viernes, 19 de abril de 2013

UNA DECISIÓN




Dijimos al abrir este blog que la felicidad era fundamentalmente una decisión. Quienes hayan tenido la paciencia de leer lo publicado sobre el tema, podrán comentar que podría ser verdad, pero realmente es una decisión muy compleja, no tan fácil como podría parecer. La felicidad es una decisión. Claro, pero una decisión muy exigente.
Quien decide ser feliz, se compromete a realizar una investigación muy interesante, pero nada fácil. ¿Qué motiva la felicidad? Debe tener alguna condición, ¿cuál? Un individuo que sobrevive absolutamente solo, ¿puede sentirse feliz? No, sin compañía de alguien no se puede ser feliz. Si es así. La felicidad es una realidad condicionada. En este caso, no basta con una decisión solamente, se deben dar las condiciones requeridas.
La otra respuesta sería, sí, no se necesita de nadie más para ser feliz, basta uno mismo. La felicidad sería incondicionada, no depende de nada distinto de la persona misma. Todos sabemos que somos seres necesitados, débiles, y sin otras muchas cosas y personas no podemos vivir.
Somos compuestos de alma, espíritu, y cuerpo. Todas las necesidades están en el cuerpo, pero el espíritu no tiene ninguna necesidad corporal. Existe una sensación corporal general agradable, que se llama contento. Existe un estado psíquico de bienestar interior que se llama felicidad. Sus componentes son paz, alegría y amor. Cuando se juntan el contento y la felicidad se tiene una experiencia de plenitud.
Lograr la felicidad espiritual, independientemente de lo que suceda en el orden material, es la gran meta de la espiritualidad. Rico soy feliz, pobre soy feliz, saludable soy feliz, enfermo soy feliz, estimado soy feliz, odiado soy feliz, saciado soy feliz, hambriento soy feliz. Esta es la decisión. Completamente simple. Es posible solo en las más altas cumbres de la vida espiritual.

1 comentario:

Manuel dijo...

La decisión de vivir en alegría está muy relacionada con la de ser feliz, más allá de situaciones concretas. Supone la labor espiritual cotidiana, la gota diaria que llega a gastar la roca.