Reflexión para este tiempo.

Mi tiempo comenzó el día que
nací. Antes había compartido un tiempo con mi madre. Abrí los ojos a este mundo,
vi sus colores, oí sus ruidos, probé sus sabores, sentí sus olores. Hice mi
mundo.
Mi tiempo terminará el día de mi
muerte, cerrarán mis ojos que ya no verán¸ y así mi iré del mundo que construí.
Yo creo en la resurrección de los
muertos, yo espero la vida del mundo futuro. Según mi creencia, entraré en la
eternidad cuando salga del tiempo. Dejaré lo transitorio para entrar en lo
definitivo.
Esta entrada en lo eterno, en
Dios, la imagino como el encuentro del hijo con el Padre amoroso, sumo bien,
llama viva de amor, el abrazo de la felicidad sin nombre, la gloria propia del
inmortal, donde se canta para siempre el himno a la vida.
Esta estancia en el tiempo
quisiera pasarla como un preludio de eternidad. Ahora vivo donde todo se pasa,
por eso estoy de paso, pero de paso hacia donde nada se muda. Más allá del
tiempo.
Salí de la nada por la acción de
la bondad y la gracia y vuelvo a la gracia y a la bondad. Y eso encontraré,
infinita gracia, infinita bondad, sin juicios ni acusaciones, ni condenaciones.
Mi fe cristiana, liberada de
arrastres ajenos, en su verdad y pureza, es la fuente de felicidad más grande
que puedo pensar. El Amor eterno me
llamó al tiempo y ese mismo eterno Amor me llama a la eternidad con la única voz
que tiene, la dulcí
sima voz del Amor.