decían que eran una familia muy feliz.
Para eso trabaja el MFC, para ayudar a las parejas, a los padres, a los hijos, a ser personas amorosas, unidas, felices. A un esposo pregunté: ¿Cree usted que las rupturas entre matrimonios se debe fundamentalmente a la falta de educación con la que ellos se tratan? Su respuesta fue tajante: ”Yo diría que exclusivamente, si nos queremos y nos respetamos no puede haber separación”. El amor nació para crecer, añadí yo.
Fue un privilegio asistir a esta asamblea, donde la madurez y la realización se manifestaban tan esplendorosamente. La felicidad era tanta que yo me traje un poco conmigo. Ahora, al compartirla con ustedes, siento que se me aumenta. Tan fácil como eso: un hogar puede estar lleno de felicidad con que solamente nadie falte el respeto al otro, con solo un poco de educación.

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