No es
de voluntad de Dios que el alma se turbe de nada
ni que
Padezca trabajos,
que,
si los padece en los adversos casos del mundo,
es por
la flaqueza de su virtud,
porque
el alma del perfecto se goza con lo que se pena la imperfecta,
(Juan de la Cruz Dichos de luz y amor 57).
La fuente del sufrimiento, la turbación
y el padecer, no es Dios, sino ese proceso de inmadurez que por medio de ideas
irracionales nos debilita frente a los hechos adversos. Como he repetido muchas
veces, la fortaleza frente a lo adverso, se nutre de la convicción de que no
tengo ninguna necesidad de perder mi paz interior ante ningún acontecimiento.
La paz interior es mi fortaleza. Puedo llegar a la experiencia de que de verdad
la voy conservar si así lo decido firmemente, repetidamente, constantemente.
Nadie. Ni Dios, ni yo, ni
persona alguna, necesita mi sufrimiento. Pero, Dios, yo y todos los demás nos
sentimos en la gloria cuando nos llena la paz, la alegría y el amor. Si usted está leyendo esto y viene a su mente
que yo ignoro el pecado original y sus consecuencias, crea que sí, que lo
ignoro. Es un recurso simplista acudir a hechos externos para juzgar
situaciones internas. No es ningún pecado original, no es ninguna herida de la
naturaleza humana, es la propia imperfección.
Ha sido el aprendizaje cultural, recargado de ideas irracionales, lo que
nos debilita; la falta, pues, de virtud, de fortaleza.
Tenemos la bendición de Dios y,
sin duda, de toda la humanidad para ser felices. Nadie necesita una lágrima
tuya, pero yo sería más feliz si te viera sonreír.
PUEDES SER FELIZ
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