miércoles, 6 de abril de 2016

LA CAUSA DEL MAL. III.



HACER JUSTICIA


S6300015.JPGEs fácil entender que se trata de hacer justicia al trabajador sin dañar al empresario. Se trata de una exigencia de la justicia. Es justo que sea así. ¿Cómo puede ser tal medida beneficiosa para el empresario?
     El efecto inmediato es que los trabajadores aumentan sus ingresos, lo que les permite un consumo mayor, lo que origina una demanda mayor en el mercado, lo que estimula el crecimiento de la producción que, finalmente, resulta beneficiosa para dueños y trabajadores. Nadie pierde, todos ganan.
    La cuestión más dificultosa es determinar en qué medida los empleados participarían de la ganancia. Obviamente esa participación tiene que ser significativa. Se podría crear un lema: economía de participación significativa. Que signifique aumento de la prosperidad del trabajador sin perjuicio de la empresa.
    Ya se han dado diversos nombres para designar una economía más equitativa, como economía comunitaria. Quizá no sea el nombre lo que importe, sino expresar con toda claridad y fuerza que la ganancia deberá ser compartida por empresarios y trabajadores de un modo equitativo
     Un ejemplo, tal empresa tiene de ganancias 200 millones, ¿Sería mucho que compartiera con sus empleados 50 millones, un cuarto? Es absolutamente claro que si un cuarto de la producción de la humanidad se repartiera entre todos los trabajadores en un cuarto de la misma, la pobreza comenzaría a desaparecer de la tierra.
    Pero los dueños han dejado de apropiarse de un cuarto de sus ganancias, No, de ninguna manera. Todavía se han quedado con otra parte de las ganancias que pertenece al trabajador. Lo justo sería mitad y mitad, sin discutir mucho.

La empresa del futuro.

Se dice que eso no puede ser, porque, cuando se necesite hacer una nueva inversión, los dueños van a carecer de esos recursos. Vamos a mirar con claridad este asunto: si hay que hacer una inversión, también los empleados participan en ella y se convierten en accionistas.
    Dicen los defensores de la economía de explotación: los dueños nunca estarían de acuerdo, porque son egoístas. Respuesta convincente: también los empleados son egoístas y no se conformarán con menos.
El dialogo gira a la extrema derecha: - Pero ellos tienen el poder y el saber y las armas. - Cierto. En este mundo vivimos, un mundo dominado por el poder, el saber y las armas en manos de muy pocos.   
   Cuando la inmensa mayoría de la humanidad tenga esto claro: que está sometida al hambre, a la enfermedad, a la mala vida, etc. por un pequeño grupo de egoístas que tiene el poder, el saber y las armas, la reacción se producirá sin que nadie pueda evitarlo.
    Cuando la humanidad tenga esto claro, ese pequeño grupo comprenderá que ese tiempo se acabó. Sin violencia de ninguna clase, espero yo, se irán dando pasos hacia el nuevo mundo de la participación equitativa. Pero, no está tan lejos, ya existen empresas que comienzan a dirigirse en esa dirección, quizás tímidamente, pero se mueven en la dirección correcta. Y no les va mal, hay que reconocerlo.
    La comunidad laboral no la hace el gobierno, la hacen dueños y trabajadores para beneficio de ambos. La industria, la empresa, es la casa del dueño y de todos aquellos que la hacen funcionar. Se convierte en una gran familia, en la que todos prosperan juntos.  Obviamente, para que tales cosas ocurran debe darse un conjunto de condiciones que lo hagan no solo posible, sino también necesario. La primera condición es la conciencia universal de que así el mundo estará mucho mejor.
   ¿Cuál será el papel de la política en el camino hacia esta nueva economía de participación?

8. La acción política

Dado el hecho de que los políticos son quienes hacen la política, ésta será lo que ellos quieran que sea. Si los dejamos, como decía el periodista Xavier Caño Tamayo. Existen dos grandes campos políticos, cada vez más interdependientes, el nacional y el internacional, Existen dos mundos: el de los ricos, nacional e internacional, y el de los pobres, nacional e internacional. Las relaciones entre ambos mundos (ricos-pobres) son sumamente compleja.
   Vamos a reflexionar sobre el mundo nacional. En todas las naciones existen élites, que poseen el poder económico y político, y mayorías carentes de poder. En el llamado mundo occidental, en gran parte de él, los regímenes políticos se basan en una llamada democracia, caracterizada por la diversidad de partidos políticos, cuyos representantes se postulan para desempeñar los cargos públicos y ser elegidos por los ciudadanos con derecho a votar. Se da por hecho que los elegidos gobiernan en nombre del pueblo, para bien del pueblo. ¿Qué sucede en realidad? ¿Dónde están los políticos?  ¿A quiénes representan realmente? ¿A quiénes sirven de hecho?
    Debieran estar con el pueblo, interesados en su bienestar. Así debiera ser. En realidad, ellos están en casa de los ricos y representan sus intereses, como todo el mundo sabe. Pero la realidad política no se mantiene estática, se mueve constantemente. Cuando las mayorías tengan claro que el orden económico actual no es justo, no bastarán discursos floridos en tiempos de elecciones. Esta conciencia se volverá exigente y los políticos quedarán en una disyuntiva inevitable: Oír la voz del pueblo o ser excluidos por el pueblo mismo.

Nueva conciencia política.

Ellos, los políticos, comprenderán que una nueva conciencia exige de ellos una nueva actitud. Al presente ya existe un gran malestar. Concretamente en República Dominicana, en el último proceso electoral, se recogen señales muy fuertes de este descontento. En un editorial del Listín Diario del domingo 16 de mayo de 2010, se dice:  “El voto confiere a quien lo emite un poder decisivo, aparte de que es la única circunstancia en que los ciudadanos se igualan y tienen a la vez, la capacidad de reconstruir los órganos del Estado”.
   “La única circunstancia”. Demasiado poco para decir que el pueblo es quien gobierna, como exige la esencia misma de la democracia. Por su lado, la periodista María Isabel Soldevilla afirma taxativamente “Algunos lo harán (votar) desanimados porque el proyecto de una democracia inclusiva y participativa sigue pendiente”. (Con mis ojos, Listín Diario, 16 de mayo 2010). Y otros muchos, más desanimados aún, no votaron. ¿Qué significa todo esto? Pienso que son buena señales, positivas revelaciones. Una nueva conciencia está surgiendo, y reclama verdad y rechaza la palabra vana.
    Los políticos dependen fuertemente del pueblo. Cuando este pueblo tenga ideas claras de lo que debe hacerse, ellos se harán sensibles a sus postulados o el mismo pueblo los sacará del escenario político. El problema real es de base económica: todo cuanto se hace es para adquirir riquezas individuales. Y los políticos no pueden escapar a esta realidad y se ponen a su servicio.
    Llegará el día en que las grandes mayorías tengan claro cómo hacer nuevo y mucho mejor el mundo en que vivimos. El modo de hacerlo es simplemente compartir las ganancias de las empresas entre quienes las producen con su dinero o con su trabajo. Entonces los políticos deberán hacer suyo este programa si quieren contar con el apoyo de las mayorías y ser electos. Hasta ahora han bastado los cuentos y los sobornos. Pronto no bastarán.
    Vuelvo a repetir, hablo para quienes tienen sensibilidad para entender: la causa de todos los problemas sociales está en la acumulación de la riqueza producida por la humanidad en manos de un pequeño número de personas, mientras que la mayoría que la produce se queda pobre y desvalida.
    Decirle a esa mayoría pobre y explotada que vaya a votar por personas, que no harán nada para sacarlas de la explotación y miseria, porque eso es democracia, solamente podrá suscitar ira y violencia. Dentro de este vigente orden económico ningún político tiene nada que ofrecer, como no sea trabajar para cambiarlo. Sí, cambiarlo. En ese pequeño detalle de compartir las ganancias, para que la riqueza se distribuya más equitativamente, está el secreto de cambios grandes y beneficiosos para todos.

Los empresarios.

Una palabra para los empresarios. Según fuentes bien informadas, un grupo de empresas españolas no ha tenido pérdidas durante la crisis que embarga al país, no ha tenido que hacer ningún despido, al contrario, ha aumentado el empleo en cientos de trabajadores. ¿Cuáles son esas empresas? Las que han mantenido una relación óptima con sus empleados, los han promovido, los han capacitado, y han mostrado confianza en ellos. ¿Será pura coincidencia?
     Una palabra para los políticos. Es verdad que no tienen ninguna propuesta para presentar al pueblo. Pero la pueden tener. Una propuesta excelente, clara y precisa. “Vamos a establecer una ley según la cual toda empresa grande o mediana compartirá parte de sus ganancias con sus empleados”. La riqueza se extenderá y todos tendrán medios de vida dignos, Nadie necesitará desplegar conductas antisociales. Todos podrán ser hermanos, amigos, socios.
Posiblemente eso le parezca a muchos un sueño mesiánico y lo es. El profeta Isaías lo soñó así:

    “El pueblo que andaba a oscuras vio una luz grande. Los que vivían en tierra de sombras, una luz brilló sobre ellos. Acrecentaste el regocijo, hiciste grande la alegría. Alegría por tu presencia, cual la alegría en la siega, como se regocijan repartiendo el botín”. (Isaías 9, 1-2)

Pero si caminamos en la dirección del Reino de Dios y buscamos el modo de que la riqueza producida llegue a todos, ya no habrá que hacer promesas, ya será la realidad. Ya ha venido el reino.

9. La ONU.

La Organización de las Naciones Unidas es el mejor ejemplo para entender la relación internacional de los poderosos.  La ONU está constituida por la Asamblea General, 199 países. Dentro de ella el Consejo de Seguridad está constituido por 15 naciones; de ellas 9 son permanentes y 6 temporales.  Dentro del Consejo de Seguridad, Estados Unidos, Inglaterra, Francia, Rusia y China tienen derecho al veto. Cualquiera de ellos, uno solo de ellos, tiene poder para impedir que una cuestión sea tratada en dicho Consejo. Este es el derecho de veto.
   Así las cosas, la Organización de las Naciones Unidas es un sistema monárquico, uno solo decide qué es lo que no se va a tratar y así también lo que se va decidir. Como esto lo pueden hacer cinco naciones, cada una por separado, resulta que la ONU es una pentarquía, gobierno de cinco. Así que la máxima Organización de la humanidad hoy no es democrática, sino una oligárquica, el poder está en manos de unos pocos, los cinco más poderosos y ricos del mundo.
     El resto de las naciones son menores de edad, no tienen voz ni voto en el Consejo de Seguridad. En la Asamblea General cada uno puede decir lo que quiera a sabiendas de que no significará nada al final de cuentas. Ni sus acuerdos por inmensa mayoría tienen fuerza obligatoria.  Ello nos revela la situación del mundo en que vivimos; un mundo dominado por las cinco naciones más poderosas de la tierra. El resto de las naciones, ¿están unidas o más bien sometidas?
     Dentro de la misma ONU se han instituido diversos grupos, el más notable es el de los “Países no Alineados”, una gran mayoría. Sólo que a la hora de la verdad están muy bien alineados.
     La ONU cuenta con muchas comisiones para lograr sus fines, que son muy importantes: conservar la paz, evitar la guerra, promover el desarrollo de los pueblos, mediar en los litigios entre países, acudir en ayuda a las zonas de desastres, luchar contra el hambre y el analfabetismo, etc. De hecho, han seguido las guerras, se ha multiplicado el hambre, los bancos creados para el desarrollo se han convertido es instrumentos de explotación. En el orden internacional las naciones poderosas ejercen el mismo dominio que los individuos poderosos en las naciones particulares. 
Un resumen real podría ser el siguiente. La ONU no ha impedido las guerras, no ha promocionado con eficacia el desarrollo del mundo subdesarrollado, no ha superado la miseria.  Los organismos creados para ayudar a esas nobles tareas, los diversos Bancos, se han convertido en instrumentos de explotación.
   Todo esto no ha sido por falta de voluntad, ni por indiferencia, sino por la sencilla razón de la base económica excluyente con la que trabaja, que es incapaz de producir mejores resultados.

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