lunes, 14 de noviembre de 2011

LA MÚSICA



Puede ser muy aburrida la rutina de levantarse por la mañana, asearse, desayunar algo, ir al trabajo, comer, regresar a casa y, ya cansado, acostarse para mañana hacer lo mismo. Ciertamente, durante este programa diario, se encuentran diversas personas, casi siempre las mismas palabras, los mismos gestos; el resultado final del mes es agotamiento, cansancio, aburrimiento, hastío, finalmente una pobreza sorda y oscura. Es una vida triste, absurda, de la que hay que escapar de alguna forma. Es la necesidad de divertirse, de apartarse de eso cotidiano, y darle a la existencia un toque nuevo. Y, luego, fatalmente, volver a la misma rutina de siempre.
Y llenar este inmenso vacío de quejas, críticas, mal humor, violencia, desagrado, rudeza, y así no solo atormentar la propia vida, sino también la ajena. ¿Y qué se puede hacer? La primera observación es que a todos les pasa lo mismo. No hay adonde escapar. Así es la vida. Un día se encuentra una persona feliz, que siempre lleva una extraña alegría consigo. Se trata de un loco o una loca, se comenta. En este mundo no hay felicidad. Si fuera una minoría quienes piensan así, quizá no habría que preocuparse, pero es la inmensa mayoría de la humanidad quienes tienen esa percepción tan negativa.
Vamos a entrar en una habitación en la que pequeñas bocinas se ocultan en las paredes, se oye el sonido, pero no se ve nada más que las paredes, en ellas no se ven altavoces de ninguna clase. Podríamos hacer dos suposiciones, que la música se refleja en las paredes sin que podamos saber de dónde, o que la música sale de dentro de las paredes. Si miramos hacia los arreadores, nunca sabremos de donde viene el sonido por más lejos que vayamos; si miramos dentro de las paredes, podríamos descubrir las bocinas y saber de dónde vienen los sonidos. Así la felicidad, suena dentro de nosotros y sólo si miramos dentro de nosotros, oiremos su risa. Entones todo se vuelve felicidad, despertar, trabajar, comer, encontrar a los seres queridos, y mañana volver a hacer lo mismo, pero con una música nueva cada hora. Porque una extraña música, siempre nueva, resuena dentro de nuestras paredes.

sábado, 12 de noviembre de 2011

UN MILAGRO DE FELICIDAD



Oír cosas de felicidad, hablar de felicidad, escribir sobre felicidad, puede ser muy interesante, pero verla, compartirla, sentirla, es realmente un privilegio. Confirmar que la felicidad es amor y ver el amor entre los esposos, los padres y los hijos, y los amigos, es una experiencia divina,
En días pasados tuve el privilegio de participar en le la XV asamblea general del Movimiento Familiar Cristiano (MFC), que tuvo lugar en la ciudad de La Falda, Córdoba, en Argentina. Se reunieron allí alrededor de 30 parejas, los matrimonios presidentes del MFC de cada país latinoamericano y algunos otros. La Falda es una ciudad de cuentos de hadas, colgada de dos cimas, llena de verde, de paz, de luz, te abraza en su silencio.
Allí pude ver en vivo y directo el amor de las parejas, sin fingimiento, sin artificio. Allí observé la ternura con que se relacionaban, el respeto con que se trataban. Algunas parejas ya podía ser abuelos, otras eran más jóvenes, a todas las estudié con tanta atención como discreción. Fue muy revelador ver rostros de profunda felicidad, tratos de exquisita sensibilidad. Las miradas siempre llenas de ternura, de verdad, de amor.
Me acerqué a una pareja de mediana edad y les pregunté por sus hijos, tenían cuatro, el mayor ya de 20 años, y me añadieron, sin que yo lo preguntara, que eran una familia armoniosa, unida. ¿Feliz?, les pregunté. Si me hubiesen dicho que no, no los hubiese creído; sus rostros, el brillo de sus ojos, decían que eran una familia muy feliz.
Para eso trabaja el MFC, para ayudar a las parejas, a los padres, a los hijos, a ser personas amorosas, unidas, felices. A un esposo pregunté: ¿Cree usted que las rupturas entre matrimonios se debe fundamentalmente a la falta de educación con la que ellos se tratan? Su respuesta fue tajante: ”Yo diría que exclusivamente, si nos queremos y nos respetamos no puede haber separación”. El amor nació para crecer, añadí yo.
Fue un privilegio asistir a esta asamblea, donde la madurez y la realización se manifestaban tan esplendorosamente. La felicidad era tanta que yo me traje un poco conmigo. Ahora, al compartirla con ustedes, siento que se me aumenta. Tan fácil como eso: un hogar puede estar lleno de felicidad con que solamente nadie falte el respeto al otro, con solo un poco de educación.