miércoles, 13 de febrero de 2008

FELICIDAD, TERCER NIVEL. V.

Existe un tercer nivel de felicidad, absoluto, independiente, incondicionado. Se realiza en las actividades de la mente superior. Nacimos más o menos inteligentes, pero capacitados para buscar la verdad. Nada desea la persona más fuertemente que la verdad. Quizá necesitemos ahora una definición de lo que la verdad es para orientar nuestra búsqueda. Aceptamos que la verdad es lo que las cosas son, valen y exigen. Cuando una persona abre su mente a la búsqueda de lo que las cosas son, valen y exigen y obtiene un conocimiento de la verdad, se siente feliz. Es que el deseo fundamental de su ser se está realizando. Cuando alguien se entrega a la frivolidad, sin dar importancia a la verdad, comienza a vivir de impresiones banales, se instala en el mundo de las apariencias y se rige por creencias inválidas; siempre acabará sufriendo. Existe un reino de la verdad en el universo de las ciencias, sin excluir a ninguna: ciencias empíricas, filosóficas y teológicas. Existe otro reino de la verdad, está en el universo de la existencia individual y colectiva.
Estos dos universos están conectados, pero no se identifican. El saber cosas no hace feliz, lo que sí hace feliz es saber darle superior sentido a la propia vida. Hay que asumir la entera responsabilidad: la vida no trae sentido de fábrica, es cada persona la que debe darle sentido a su vida. Para que este dar sentido a la propia vida sea exitoso hay que hacerse capaz de distinguir lo aparente de lo real. Para no estar perdido se necesita reconocer que las cosas no son como parecen ser, sino como son en sus dimensiones profundas. Quien se quede en el mundo de lo aparente jamás será feliz, vivirá en la mentira, triste como un esclavo.
Hay una enorme felicidad en el hecho mismo de buscar la verdad. Quizá se pueda ignorar lo que las cosas sean y valgan, pero lo que exigen no se puede ignorar. Si no lo sabes, no lo tendrás en cuenta, y pronto te sentirás frustrado, fracasado. Para salir de tanta abstracción y respirar un poco de aire concreto, sea permitido un ejemplo. Dos jóvenes, él y ella, se casan muy enamorados. Meses después se distancian tanto que ya no pueden vivir juntos y se separan. A la pregunta ¿qué sucedió? Se dan infinitas respuestas frívolas, tontas. En realidad, él no buscó en ella la verdad que era ella, se relacionó con su apariencia, y esas siempre defraudan. Por su parte, ella no buscó la verdad de él, sino su apariencia. La frustración era inevitable. La inmensa mayoría de las dificultades en las relaciones con los demás nacen del hecho de que la relación se establece en el ámbito de lo aparente, no de lo real. Lo real es siempre, sin excepción alguna, que “yo soy yo y tú eres tú”. Siempre que yo te quiera invadir o que tú me quieras invadir a mí, la relación será mala. Te debo un infinito respeto y cuando te lo muestro, tú me acoges y los dos somos felices.
Cuando alguien conoce la verdad de algo, descubre su valor, su bondad, reconoce un bien; entonces le nace quererlo. Pocas cosas son más felices que querer el bien. Amar lo bueno, obviamente conocido, es una experiencia muy positiva. Si puedes decir que amas algo porque es bueno y solo porque es bueno, una profunda luz ilumina tu interior y te sientes feliz. Cuando descubres que todo lo verdadero es bueno y todo lo falso, malo; un sentido nuevo comienza a llenar tu vida, el sentido de la verdad y del bien. Ahora se comienza el camino de la sabiduría. Según pasa el tiempo vas distinguiendo con más exactitud lo aparente de lo real, lo bueno de lo falso, Ahora sabes que obras bien, que existe un modo de estar en la vida lleno de paz, de alegría y de amor.
Continuará.

1 comentario:

Analía dijo...

Genial! Gracias por compartir esto...
seguiré pasando por aquí.

Bendiciones!