sábado, 12 de abril de 2014

OJOS FELICES



Quizás alguien esté pensando que yo he andado tan feliz que me he olvidado de escribir algo para esta  página. Quizás haya sido todo lo contrario. Sea feliz, sin importar las circunstancias en que se encuentra, se dice fácilmente, pero realizarlo, de verdad, no es lo mismo. ¿Cómo ser alegremente feliz en un mundo lleno de dolor, de violencia, de hambre, de crueldad? No estoy diciendo que mire para otra parte y sea feliz. No podría serlo.
Existe una emoción llamada tristeza que se manifiesta ante la pérdida de algún bien apreciado. Se vive como dolor psíquico depresivo, más o menos intenso. Es un abatimiento, una pérdida de vitalidad, una especie de muerte. ¿Cómo ser feliz en un mundo tan lleno de sufrimiento, de catástrofes? Cuando la desgracia está lejos, no afecta ni a uno ni a los seres queridos, parece que podemos no tenerla en cuenta; pero si está cerca, entonces sentimos la necesidad de hacernos parte de la situación y darle su lugar a la tristeza. Muchas personas se sienten obligadas moralmente a sentir tristeza en esas circunstancias.
Existe una emoción, una actitud, llamada compasión que se motiva también con los males propios o ajenos. Y cuya esencia consiste en una comprensión de la situación que permite valorar el mal y brindar a le persona todo tipo de apoyo, mientras se conserva la paz interior. La tristeza es perturbadora, asfixiante, paralizante. La compasión es dinámica, consoladora, abierta a la esperanza. No implica sufrimiento, sino realización humanitaria de la persona. Ennoblece.
La felicidad es una emoción racionalizada, que toma diversas formas de ser. Existe una felicidad festiva, llena de motivaciones alegres, que se vive en forma de alegría, gozo, júbilo. Es la felicidad popular. No siempre es posible. Existe otra felicidad, la llamo austera, que consiste en la experiencia de paz y amor, posible frente al sufrimiento, que se realiza en la compasión. Cuando le brindamos nuestro apoyo a la persona que sufre y estamos a su lado, es obvio que las risas no sean lo recomendado, pero sí la serenidad, la ternura quizás.

Existe una felicidad superior, trascendente, que tiene como motivo válido la certeza de que Dios nos ama, nos acompaña y nos salva, nos llevará a vivir con él en su gloria eterna, no por merecimientos nuestros, sino porque ese es su designio, su voluntad omnipotente. Esta felicidad ser funda en la fe, se abre en esperanza y fructifica en amor. Quien ponga en su corazón esta verdad de la salvación universal puede mirar todos los acontecimientos con ojos compasivos y felices.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Amen!! muy hermosos sus comentarios padre.
Alma