lunes, 22 de julio de 2013

MARTA, MARTA




“Andas inquieta y nerviosa con tantas cosas; solo una es necesaria” (Lc  10,41).  Entre los elementos que conforman esa única cosa necesaria está la paz. Sin paz sólo podemos estar inquietos y nerviosos. La paz es un integrante básico de la felicidad. Pero, es desolador mirar la realidad humana, antes y ahora, no hay paz, sino guerra o amenazas de guerras, grades o pequeñas. ¿Por qué es así, por qué los humanos han vivido y viven bajo la sombre ominosa de la guerra?
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En las Constituciones vigentes hoy por todo el mundo se le otorga a la persona gobernante declarar la guerra. Un solo hombre, una sola mujer, puede mandar a millones de hombre y mujeres a la guerra. Está legalizado, en la leyes de las naciones, hacer la guerra. Pensemos en la situación contraria, nadie, ningún organismo ni persona, puede hacer guerra.

¿Quién garantizará que todos lo cumplan? La conciencia de la humanidad misma. Pero, todavía hoy, la conciencia de la humanidad está a favor de la guerra. ¿Qué se puede esperar para los próximos siglos?
En la historia pasada, los pueblos vecinos se hacían la guerra unos a otros. En los tiempos actuales, los pueblos vecinos crean bloques y dentro de ellos se protegen, es un proceso en marcha.

 ¿Qué podemos avizorar sobre el comportamiento de estos bloques ya consolidados?  Pueden suceder dos cosas, que se enfrenten o que se unan y se forme un solo bloque que abarque a toda la humanidad. En este caso, sería posible realizar ese deseo que todos llevamos dentro, la paz global, la paz universal.

Ese día, la paz será el modo natural de estar en el mundo. Habrá desaparecido el miedo, y todos nos encontraremos felices en un mundo sin guerra. Esta es una cosa muy necesaria. Hoy decido convertirme en un buscador de paz y no de guerras. Pondré en mi corazón este fermente de felicidad

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